Cosa de zurdos
El Madrid consigue la victoria m¨¢s sencilla de la temporada y Ra¨²l se reencuentra con el gol
Los goles son m¨¢s hermosos cuando los producen los zurdos. Tiene que ver con la pl¨¢stica y con la condici¨®n misteriosa de la zurdera. Ra¨²l, que llevaba largo tiempo deca¨ªdo, marc¨® sus dos primeros goles en la segunda vuelta; Roberto Carlos desarbol¨® al Oviedo en cada una de sus incursiones; Amavisca y Redondo tuvieron algo que ver en el primer tanto, como Guti en el quinto. Todos zurdos y actores de algunos tantos estupendos, muy principalmente el ¨²ltimo del partido, un prodigio de exactitud y belleza. El partido vali¨® menos que los goles, y el Oviedo no vali¨® nada. En Chamart¨ªn justific¨® su desplome: un equipo aburrido, triste y mal organizado. El f¨²tbol anda flaco de memoria o es de naturaleza injusta. La gente salud¨® con gran entusiasmo la primera intervenci¨®n de Redondo, el h¨¦roe de Dortmund. Se le festej¨® aquel pase y casi todos los que hizo durante el encuentro. Tres a?os atr¨¢s, precisamente frente al Oviedo, el p¨²blico de Chamart¨ªn estuvo a punto de cargarse la carrera de Redondo. Era el segundo partido de aquel campeonato y la gente carg¨® contra el centrocampista. Le censur¨® como a nadie en mucho tiempo. Por aquellas fechas, Redondo no hac¨ªa nada diferente a lo que hace ahora, e incluso hab¨ªa jugado mejor que en la actual temporada. Pero su figura era detestada en el estadio. Se hizo una cuesti¨®n principal de la presencia de Redondo y el asunto tuvo efectos devastadores sobre la continuidad de Valdano y la carrera del futbolista, que se vio obligado a jugar en un clima de hostilidad.
Por lo visto, Redondo ha salido triunfante del desaf¨ªo. Es tan b¨¢sico ahora como antes, pero en estos tiempos se le celebra todo. As¨ª de cambiante es el humor de la gente del f¨²tbol. Redondo tuvo un papel secundario frente al Oviedo. El Madrid no le necesit¨® demasiado en un partido que s¨®lo tuvo de estrepitoso el resultado. Todo lo dem¨¢s fue sencillo para los madridistas, que jugaron con m¨¢s comodidad que nunca. El encuentro le result¨® f¨¢cil porque algunos jugadores recuperaron lo mejor de su talento y porque el Oviedo concedi¨® en todos los sentidos. El desastre alcanz¨® a todas las l¨ªneas, en unos casos por graves carencias de calidad, en otros por un desorden general y en muchos por una indolencia inexplicable. En el rifi rafe que se vive en el fondo de la clasificaci¨®n, no hay peor c¨¢ncer que la apat¨ªa.
Fue un partido de izquierdas, tanto por el protagonismo de los zurdos como las limitaciones de los diestros. Las ¨²nicas jugadas rese?ables del Oviedo discurrieron por la zona de Panucci y Karembeu, que estuvieron en su peor versi¨®n. Panucci est¨¢ preso de una tendencia peligrosamente contemplativa. Le da por mirar, en plan pasivo, y no para a nadie por su banda. Quiz¨¢ es que no le apetecen estos partidos de Liga. Durante los diez primeros minutos, el Oviedo penetr¨® varias veces por all¨ª e incluso estuvo cerca de marcar, sobre todo en un centro de Gonz¨¢lez que Dely Vald¨¦s remat¨® con una parte no homologada del pie. Aquello que parec¨ªa gol seguro fue interceptado por Fernando Sanz, que volvi¨® a actuar de manera convincente.
Sanz ha decidido entrar a los partidos con la m¨¢xima atenci¨®n. Funcion¨® irreprochablemente en Dortmund, y volvi¨® a hacerlo frente al Oviedo. Una aspecto le distingue: frente a la pasividad natural de los defensores del Madrid, que prefieren adivinar antes que encimar, Sanz ha escogido la v¨ªa italiana. Si el delantero se retrasa a la media punta, la persigue, le encima y le impide la jugada, bien porque le arrebata la pelota, bien con una falta. No es una cuesti¨®n menor.
El primer gol defini¨® el partido y, los tantos posteriores. Intervinieron Redondo, Amavisca y Roberto Carlos, que lleg¨® como un avi¨®n y meti¨® un centro estupendo hacia al segundo palo, donde Morientes se levant¨® y marc¨®. Fue la primera de las varias asociaciones que se produjeron en la banda izquierda. El segundo tanto naci¨® de una intercepci¨®n de Roberto Carlos y desemboc¨® en un remate estupendo de Ra¨²l a la escuadra. Hasta entonces no hab¨ªa noticias de Ra¨²l, pero el gol le produjo un efecto euf¨®rico.
Ra¨²l se recuper¨® poco a poco hasta recordar el jugador decisivo que es. A su manera, Morientes tambi¨¦n lo es. Si fuera del ¨¢rea es un futbolista discret¨ªsimo, en el ¨¢rea gana mucho. Anot¨® dos goles y se garantiza un sitio como titular, porque Suker s¨®lo est¨¢ para los minutos de la basura. Como el partido estaba para las reivindicaciones personales, Sanchis, otro represaliado por el personal no hace mucho, meti¨® un frentazo y logr¨® el tercer gol.
El partido prosigui¨® en la l¨ªnea que pretend¨ªa el Madrid. Poca intensidad y ninguna oposici¨®n del Oviedo, a pesar del tanto de Vald¨¦s. As¨ª que el Madrid se dio a los lujos, que coronaron en el quinto gol. Una obra de arte de tres zurdos, como correspond¨ªa al signo del encuentro. Roberto Carlos recibi¨® en su campa y toc¨® r¨¢pido para Ra¨²l, que retras¨® hacia Guti. Pared. Por la izquierda progres¨® Roberto Carlos, que recibi¨® de Ra¨²l. Pared. ?sta definitiva. Ra¨²l recogi¨® la pelota en la raya del ¨¢rea y la elev¨® con astucia y precisi¨®n sobre el portero. Golazo.
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