Sin nadie que les lea
Atribuyen a un individuo muy popular la expeditiva expresi¨®n: "Apunta esa deuda en la barra del hielo", cuando no ten¨ªa el menor prop¨®sito de abonarla. Eso me parece, en ocasiones, el proceder de muchos pol¨ªticos, singularmente los entregados a la gobernaci¨®n municipal. Se baten verdaderos r¨¦cords de amnesia en cuanto a las promesas o los compromisos contra¨ªdos con sus mun¨ªcipes. Tiene larga tradici¨®n espa?ola vapulear a los alcaldes, sobre todo cuando una espesa veda ampara a todos los dem¨¢s. En los tiempos democr¨¢ticos que corren, la pieza m¨¢s provocativa -porque nos toca de cerca- es la del regidor y sus concejales, con especial menci¨®n del que se ocupa o deber¨ªa ocuparse de nuestro barrio, lo que m¨¢s nos interesa.Acepto que est¨¦n atareados, pero es que ni siquiera se enteran por la prensa de asuntos de su competencia, lo que me lleva a inferir que no la leen, ni escuchan la radio, ni ven la tele, porque en signos, palabra e im¨¢genes abunda quienes procuran sacarles los colores. Otra deducci¨®n, al respecto, es que est¨¦n descoloridos, incluso de nacimiento. Los que tenemos la. fortuna de disponer de un espacio en un importante medio de comunicaci¨®n sufrimos unos berrinches morrocotudos, quiz¨¢ porque nos sobrevaloramos al agarrar la pluma o darle a la tecla, imaginando los devastadores efectos que, al d¨ªa siguiente, desencadenar¨¢n las reprimendas u objeciones que hacemos a tareas de inter¨¦s com¨²n, deficientemente desempe?adas.
Con la tenacidad de otros compa?eros de p¨¢gina -Joaqu¨ªn Merino, sin ir m¨¢s lejos, y los ¨¢rboles que ve maltratar desde sus ventanas- me siento obligado a reincidir en temas ya transitados para que no se evaporen en el olvido. A lo largo de la calle de Francisco de Rojas, que nace en el antiguo bulevar de Sagasta, se quiso perpetuar un aparcamiento subterr¨¢neo para autom¨®viles, prop¨®sito que parece abandonado, no s¨¦ si por la presi¨®n p¨²blica, la actuaci¨®n radical de una comerciante en vinos, que arm¨® la marimorena para evitar su ruina y la de otros, o la urgente expectativa de los constructores, defraudada ante las morosas contiendas municipales. La cuesti¨®n es que, seg¨²n las apariencias, ya no se va a construir. La amenaza de las excavadoras se aleja, pero las cosas no vuelven a ser como estaban, sino que han quedado peor.
Con una diligencia c¨®mplice, antes de transcurridos los plazos de informaci¨®n y fueran libradas las licencias pertinentes, intervino, con repulsiva celeridad, lo que parece ser el organismo m¨¢s activo y espabilado de nuestro municipio: el encargado de arrancar ¨¢rboles y encoger aceras. Ignoro si trabajan de consumo o simplemente coinciden en las tareas demoledoras, pero de esa calle desaparecieron los quince o veinte arbolitos que crec¨ªan primorosamente, hasta procurar unas pinceladas de sombra a los vecinos, sost¨¦n de los gorriones y pretexto para los perros. Ten¨ªan seis o siete a?os de vida. A uno de ellos se encaden¨® la en¨¦rgica bodeguera y hubo protestas y hasta pasquines solicitando el indulto. De forma inexorable fueron desenraizados, aunque con la promesa de que volver¨ªan a su sitio, una vez realizadas las obras. ?Vana esperanza! El negociado de las ofertas carece de futuro.
Simult¨¢neamente, queriendo subrayar lo irremediable del gesto, como digo, se estrecharon las aceras y de ellas desaparecieron -se dijo que de forma igualmente transitoria- las paradas del autob¨²s, situadas, arbitraria y est¨²pidamente, unos metros m¨¢s abajo, con notoria incomodidad para buen n¨²mero de usuarios y sin beneficio para otros. ?Por qu¨¦ este mendaz comportamiento de las instancias municipales?
Puede encontrar comprensi¨®n, ya que no, aplauso, en virtud de intereses, m¨¢s o menos leg¨ªtimos, compromisos o mordidas, ciertos o presuntos, pero cuando la causa de unas modificaciones, en funci¨®n de algo que ha dejado de ser, desaparecen, parece exigible la restituci¨®n de lo alterado, si no fue sustituido por otras ventajas para el vecindario o la decencia, prez y ornato de la Villa, como antes se dec¨ªa. Obligada rese?a de lo que ocurre en estos andurriales: acabamos de saludar el nuevo enlosado de las aceras en parte del dicho bulevar.
Nunca es tarde para reconocer lo bien hecho. ?Aleluya!
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