Cuba se perdi¨® en el laboratorio
?Los ca?ones? No, los electricistas. As¨ª hablaba el diputado Eduardo Vicenti y Reguerra el 23 de julio de 1899: "Yo no cesar¨¦ de repetir que, dejando a un lado un falso patriotismo, debemos inspirarnos en el ejemplo que nos ha dado Estados Unidos. Este pueblo nos ha vencido no s¨®lo por ser m¨¢s fuerte, sino tambi¨¦n por ser m¨¢s instruido, m¨¢s educado; de ning¨²n modo por ser m¨¢s valiente. Ning¨²n yanqui ha presentado a nuestra escuadra o a nuestro ej¨¦rcito su pecho, sino una m¨¢quina inventada por alg¨²n electricista o alg¨²n mec¨¢nico. No ha habido lucha. Se nos ha vencido en el laboratorio y en las oficinas, pero no en el mar o en la tierra". La cita del diputado Vicenti abri¨® la ponencia que el pasado d¨ªa 22 present¨® el historiador de la ciencia Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron en el congreso sobre 1898. M¨¢s all¨¢ del laboratorio: Cajal y el regeneracionismo a trav¨¦s de la ciencia era el t¨ªtulo de la ponencia. El regeneracionismo por la ciencia es una de las v¨¦rtebras del planteamiento orteguiano, seg¨²n ha demostrado el profesor Vicente Cacho, que contrastaba ese camino regeneracionista con el que hab¨ªa emprendido Catalu?a de la mano de Prat de la Riba. Mientras Espa?a, por Ortega, confiaba en la ciencia, Catalu?a confiaba en la pol¨ªtica. No se puede decir que una confianza resultara al cabo menos est¨¦ril que la otra: el problema del an¨¢lisis de los regeneracionismos espa?oles es que siempre acaban confluyendo en la guerra civil. Pero el fracaso de cualquier posible regeneraci¨®n a trav¨¦s de la ciencia es patente en la Espa?a finisecular. En la galer¨ªa de agud¨ªsimos lamentos descubierta por S¨¢nchez Ron, destacan estas palabras de Jos¨¦ Rodr¨ªguez Carracido, catedr¨¢tico de Qu¨ªmica Biol¨®gica en la Universidad de Madrid, a partir, precisamente, de la fecha tot¨¦mica de 1898: "Desde el a?o 1887 hasta el 1901, ?durante 14 a?os!, se explic¨® la Qu¨ªmica Biol¨®gica como si fuera Metaf¨ªsica, resistiendo un¨¢nimemente todos los ministros (en esto no hay diferencia de partidos) la demanda de los elementos indispensables para la constituci¨®n del imprescindible laboratorio". Qu¨ªmica como Metaf¨ªsica. La queja de Rodr¨ªguez Carracido estaba perfectamente documentada: las ¨²ltimas compras de material databan de 1845. Fue entonces cuando Gil Z¨¢rate, director de Instrucci¨®n P¨²blica, se traslad¨® a Par¨ªs y recorri¨® los establecimientos de mayor prestigio. