Vencedores y convencidos
El otro d¨ªa escuchaba el programa matutino de la SER como hago cada jornada mientras pedaleo con rabiosa ineficacia en la bicicleta est¨¢tica, triste Indur¨¢in de secano. El tema debatido era la repulsa suscitada en Francia por las alianzas t¨¢cticas de la derecha con el Frente Nacional de Le Pen y la condena en el mismo pa¨ªs de Papon por su colaboracionismo con los nazis. Los contertulios se alegraban de esta sana intransigencia en la debilitada Europa posmodena, reafirmaban la importancia de los principios frente al mero pragmatismo y concluyeron que el fundamento de la tolerancia democr¨¢tica es se?alar lo democr¨¢ticamente intolerable. El conductor del programa rememor¨® algunas de las cr¨ªticas de leso realismo que hab¨ªa recibido por sostener a lo largo de los a?os tal postura y se congratul¨® de ellas frente a los adalides de la ciega eficacia. Y mientras yo, sudoroso por el ejercicio pero edificado por tanta elocuencia, pedaleaba y aplaud¨ªa al mismo tiempo, lo que estuvo a punto de agravarme la escoliosis.Sin embargo nadie mencion¨® que Le Pen tiene despu¨¦s de todo un abultado quince por ciento de los votos franceses. Que, aun port¨¢ndose como un mat¨®n de la peor especie con las mujeres, acepta de momento el juego democr¨¢tico y sus huestes no practican a¨²n el asesinato pol¨ªtico. Y Papon no fue m¨¢s que el obediente funcionario de un Gobierno que claudic¨® ante la violencia injusta quiz¨¢ para evitar males mayores, sin duda con el apoyo de una parte vergonzosamente alta de sus ciudadanos. Ninguno de los contertulios expres¨® el temor de que condenar a ambos provocase una fractura irreparable en la sociedad francesa, ni que tal condena proviniese de un fanatismo izquierdista sim¨¦trico al derechismo de los repudiados, ni que lo deseable en las contiendas pol¨ªticas es evitar que haya vencedores y vencidos. Entonces estuve a punto de suspender mi gimn¨¢stica tortura, telefonear al programa y preguntar si gozamos de la misma dispensa quienes nos negamos a transigir con el terrorismo de ETA o a favorecer pol¨ªticamente a sus valedores. Porque tampoco nosotros queremos una fractura lerrouxista del Pa¨ªs Vasco ni mucho menos so mos partidarios de un nacionalismo espa?ol sim¨¦trico al extremismo que denunciamos. Incluso creemos atenernos a ciertos principios ni menos democr¨¢ticos ni m¨¢s ineficaces que los ensalzados frente a Le Pen y a Papon.
Los dos recientes contramanifiestos aparecidos a ra¨ªz del Foro Ermua (el primero con 145 firmas de ¨¢mbito estatal, el segundo con 500 de la CAV) nos re prochan impl¨ªcitamente esta ex cesiva firmeza, repudian la idea de una soluci¨®n policial al con flicto vasco (sea por indeseable o por imposible) y exigen una soluci¨®n dialogada que, por lo visto, nunca ha querido intentarse. Ambos coinciden en atribuir culpas a todo el mundo salvo al os nacionalistas vascos que gobiernan Euskadi desde hace casi veinte a?os. Imaginan todo tipo de cambios, que ETA deje de matar, que Mayor Oreja acerque a los presos, que se ref¨®rma la Constituci¨®n, cualquier cosa menos que se modifique un ¨¢pice la ideolog¨ªa sabiniana: el devenir del universo por lo visto no alcanza a tanto. Tambi¨¦n lamentan la concepci¨®n reaccionaria del mundo y el ofuscamiento antinacionalista vasco -brotado de un inconfieso nacionalismo espa?ol- que aqueja a los otrora progresistas del Foro Ermua. Parece que no hay objeciones v¨¢lidas desde el progresismo no nacionalista a la ideolog¨ªa dominante en Euskadi desde hace d¨¦cadas. En declaraciones complementarias, algunos firmantes estatales han deplorado la presi¨®n sobre ellos de los medios centralistas, hostiles al di¨¢logo. Pobrecillos, qu¨¦ pena me dan: no hay nada m¨¢s fastidioso que ser vituperados un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n en peri¨®dicos, tertulias, tribunas pol¨ªticas, etc¨¦tera, por decir lo que uno piensa. Algo sabemos tambi¨¦n los dem¨¢s de eso. Incluso son imaginables represalias: a Javier S¨¢daba, por ejemplo, podr¨ªan el a?o pr¨®ximo no invitarle a la Pasarela Cibeles, medida cruel pero quiz¨¢ menos que lo que tememos que nos ocurra cualquier d¨ªa a algunos de los firmantes del manifiesto de Ermua.
