La carga de la prueba
Algunos forofos de la propuesta de salida dialogada a la violencia presentada por el lehendakari Ardanza simplifican y caricaturizan las motivaciones y los argumentos de quienes discrepan de su contenido; esos polemistas de ventaja suelen reclamar para su causa el monopolio de los buenos sentimientos, las nobles prop¨®sitos, las s¨®lidas razones y las recomendaciones constructivas. De esta forma, los partidarios del documento Ardanza ser¨ªan angelicales defensores del di¨¢logo, las soluciones pol¨ªticas, la paz, la democracia y la concordia, en tanto que sus satanizados cr¨ªticos apostar¨ªan por la represi¨®n, las soluciones policiales, la prolongaci¨®n indefinida de la violencia, el autoritarismo y el odio.Esa burda divisi¨®n de papeles colore¨® las declaraciones y art¨ªculos sobre el documento Ardanza de algunos dirigentes y publicistas del nacionalismo moderado o radical; el blanco predilecto de sus juicios descalificadores, que distribuyeron absoluciones y condenas sin exponer razonamientos ni aportar pruebas, fueron los intelectuales vascos agrupados en el Foro Ermua. La huella de esa doble vara de medir tambi¨¦n es visible en un Manifiesto a favor de una salida negociada al conflicto vasco que un grupo de catedr¨¢ticos, jueces, artistas y profesionales present¨® en Madrid la semana pasada.
El documento -firmado por dos ex altos cargos de Interior en tiempos del ministro Belloch y un grupo de magistrados en ejercicio- considera que las soluciones policiales -y por ende judiciales- al terrorismo de ETA crean falsas expectativas y arrojan un saldo negativo. El balance resulta ciertamente desolador: atentados contra vidas humanas, sufrimiento y dolor, vulneraci¨®n de derechos humanos, recorte de libertades, espiral de odio, deterioro de la convivencia y una peligrosa divisi¨®n social. Pero el Manifiesto no culpa de esa dram¨¢tica situaci¨®n a los autores de los cr¨ªmenes, sino a quienes exaltan y refuerzan hoy con empecinamiento la v¨ªa policial, condici¨®n indispensable para que la v¨ªa judicial pueda perseguir al terrorismo en un Estado de Derecho. Los firmantes requieren al Gobierno central para que asuma sus responsabilidades y busque soluciones mas all¨¢ de las estrictamente policiales; el Gobierno vasco, presidido desde hace 18 a?os por el PNV y del que dependen los 8.000 miembros de la Ertzaintza, queda libre, sin embargo, de cualquier reproche. Para emprender el camino de la paz no hay que esperar a que los terroristas abandonen la violencia: dejar en manos de ETA el comienzo del di¨¢logo supondr¨ªa retrasar el inicio del proceso. El Gobierno de Aznar debe apostar de inmediato por la negociaci¨®n sin condiciones: el acercamiento de los presos de ETA al Pa¨ªs Vasco y los incentivos para que HB incremente su participaci¨®n pol¨ªtica ser¨ªan las prendas de ese compromiso.
Las opiniones son siempre libres, pero los hechos pueden resultar verdaderos o falsos: los redactores del Manifiesto son muy due?os de valorar negativamente el papel de la v¨ªa policial y de la v¨ªa judicial para combatir al crimen organizado en un Estado de Derecho, pero no deber¨ªan falsear la realidad. No es cierto que las soluciones estrictamente policiales sean la ¨²nica v¨ªa de pacificaci¨®n aplicada desde hace mas de 30 a?os en Espa?a. La amnist¨ªa de 1977, el Estatuto de Gernika de 1979, las elecciones libres (veinte celebradas hasta el momento), la creaci¨®n de la polic¨ªa auton¨®mica, la generalizaci¨®n del euskera, la transferencia de la educaci¨®n y de otras importantes competencias, el concierto econ¨®mico y la reinserci¨®n de presos formaban parte del paquete de iniciativas pol¨ªticas propuestas al comienzo de la transici¨®n por el PNV como llave para la pacificaci¨®n del Pa¨ªs Vasco que han sido ya materializadas. A los defensores del documento Ardanza corresponde la carga de probar la peregrina tesis seg¨²n la cual s¨®lo la satisfacci¨®n de nuevas reivindicaciones pol¨ªticas de contenido nacionalista, contrapuestas a la v¨ªa policial y la v¨ªa judicial del Estado de Derecho, har¨ªa posible que ETA abandonase alg¨²n d¨ªa las armas, empu?adas mientras tanto por los terroristas con tanta crueldad como perseverancia.
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