El modelo de jornada escolar
El tema de la jornada escolar continua o intensiva es lo suficientemente complejo, adem¨¢s de socialmente importante, como para que cualquier tratamiento informativo que se haga del mismo parezca incompleto y deje tras de s¨ª alg¨²n poso de insatisfacci¨®n. Algunos lectores que subrayan su condici¨®n de ense?antes manifiestan haber tenido esa sensaci¨®n -incluso en una carta al director publicada el 26 de marzo- ante las informaciones que ha venido ofreciendo EL PA?S desde el momento -mediados de marzo- en que comenz¨® a hablarse de la jornada continua como posible alternativa al actual modelo de jornada escolar partida. Igual sensaci¨®n afirman haber tenido estos lectores ante alguno de los juicios vertidos en el editorial Tardes sin clase -15 de marzo-, en el que se hac¨ªa una valoraci¨®n negativa de la medida.Veamos primero el editorial. En ¨¦l se criticaba que la implantaci¨®n de la jornada continua se decidiera exclusivamente con los sindicatos de profesores, pues, "por m¨¢s respetable que sea el cometido de los sindicatos, no es de recibo que una medida de esa trascendencia educativa, familiar, social e incluso pol¨ªtica se despache de puertas adentro como si fuera un tr¨¢mite corporativo". Despu¨¦s se se?alaban los previsibles males que se derivar¨ªan para la ense?anza p¨²blica en caso de establecer la jornada continua, entre ellos "el abandono por parte de los profesores de sus obligaciones de coordinaci¨®n docente, tutor¨ªa del alumno y atenci¨®n de los padres".
Ha sido justamente ese juicio, condicionado a una situaci¨®n de momento inexistente, el que ha provocado malestar, en especial a Mart¨ªn Ruiz Olmedo, maestro de educaci¨®n infantil y asesor de formaci¨®n permanente en el Centro de Profesores y de Recursos de Tomelloso, Ciudad Real. Para este lector, tal juicio establece "la presunci¨®n de culpabilidad de un colectivo de cerca de 200.000 docentes que trabajan en la ense?anza. Es de todo punto inadmisible que se afirme que un colectivo X, si se toma la medida legal Y, dejar¨¢ de cumplir sus obligaciones reglamentarias". No le falta raz¨®n al lector. Incluso, en el contexto hipot¨¦tico en el que se produce, tal juicio es en exceso categ¨®rico y contundente al no dejar resquicio a ninguna otra posibilidad o excepci¨®n. No se trata, desde luego, de un juicio dogm¨¢tico, producto de una postura ideol¨®gica previa, o de un prejuicio, tal como se?ala el lector, pero s¨ª de un juicio anal¨ªtico -"la experiencia hace asomar...",se dice en el editorial- que ha ido demasiado lejos en su conclusi¨®n.
Pero este lector y otros tambi¨¦n cuestionan los criterios seguidos en el tratamiento informativo de la jornada escolar continuada. Mart¨ªn Ruiz Olmedo habla incluso de "esa diab¨®lica jornada continuada que se ha inventado EL PA?S", y echa en falta "otros puntos de vista sobre el modelo horario de Jornada que algunos propugnamos". Y una lectora de Santander, tambi¨¦n maestra de educaci¨®n primaria, se?ala al Defensor del Lector que habr¨ªa de "tener en cuenta otras consideraciones, ya que creo que no se est¨¢ enfocando adecuadamente el tema". Esta lectora estima que deber¨ªa abrirse un debate amplio, se?alar los aspectos positivos y no s¨®lo los negativos e informar de los resultados de la jornada escolar continuada all¨ª donde est¨¢ implantada.
Estos aspectos aparecen reflejados en gran medida en la amplia cobertura informativa dada por EL PA?S al tema, precisamente porque, como afirma Carlos Arroyo, responsable de las p¨¢ginas de Educaci¨®n, se tiene muy claro que la jornada escolar es un asunto de la comunidad educativa entera, "que es la sociedad y no s¨®lo los profesionales, los expertos, los representantes sindicales, las autoridades o los periodistas de educaci¨®n". Para Arroyo, "al discutir sobre la jornada intensiva no hablamos de retoques horarios; lo hacemos tambi¨¦n de pedagog¨ªa, de vida familiar, de pol¨ªtica, de econom¨ªa y de servicios sociales. Tampoco es cosa de funcionarios; hablamos de alumnos. Demasiado para despacharlo en una negociaci¨®n sindical".
Es dif¨ªcil no estar de acuerdo con una visi¨®n tan amplia y cabal del problema. Y a buen seguro que estos lectores cr¨ªticos tambi¨¦n lo est¨¢n. Pero ello compromete a un tratamiento informativo que no deje fuera del conocimiento del lector ning¨²n aspecto o matiz que se considere de inter¨¦s en relaci¨®n con un asunto tan diverso y complejo como ¨¦ste.
Es cierto que la informaci¨®n de este peri¨®dico sobre la jornada escolar continua ha resaltado sobre todo los inconvenientes, si bien en un contexto lo m¨¢s amplio posible. Pero no ha ocultado que una de las ventajas, quiz¨¢s la principal, ser¨ªa la mejora en la calidad de vida de los profesores. Sin embargo, no hay que perder de vista, como subraya Carlos Arroyo, que "se trata de un bien deseable, pero no de un bien absoluto al que deban supeditarse todos los dem¨¢s". Tampoco se han dejado de lado los resultados de la jornada contin¨²a all¨ª donde est¨¢ implantada: Canarias y Andaluc¨ªa. Lo que sucede es que, por lo que parece, tales resultados no son reconfortantes. En todo caso, de lo que los lectores pueden estar seguros es de que la posici¨®n editorial de EL PA?S sobre la jornada escolar continua -una posici¨®n razonada y no dogm¨¢tica, y, por ello, sometida a revisi¨®n si llegara el caso- no constituye condicionante alguno a la hora de ofrecer una informaci¨®n objetiva y equilibrada sobre una cuesti¨®n tan importante para la sociedad en general.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (
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