Los n¨²meros
Dado que mis padres se separaron al poco de que yo me independizara, pens¨¦ que quiz¨¢ no lo hab¨ªan hecho antes para evitarme los sufrimientos que se atribuyen a los hijos de las parejas divorciadas. Pero a m¨ª la idea de que hubieran permanecido unidos sin quererse durante todos aquellos a?os me quitaba el sue?o. "Lo normal es que los hijos se culpen de que los padres se separen, no de que hayan vivido juntos", me dijo un psic¨®logo, aportando al caso abundante documentaci¨®n. Pero a m¨ª todo lo normal me parece muy raro, as¨ª que no me ayud¨® gran cosa. Por las noches me quedaba despierto hasta las tantas, d¨¢ndole vueltas al asunto, obsesionado con la idea de que los momentos de dicha familiar que guardaba en mi memoria hubieran sido un espejismo. Y es que si aplicaba ahora la lupa a las cenas navide?as de la infancia no me costaba advertir en sus rostros gestos de desesperaci¨®n. Qu¨¦ espanto, pensaba, que toda aquella felicidad se convirtiera de s¨²bito, como el d¨ªa de Reyes, en una mentira. Comenc¨¦, pues, a pedirles por tel¨¦fono que se reconciliaran, pero ellos dec¨ªan que no estaban enfadados y que me metiera en mis asuntos. Mam¨¢ era m¨¢s dura. Pap¨¢ no sol¨ªa colgarme, pero iba y ven¨ªa del aparato masticando cosas mientras yo hablaba al vac¨ªo. Entonces pens¨¦ que mezclando sus n¨²meros telef¨®nicos obtendr¨ªa, l¨®gicamente, el de un abonado que fuera la suma de los dos, y de este modo se mantendr¨ªan unidos incluso a su pesar. As¨ª lo hice. Luego llam¨¦ al n¨²mero resultante y sali¨® un sex-shop de Londres. Me pareci¨® raro que se hubieran ido tan lejos, y para dirigir un negocio de esa naturaleza, pero dijeron que se encontraban bien y me invitaron a visitarles para comenzar una nueva vida juntos, esta vez en ingl¨¦s. Con buena voluntad, todo se arregla.
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