Mandar en el mundo
La segunda parte de La rebeli¨®n de las masas se titula '?Qui¨¦n manda en el mundo?'. Fue en su momento un profundo y acertado interrogante de Ortega. La pregunta, atendida por nuestro fil¨®sofo -el fil¨®sofo europeo, le llamo yo- a lo largo de dos enjundiosos cap¨ªtulos, viene investigada por una detallada e inteligente teor¨ªa de lo que, a la saz¨®n en la que nos pone Ortega, es el mando. Lo esencial de la teor¨ªa de lo que el fil¨®sofo europeo entiende por mandar en el vector de la pol¨ªtica orientado hacia ese ampl¨ªsimo marco que, en lo pol¨ªtico naturalmnte tambi¨¦n, llamamos mundo no es de f¨¢cil s¨ªntesis. Habr¨¢ tantas de ¨¦stas como intentos se hagan para obtenerla. He aqu¨ª la m¨ªa: "Mandar es ejercer justificada autoridad con fundamento radical en la opini¨®n p¨²blica; mando sobre un pueblo, comunidad o grupo homog¨¦neo de pueblos es, pues, poder espiritual basado en la vigencia predominante de un sistema de opiniones". En la definici¨®n va impl¨ªcita la condici¨®n que se?alara Ortega: el mando no se fundamenta en la fuerza f¨ªsica sino en la fuerza moral -el vigor de la opini¨®n p¨²blica; lo que ¨¦sta, tiene de espiritual- El mando no es coacci¨®n; es convicci¨®n... Todo est¨¢, pues, basado en la opini¨®n p¨²blica. Si ¨¦sta no existe, no puede haber mando real. Podr¨¢ haber imposici¨®n por la fuerza, pero no verdadero mando. Para mandar hay que contar con la p¨²blica opini¨®n. Si ¨¦sta no existe, hay que crearla.Al preguntarse Ortega a s¨ª mismo, tras la teor¨ªa sintetizada aqu¨ª, acerca de qui¨¦n manda en el mundo, se propone como premisa el "se dice que Europa no manda ya; que Europa ha dejado de mandar en el mundo". A?ade luego que ¨¦l no dice "que Europa haya dejado de mandar, sino que en estos a?os (son los a?os veinte del siglo que agoniza ahora), Europa siente grandes dudas sobre si manda o no, sobre si ma?ana mandar¨¢...''. Pues bien: han pasado setenta a?os. ?Manda Europa?... Cualquier int¨¦rprete objetivo de lo que en el mundo da la impresi¨®n de pasar hoy habr¨ªa de decir que no, que Europa no manda hoy en el mundo. Pero esa respuesta arrastra otro interrogante: ?manda hoy alguien en el mundo? Y si ¨¦ste se contesta en afirmativo, brota otra cuesti¨®n semejante: ?qui¨¦n?, ?qui¨¦n manda hoy en el mundo?
Europa mand¨® hasta finales del siglo XIX, indudablemente desde el Congreso de Viena. El mando directo fue de Inglaterra -en su splendid isolation-, pero Europa estaba en el mundo con mando real y efectivo; estaba, si se quiere, en las colonias y con las colonias, pero mandaba. El siglo XIX en el mundo fue de uniformidad estable en lo pol¨ªtico y en lo comunal multirracial y diverso. Inglaterra, Europa, contaban con una opini¨®n p¨²blica convencida. La crisis empezar¨¢ a sentirse a finales del siglo tranquilo. La agresi¨®n de los Estados Unidos a Espa?a, parte ¨¦sta de Europa y europea en s¨ª, para ganar en poder zonal primero y mundial al fin mediante victorias estrat¨¦gicas, empez¨® a hacer tambalearse la conciencia de Europa en s¨ª misma pese a su indiferencia ante algo que a la larga ir¨ªa contra ella en cuanto ente mundial ejercitante del mando, y llegar¨ªa a ser la causa de que empezara Europa a dudar de s¨ª misma... Las dos grandes guerras del siglo XX en su primera mitad agudizan la crisis y la acercan a un m¨¢ximo alarmante. Aparentan ser guerras civiles europeas. Resultaron ser s¨ªsmica mundial que altera radicalmente la historia. En ellas, Europa cede ante los Estados Unidos. Las guerras que pierde Alemania son guerras perdidas por Europa ante los americanos. La crisis se hace m¨¢s profunda a¨²n desde 1945 porque la inestabilidad en Europa y en el mundo entero domina la vida de los pueblos, no s¨®lo en lo pol¨ªtico sino tambi¨¦n en lo que la vida de ellos participa de lo espiritual y moral: costumbres, creencias, modo de pensar, opini¨®n p¨²blica en suma; eso es la "guerra fr¨ªa". Mas pese a dominar con fuerza en el mundo, los Estados Unidos no mandan realmente ni, mucho menos, mandan en el mundo; la URSS tampoco, claro es... A lo largo de la guerra fr¨ªa no manda nadie; nadie puede mandar, porque se carece del vigor espiritual que concede la opini¨®n p¨²blica, ya que en crisis hist¨®ricas profundas el pueblo est¨¢ desconcertado, desanimado, m¨¢xime cuando falta el pol¨ªtico certero que explique lo que est¨¢ pasando y se?ale metas que alcanzar trazando proyectos que lleven a ellas.