Ahora se nos dice con reproche: por muchas diferencias que haya, Euskadi debe mirarse en el espejo del acuerdo irland¨¦s. Puede que as¨ª sea, pero lo ¨²nico indudable es que debemos congratulamos de que los negociadores de Stormont no hayan querido mirarse en el espejo vasco. Imaginemos, por ejemplo, que David Trimble hubiera dicho en una de las sesiones: "Gentlemen, nuestro esfuerzo es in¨²til. Recuerden el precedente del Pa¨ªs Vasco. All¨ª, en 1978 (?hace 20 a?os!) el PNV propuso un plan de 15 puntos para la pacificaci¨®n, especificando demandas en el terreno del autogobierno, el biling¨¹ismo en la ense?anza, la descentralizaci¨®n de la radio y la televisi¨®n, la creaci¨®n de una polic¨ªa aut¨®ctona, la transferencia de competencias, etc¨¦tera, que se vieron razonablemente satisfechas en breve plazo. Uno de los puntos ped¨ªa el acercamiento de los presos vascos a sus lugares de origen, pero no hizo falta cumplirlo porque una generosa amnist¨ªa los sac¨® a todos de la c¨¢rcel. En el a?o 1979 se acord¨® un Estatuto de Autonom¨ªa que dot¨® al Pa¨ªs Vasco de Parlamento y fiscalidad propia, con competencias cuasi-federales. A partir de ese momento, todos los gobiernos vascos han estado presididos por el PNV, que estableci¨® a su conveniencia la bandera, el himno y hasta el nombre mismo de la comunidad. Y sin embargo no s¨®lo han continuado los cr¨ªmenes de ETA, siniestramente complementados por un terrorismo parapolicial que afortunadamente acab¨® hace m¨¢s de 10 a?os, sino tambi¨¦n los desplantes del PNV a la Constituci¨®n estatal y las quejas permanentes por los derechos del pueblo vasco pisoteados. Hoy vuelve a condenarse la pretensi¨®n de resolver el terrorismo por v¨ªa policial (como si nunca se hubiesen tomado medidas pol¨ªticas) y se dice otra vez que hay que sentarse a negociar sin l¨ªmites pero con m¨¢s muertos, pues hasta ahora por lo visto no se ha hecho m¨¢s que perder el tiempo. Gentlemen, ya ven ustedes que es in¨²til tratar de satisfacer a quien de antemano ha decidido no darse nunca por satisfecho". Por suerte este discurso no tuvo lugar -o no fue escuchado- y parece haberse llegado a un acuerdo. Claro que all¨ª el Sinn Fein y el IRA ten¨ªan como acicate no s¨®lo el flexible liderazgo de Gerry Adams, sino la existencia de un terrorismo unionista tan mort¨ªfero como el suyo propio, de cuyo alto el fuego se han visto inmediatamente beneficiados. En cambio en Euskadi, como ya s¨®lo matan los de un lado, hay que ofrecer a ETA mayores recompensas para que cese la carnicer¨ªa...
