El viaje
En la cama, abrazado a la cintura de su mujer como el pasajero de una moto al conductor, decidi¨® hacer un recorrido imaginario alrededor de s¨ª mismo espalda abajo, comenzando en la nuca. Se trataba de un ejercicio habitual, que llevaba a cabo para comprenderse, aunque cuando volv¨ªa al punto de partida, despu¨¦s de haberse dado una vuelta, continuaba sin entender el porqu¨¦ de todos aquellos accidentes corporales: las nalgas, con su fosa abisal, la bolsa testicular, los muslos, y las rodillas, dotadas de un engranaje llamado r¨®tula, forrado en piel, aunque en los museos pod¨ªa verse al descubierto. M¨¢s all¨¢, los tobillos como un presentimiento de los pies, abiertos en cinco dedos irregulares cada uno.Esa noche, al alcanzar la zona del vientre se equivoc¨® de camino y rode¨® el de su mujer, que permanec¨ªa pegada a ¨¦l como la primera p¨¢gina de un libro a la segunda. Not¨® algo raro, pero no supo qu¨¦. Y luego al llegar al pecho y extraviarse entre los senos de ella pens¨® que quiz¨¢ hab¨ªa descubierto dentro de s¨ª un continente nuevo. "He llegado a Am¨¦rica", se dijo, "no acaba uno jam¨¢s de recorrerse, somos inacabables, raros". Pero le dio miedo la idea de perderse en aquellos territorios corporales, que parec¨ªan propios y ajenos a la vez, as¨ª que regres¨® corriendo a la nuca por el mismo camino por el que hab¨ªa venido y al poco se durmi¨®.
Al d¨ªa siguiente, mientras desayunaba en la cocina, observ¨® el escote de su mujer, que llevaba una bata de ba?o muy amplia, y comprendi¨® lo que hab¨ªa sucedido. Am¨¦rica se encontraba entre aquellos dos pechos por los que descend¨ªa a los misterios del vientre de ella como si buscara algo suyo. Entonces supo que esta experiencia de ser uno sin dejar de ser dos constitu¨ªa una forma de pasi¨®n. Pero no dijo nada, por modestia, y para saborear a solas el secreto.
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