Y adviene el colapso del comunismo y la desmembraci¨®n de la URSS. En lo pol¨ªtico y en lo estrat¨¦gico se concentran de rechazo el poder y la importancia en EE UU. Este clama su victoria, y da la impresi¨®n de decidirse a mandar en el mundo y a imponer en ¨¦l el orden americano. Lo que hace Washington desde principios de este decenio no es mandar, ya que la ca¨ªda del comunismo no resuelve la crisis del siglo; antes bien: la agudiza. Porque al desvanecerse el comunismo ha producido y sigue produciendo una sensible alteraci¨®n en las costumbres y en la forma de vida de casi todos. Eso provoca efectos sensibles en la opini¨®n p¨²blica. ?sta tiende a acusar su materializaci¨®n y a perder por indiferencia fuerza en los vectores del esp¨ªritu que la componen. La opini¨®n p¨²blica, particularmente en Occidente, se est¨¢ desespiritualizando cada vez m¨¢s. Las costumbres y formas de vida se est¨¢n alterando por sendas alarmantes aunque pueda antojarse "natural" tal alteraci¨®n para quienes no tengan posibilidad o inter¨¦s m¨¢s que en contemplar el presente en curso sin referencia alguna al pasado... Ello se exterioriza por un lado en la idolizaci¨®n de la t¨¦cnica y por otro consecuencia para muchos "l¨®gica" de la causa anterior- en la frialdad que parece afectar a las religiones. La opini¨®n p¨²blica se desvirt¨²a como valor; est¨¢ hoy m¨¢s deteriorada y desanimada que hace setenta a?os.
La crisis se mantiene. Hoy se puede afirmar que la crisis se agudiza del lado occidental por el comparativo auge que est¨¢n adquiriendo otras civilizaciones: lo que entendemos por "lo oriental" -China, Jap¨®n, Corea algo...- y por el mundo ¨¢rabe o el islam hist¨®rico. Tal vez haya en ello paralelismo de alg¨²n modo con lo del Imperio Romano decadente ante los "b¨¢rbaros" sin cultura pero plenos de vigor y de convicci¨®n de lo trascendental de su esencia..-. Es pronto para dictaminar sobre los aconteceres del ma?ana. Lo que s¨ª viene a ser relativamente sencillo es afirmar que hoy nadie manda en el mundo con la eficacia que exige la esencia de la teor¨ªa de Ortega y la letra de su definici¨®n. Porque el mando material tan s¨®lo -fuerzamaterial y econ¨®mica- que quieren ejercer los Estados Unidos no es mando real. Sin opini¨®n p¨²blica mundial" convencida y acorde no se puede mandar en el mundo. Tampoco manda el m¨¢ximo y oficial organismo pol¨ªtico internacional: las Naciones Unidas.
Si no hay desde el siglo XIX quien mande en el mundo, ?no ser¨¢ ya ingenuidad pueril preguntarse qui¨¦n manda en ¨¦l? ?No consistir¨¢ la verdad pr¨¢ctica en el hecho de que el ¨²nico mando real en cualquier esfera es el de la fuerza material, el de la fuerza de las armas que se esgrimen para evitar la rebeli¨®n del esclavo contra el amo en actitud de guerra y para ganar ¨¦sta si llega a producirse?... Y la historia seguir¨¢ movi¨¦ndose sobre sus cl¨¢sicos patrones...
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