No, los firmantes del Foro Ermua no desconfiamos por principio de cualquier acuerdo negociado. Desconfiamos mucho en cambio de quienes no han sabido rentabilizar para la paz el Euskostormont de hace 20 a?os, de quienes en dos d¨¦cadas no han sabido separar su leg¨ªtimo proyecto pol¨ªtico de los derechos ciudadanos de todos los vascos, de quienes rechazan la idea de un proyecto com¨²n para nacionalistas y no nacionalistas, de quienes a¨²n ahora parecen m¨¢s comprensivos con las reivindicaciones de fondo de los terroristas que con las aspiraciones de esa mitad de la poblaci¨®n que considera compatible ser vasco y espa?ol. Y tampoco es cierto que deseemos una soluci¨®n exclusivamente policial. Por supuesto creemos que los cr¨ªmenes deben ser policialmente combatidos, pero tambi¨¦n exigirnos medidas pol¨ªticas. La primera de ellas, que todos los partidos democr¨¢ticos se unan para rechazar la rentabilizaci¨®n pol¨ªtica de la violencia. En segundo lugar, que los nacionalistas incluyan expl¨ªcita y articuladamente los proyectos que tengan (si los tienen) de autodeterminaci¨®n o independencia en sus programas electorales, deslig¨¢ndolos del aplacamiento de los asesinos, y que llegado el caso propongan un refer¨¦ndum sobre ellos a la ciudadan¨ªa. Que si sacan adelante tal consulta y logran ganarla, pidan la reforma conveniente de la Constituci¨®n.
En caso contrario, que acepten la voluntad mayoritaria y dejen de dividir a la poblaci¨®n vasca, proclam¨¢ndose invadidos, esclavizados, pisoteados, satanizados, etc¨¦tera. Y que tanto si ocurre lo uno como lo otro sepan respetar el pluralismo pol¨ªtico de una sociedad que ha de seguir siendo diversa sea cual fuere la ideolog¨ªa hegem¨®nica que la lidere. Porque no pueden negociarse acuerdos "sin l¨ªmites ni condiciones", dado que siempre estar¨¢n limitados por los derechos c¨ªvicos individuales y tendr¨¢n por condici¨®n el acatamiento de la democracia misma ya establecida, aunque sea para reformar alguna de sus cl¨¢usulas.
Refiri¨¦ndose a los pol¨ªticos de izquierda que hoy condenan los pactos con, Le Pen tras practicar los ayer bajo cuerda, B. H. L¨¦vy habla de la izquierda Tartufo" francesa. Buscando una adaptaci¨®n literaria hisp¨¢nica, creo que los 145 firmantes del manifiesto de ¨¢mbito estatal pertenecen a nuestra "izquierda de los Santos Inocentes". Lo cual no los hace inocentes del todo, sin embargo, y previene desmitificadoramente contra las soluciones que suelen volublemente proponer sobre otros conflictos en Chiapas, Argelia o el golfo P¨¦rsico. Al final de su manifiesto concluyen que no quieren "m¨¢s a?os de sufrimiento, ni m¨¢s muertos, ni medios represivos", como si su engre¨ªdo desagrado personal por lo que ocurre bastase como argumento para que dejara de ocurrir. Y a?aden: "Ni vencedores ni vencidos". Puro voluntarismo. Los vencidos, ay, son ya inevitables: los muertos, los mutilados, los hu¨¦rfanos, las viudas y viudos... de cualquier bando. En cambio ser¨ªa bueno que el conflicto tuviese vencedores: quienes han sostenido contra viento y marea la legalidad del Estado de derecho, quienes no han dejado de creer en la posibilidad de una convivencia sin exclusiones ni revanchas. Y al resto bastar¨ªa con desearles convencidos: de que en democracia puede aspirarse a todo jugando dentro de las reglas y de que ning¨²n objetivo pol¨ªtico merece la pena ni respeto si se consigue fuera de ellas, contra ellas.
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