No lo estropeen, por favor
La celebraci¨®n de elecciones primarias es la iniciativa pol¨ªtica m¨¢s importante que ha adoptado el PSOE en esta d¨¦cada. La decisi¨®n de Almunia de someterse a ese examen democr¨¢tico y la determinaci¨®n de Borrel de competir en serio con ¨¦l han conjurado, de momento, una larga sequ¨ªa de credibilidad y una interminable secuencia de descr¨¦dito. Ambos gestos han tenido m¨¢s espesor pol¨ªtico que ocho a?os de ret¨®rica sin sustancia y estrategias sin norte. Contra todo pron¨®stico y desmintiendo el cuchicheo de regencia y sucesi¨®n protagonizado por los notables del partido, se ha abierto de pronto un horizonte de expectativas realmente in¨¦dito. Para empezar, la reacci¨®n provocada por las primarias entre propios y extra?os confirma que lo que de verdad esperan los ciudadanos del PSOE es su propia regeneraci¨®n interna. La lecci¨®n es clara: el cr¨¦dito del partido aumentar¨¢ en proporci¨®n a la cantidad y calidad de iniciativas que desde fuera y desde abajo sean percibidas como reformadoras de su funcionamiento. A despecho de otras medidas presentadas como innovadoras, ¨¦sta es la ¨²nica que ha suscitado inter¨¦s y entusiasmo. ?Por qu¨¦? Muy sencillo; los ciudadanos han intuido que las primarias pueden ser una oportunidad para reconciliarse con la pol¨ªtica, una actividad que consideran b¨¢sica y a la. que, sin embargo, son profundamente desafectos.La fuente de la desafecci¨®n hacia los partidos hay que encontrarla en la impotencia de los ciudadanos para condicionar, siquiera m¨ªnimamente, una actividad que financian, que se realiza en su nombre y que insensible a sus demandas deviene cada vez m¨¢s un mercado, en beneficio en primer lugar de sus propios gestores y de su clientela, pero motambi¨¦n de consorcios de poder no pol¨ªtico que se disputan el control de tan preciado territorio de caza. M¨¢s que una competici¨®n que favorece a terceros, los ciudadanos en general, la pol¨ªtica se proyecta como un atajo de excepci¨®n para la promoci¨®n personal y para la acumulaci¨®n de poder e influencia; objetivo que uniforma a quienes ponen el ojo y la mano sobre tan importante esfera de la interacci¨®n social. Y puesto que la pol¨ªtica se convierte en un horizonte profesional sin re torno, el precio moral de la voluntad de permanencia y de poder se rebaja considerablemente, la calidad de la vida asociativa se degrada, la financiaci¨®n se hace insaciable y a la postre la actividad pol¨ªtica queda atrapada en un sin fin de problemas personales pendientes.
Lo que esperan los ciudadanos de las primarias es que al desapoderar a las c¨²pulas de los partidos de algunas de sus competencias Y aumentar las oportunidades de decisi¨®n de afiliados y seguidores no atrapados en su promoci¨®n personal por los lazos con aqu¨¦llas, se frene la l¨®gica autoreferencial y la espiral endog¨¢mica que domina la vida p¨²blica y que ha desvitalizado los mecanismos de la responsabilidad pol¨ªtica y el control democr¨¢tico. Tan pertinentes son estas expectativas ciudadanas como fundado el temor a que una vez m¨¢s puedan frustrarse. En primer lugar, quienes pueden desarrollar estas reformas tienen que optar entre aceptar los riesgos inherentes a un programa de innovaci¨®n rentable para el colectivo o desvirtuarlo para preservar la actual renta de situaci¨®n, o sea el status y la posici¨®n de poder de ellos mismos y de sus allegados pol¨ªticos. Los precedentes no permiten ser muy optimistas y lo que hasta, ahora se ha hecho es fagocitar las referencias reformistas vaci¨¢ndolas de contenido y dej¨¢ndolas sin mordiente transformador, como en el caso de la asignaci¨®n de puestos por cuotas. En segundo lugar, los partidos, en parte por definici¨®n y en parte por vicio, tienen una democracia y legalidad internas de naturaleza demediada: en su interior no opera el control de legalidad, ni hay mecanismos fiables de garant¨ªas para.los derechos individuales y procedimientos; no existe l¨®gicamente divisi¨®n,de poderes y el pluralismo deviene por lo com¨²n actividad no ya fraccional sino de facci¨®n, como dir¨ªa Sartori. Adem¨¢s, a estas alturas es para desconfiar de que el gobierno de los hombres -en este caso los miembros de los aparatos de los partidos- pueda suplir con acierto las carencias del gobierno de las leyes. Para disipar sospechas y evitar la tentaci¨®n de que a los patrones pol¨ªticos "se les vaya la mano" en su af¨¢n por controlar el proceso y de ese modo el hallazgo de las primarias termine en un gran fiasco, s¨®lo se me ocurre una salida de futuro: el control externo; encomendar a las juntas electorales, o a un organismo an¨¢logo habilitado a tal fin, la garant¨ªa de los requisitos de legalidad, imparcialidad e igualdad propios del procedimiento democr¨¢tico, con independencia de las competencias del ¨¢mbito judicial.
