La cumbre
Una reciente columna m¨ªa sobre la podatala obr¨® el milagro de que se pusiera en contacto conmigo nada menos que don Santiago Romero, arquitecto, jefe del departamento de Parques y Jardines del excelent¨ªsimo Ayuntamiento, convoc¨¢ndome a una reuni¨®n. Tal iniciativa me pareci¨® no s¨®lo acertada, positiva y prometedora, sino digna de gratitud por mi parte. Al fin y al cabo, soy reo de una cr¨ªtica continuada a la pol¨ªtica arb¨®rea del municipio madrile?o desde hace por lo menos treinta a?os, en los diversos medios de comunicaci¨®n a mi alcance, sin que jam¨¢s, al parecer, nadie se inmutase. "Me llaman, luego existo", d¨ªjeme ahora, satisfecho. Todo resultaba esperanzador a priori: qu¨¦ gran alivio, desahogar la angustia acumulada a lo largo de tantos lustros nada menos que con y en el m¨¢ximo l¨ªder (desde hace 14 a?os, seg¨²n me aclarar¨ªa ¨¦l) de la poda madrile?a, recibir quiz¨¢ esa explicaci¨®n ¨²ltima, que siempre se me ha escapado, sobre los motivos de dicha pr¨¢ctica, convertir lo, ininteligible en inteligible.De modo que acud¨ª a la reuni¨®n como chico con zapatos nuevos. Fue, en realidad, un encuentro en la cumbre, pues la integraban, por parte del Ayuntamiento, no s¨®lo el citado Santiago Romero, sino tambi¨¦n su asesora t¨¦cnica Nieves Vicente, Rosa Aurora Garc¨ªa Garrido,del gabinete de prensa, es decir, que -en contra de lo que yo hab¨ªa supuesto en otra columna- ?exist¨ªa! Me pareci¨® de entrada un grupo de gente normal, con buenas maneras y sonrisa f¨¢cil, estupenda seguramente para "tomarse unas copas por ah¨ª". El propio l¨ªder apostill¨®: "Como ver¨¢s, no tenemos cuernos ni rabo". Y no, no ten¨ªan.
Entramos enseguida en materia, expresando Santiago en forma estad¨ªstica y cuantitativa la labor desarrollada por su departamento durante los a?os de su jefatura: "Me encontr¨¦ con 150.000 ¨¢rboles y ahora hay 205.000, y ciertos barrios madrile?os, como Usera, se han convertido en zonas verdes". Yo repliqu¨¦ que, bueno, quiz¨¢, pero que" una buena acci¨®n no justifica una mala", seg¨²n aprend¨ª en mi ni?ez.
Dijo ¨¦l que los ¨¢rboles tienen un plazo de vida corto, y de ah¨ª la poda. Se me escap¨® una ordinariez, que deploro aqu¨ª p¨²blicamente: "?Quieres decir que los mat¨¢is para que no se mueran ?, observaci¨®n que no le gust¨® mucho, l¨®gicamente, pero pronto volver¨ªa el di¨¢logo a sus cauces de normalidad, as¨ª que pude reafirmar de nuevo lo que tantas veces he reiterado: que el ¨¢rbol es, en t¨¦rminos generales, el ser vivo m¨¢s longevo de la creaci¨®n, y el pl¨¢tano, concretamente, puede vivir, si le dejan, m¨¢s de 500 a?os. As¨ª lo afirma, por ejemplo, el libro Arboles del Retiro, editado por el excelent¨ªsimo Ayuntamiento de Madrid (p¨¢gina 142, edici¨®n de 1985), y en la estupenda obra Arboles de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y Baleares, de Editorial Planeta (p¨¢gina 10, edici¨®n de 1997), se alude al famoso pl¨¢tano de la isla egea de Kos, que lleva viviendo y creciendo m¨¢s de 2.500 a?os y bajo cuyas ramas, seg¨²n se asevera, congregaba Hip¨®crates a sus disc¨ªpulos.
"S¨ª, pero Madrid es distinto", aleg¨® mi amable y paciente interlocutor: "Piensa en la contaminaci¨®n". Yo acababa de regresar de Santiago de Chile, que es, seg¨²n los propios chilenos, la segunda ciudad m¨¢s contaminada del planeta, despu¨¦s de M¨¦xico Distrito Federal, y cuyas avenidas y parques lucen impecables frondas sin huella alguna, de intervenci¨®n desmochadera municipal. Tambi¨¦n le record¨¦ los gloriosos pl¨¢tanos de Berkeley Square, Londres, plantados en 1790, jam¨¢s podados, seg¨²n todos los indicios, y que resistieron impert¨¦rritos los a?os del blitz y las V-2, sin que jam¨¢s dejaran de cantar en ellos, dicen, los ruise?ores. Igualmente me habl¨® de una podatala (bueno, quiz¨¢ no utilizara dicha expresi¨®n) reciente en los parisienses Campos El¨ªseos, pero hace tiempo que no voy por all¨ª. ?A ver si encuentro un mecenas! Y aprovech¨¦ para recordarle la opini¨®n cient¨ªfica de los grandes arbolistas mundiales, que se expresa, insistentemente, as¨ª: los ¨¢rboles frutales deben ser podados; los ¨¢rboles ornamentales, no.
S¨¦ que este punto de vista tiene que resultar impertinente para un podador de ¨¢rboles ornamentales, pero ?qu¨¦ puedo hacer yo? Y, en fin, se me ha quedado casi todo en el tintero: habr¨¢ que seguir.
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