'Cross racismo'
Seis de los ocho primeros clasificados el a?o pasado en la Bolder Boulder, una de las carreras urbanas m¨¢s importantes de Estados Unidos, eran kenianos; en 1996, ocho de los 10 primeros tambi¨¦n eran atletas del pa¨ªs africano. En la edici¨®n de este a?o, eso no ser¨¢ posible. El dominio aplastante preocupa a los organizadores de la carrera. Temen que los patrocinadores retiren su apoyo, ya que los atletas kenianos tienen talento, pero son demasiado taciturnos para sus necesidades publicitarias. As¨ª que han decidido hacer algo para cambiar el signo de la marea. Este a?o, el 25 de mayo, s¨®lo permitir¨¢n competir a tres atletas kenianos o de cualquier otro pa¨ªs extranjero; la inscripci¨®n de norteamericanos no tendr¨¢ l¨ªmite. Bien podr¨¢n los africanos acaparar el podio, pero los locales tendr¨¢n m¨¢s oportunidades de catar alguno de los 32.000 d¨®lares (unos cinco millones de pesetas) destinados a premios. Adem¨¢s, cualquier norteamericano clasificado entre los cinco primeros tendr¨¢ premio doble.
"Es nuestro pa¨ªs, nuestra carrera, nuestro dinero. Los patrocinadores estadounidenses quieren ganadores estadounidenses", dicen los organizadores para justificar una decisi¨®n que los kenianos consideran racista. Para ellos, las nuevas reglas van contra el esp¨ªritu de la libre competencia y en el fondo son sin¨®nimo de rendici¨®n: los americanos reconocen que no tienen nada que hacer contra los mejores del mundo.
Pero la carrera de Boulder no es la primera que ha levantado barreras contra los kenianos. El pasado verano, una carrera en Nueva Jersey se invent¨® un formato de prueba por equipos que exclu¨ªa a los kenianos; otra de Florida y el marat¨®n de Pittsburgh s¨®lo ofrecen premios en met¨¢lico a los estadounidenses; otra prueba de Florida, que no tiene un ganador local desde 1989, ha dejado de dar premios en met¨¢lico.
La creciente hostilidad hacia los extranjeros ha dejado perplejos, como poco, a los corredores africanos. A algunos, como a Godfrey Kiprotich, que vive de las carreras para alimentar a los 10 miembros de su familia, les ha desilusionado abiertamente. "El a?o pasado gan¨¦ una carrera y me llev¨¦ 2.500 d¨®lares (unas 400.000 pesetas). El primer norteamericano, que lleg¨® bastante despu¨¦s de m¨ª, se llev¨® el doble", explica.
Los corredores de fondo norteamericanos, anta?o una de las grandes fuerzas mundiales, est¨¢n divididos. Dudan de la ,conveniencia de excluir a los extranjeros o de reducir sus premios, pero ninguno discute la verdad que subyace al debate. "Los kenianos de ahora son los mejores corredores de fondo que el mundo jam¨¢s ha conocido", dice Keith Brantly, un maratoniano norteamericano, ol¨ªmpico en Atlanta. "No s¨®lo nos est¨¢n masacrando a nosotros, est¨¢n acabando con el mundo entero".
Aunque los kenianos dominan las carreras de Europa, Asia y Am¨¦rica del Sur tambi¨¦n, s¨®lo en Estados Unidos se les est¨¢ poniendo trabas. Uno de los argumentos es que los africanos impiden que los j¨®venes talentos norteamericanos vivan de las carreras y desarrollen su talento. Los kenianos permanecen poco tiempo en Estados Unidos; ganan carreras y dinero y regresan a su tierra con las ganancias, que les hacen casi millonarios en un pa¨ªs cuya renta perc¨¢pita es de 280 d¨®lares (45.000 pesetas).
Los organizadores se han quejado de que los kenianos no satisfacen las necesidades medi¨¢ticas de los patrocinadores, que incluyen entrevistas en los peri¨®dicos y apariciones televisivas. "Los periodistas empezaron a decimos 'mira, este a?o no vamos a escribir de tu carrera, no sabemos qui¨¦nes son los kenianos, no saben hablar", dice el organizador de Boulder, una prueba' en la que participan m¨¢s de 37.000 atletas. Mientras, si gana un norteamericano, ¨¦ste se encarga de gritar su amor por la carrera.
Hezron Otwori se embols¨® 10.000 d¨®lares (aproximadamente 1,6 millones de pesetas) al ganar la Boulder 97 y, pese a las limitaciones, volver¨¢ a competir este a?o. No estaba seguro, sin embargo, de poder complacer a los patrocinadores. "Hezrones un chaval estupendo y simp¨¢tico", dice su agente, ''pero no esperen que gane, agarre un micr¨®fono y se ponga a contar historias".
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