Hace unos a?os, cuando daba vueltas a estos asuntos con Manu Escudero y Miguel ?ngel Quintanilla, este ¨²ltimo, medio en broma y medio en serio, sol¨ªa terciar en la discusi¨®n diciendo que habr¨ªa libertad y democracia en el interior de los partidos el d¨ªa en que ¨¦stos alcanzasen como m¨ªnimo el mill¨®n de afiliados y los participantes en las asambleas locales fueran tan numerosos que hubiera que celebrarlas en los polideportivos de los pueblos y en los estadios de las grandes ciudades. Tal hip¨¦rbole en favor del principio democr¨¢tico de inclusi¨®n es muy expresiva de la necesidad de romper el c¨ªrculo olig¨¢rquico que ahoga la democracia interna en los partidos. No nos enga?emos, mientras los que toman parte en el proceso de decisiones sigan siendo una peque?a minor¨ªa, el voto ser¨¢ en una gran proporci¨®n un voto de trueque por el que se permuta lealtad a cambio de gratificaciones particularizadas y personales. La ¨²nica salida viable es tratar de diluir las fronteras entre esa minor¨ªa que dentro de los partidos goza de muchas oportunidades de elegir y condicionar las decisiones y esa otra gran mayor¨ªa de seguidores a los que por todo incentivo pol¨ªtico s¨®lo les cabe votar en la competici¨®n entre los distintos partidos. De ah¨ª que ya entonces en Diez propuestas para la reforma del PSOE (EL PA?S de 22/7/93) propusi¨¦ramos la celebraci¨®n de primarias no s¨®lo entre afiliados sino tambi¨¦n abiertas a los seguidores del partido, cre¨¢ndose a tal fin un censo p¨²blico de simpatizantes a los que se les reconoce el derecho a participar en las deliberaciones program¨¢ticas, en la aprobaci¨®n anual de la gesti¨®n de sus ¨®rganos locales y en la selecci¨®n de los candidatos electorales.
Por ¨²ltimo, supongamos que los dirigentes de un partido, venciendo contra todo pron¨®stico el muy mentado efecto Lampedusa, est¨¢n dispuestos a incorporar cuantos mecanismos de control sean necesarios para garantizar la absoluta limpieza del desarrollo de las primarias y brindan adem¨¢s la oportunidad de participar a sus simpatizantes. Quedar¨ªa a¨²n un ¨²ltimo requisito para que la planta de las primarias termine prendiendo: la generalizaci¨®n del procedimiento al conjunto de los partidos y su regulaci¨®n por ley. De lo contrario, su crecimiento se producir¨¢ en el movedizo terreno de la legalidad interna de los partidos; no parece equitativo que las organizaciones m¨¢s sensibles a los requerimientos democr¨¢ticos sean las que soporten m¨¢s constricciones y resulten penalizadas en su capacidad de maniobra.
Es cierto que con las primarias el PSOE ha dado algo m¨¢s que un golpe de efecto; ha estimulado de nuevo la sensibilidad de bastantes "pol¨ªticos de vocaci¨®n" sumergidos por el lastre de una pol¨ªtica poco saludable y que ha sido para muchos una verdadera pesadilla. Esperemos que este atisbo de resurgimiento no quede en un agradable sue?o. Y como eso depende ahora de los "pol¨ªticos de profesi¨®n", terminar¨¦ con un ruego: no lo estropeen, por favor.
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