L"Hemisf¨¨ric despega
Un blanco impoluto pintado por el arquitecto Santiago Calatrava para L"Hemisf¨¨ric se ti?e de peque?os grupos de trabajadores que a lo lejos, a las diez de la ma?ana, alumbra a los primeros visitantes que han madrugado para el estreno oficial. Un color que los verdes consideran poco ecol¨®gico para un pa¨ªs mediterr¨¢neo. Una cr¨ªtica compartida con el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (MACBA), de otro ilustre arquitecto, el americano Richard Meier. En el primer d¨ªa de apertura al p¨²blico, una d¨ªa despu¨¦s de la festividad de Sant Vicent Ferrer, una peque?a expedici¨®n de curiosos, una asociaci¨®n de amas de casa y un centenar de colegiales uniformados hacen cola para dar su bendici¨®n al primero de los edificios que alumbra la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el acorazado del primer mandato de Eduardo Zaplana al frente del Consell. Ninguna personalidad ha madrugado tanto como los ni?os del Colegio Marni, de Valencia. A primera hora de la ma?ana la falta de accesos y el aspecto inacabado de la zona no se vaporizan como la noche del estreno. No hay cava, permanentes ni fuegos artificiales y el agua del lago del d¨ªa de la inauguraci¨®n, que anim¨® Michael Nyman, ha sido sustituido por un guardaespaldas con auricular que a grito pelado recrimina a los primeros visitantes que se atreven a cruzar a pie por el que debe ser el futuro espejo del ocio valenciano. "No ven que es un lago, sigan el camino habitual", chilla airadamente un encorbatado a dos se?ores de unos 50 a?os. No atiende a razones de los cariacontecidos visitantes. Poco antes de las diez la cafeter¨ªa est¨¢ desierta. El jefe de cocina da ¨®rdenes, un camarero busca los croasanes y otro hace pr¨¢cticas con la m¨¢quina registradora. A 300 el zumo de naranja y el croas¨¢n. De momento, no se ha instalado ninguna m¨¢quina de horchata. "Todo llegar¨¢", dice una de las nuevas trabajadoras vestida con una camisa blanca que hace juego con el edificio. A pocos metros el primero de los visitantes trata de justificarse ante los periodistas. "S¨ª, bueno, daba una vuelta para curiosear, yo no quer¨ªa entrar, s¨®lo contemplar el edificio y como he visto que hab¨ªa entradas y que el precio era de s¨®lo 500 pesetas, aqu¨ª estoy". Mientras, una azafata con uniforme azul compa?¨ªa a¨¦rea entrega auriculares y una voz anuncia a oscuras ante una pantalla que protege la nuca que contra posibles mareos basta con cerrar los ojos. Las normas son estrictas. Ni comida ni bebida. Ni por supuesto fotograf¨ªas. Tampoco se puede abandonar la sala antes del fin del espect¨¢culo, por lo que los espectadores que se vean defraudados por la expectaci¨®n deben reservarla para el final. La primera proyecci¨®n se inicia con la sala medio vac¨ªa y con m¨¢s de media hora de retraso. Un recorrido por las tradiciones y la historia de la Comunidad Valenciana, la factor¨ªa de Ford incluida, y una narraci¨®n que suena a todo es maravilloso reciben a un espectador que podr¨ªa imaginarse que est¨¢ en precampa?a electoral si no fuera porque todav¨ªa es abril de 1998. En la segunda proyecci¨®n la Nasa invita los visitantes desde el Discovery. El final est¨¢ salpicado de t¨ªmidos aplausos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.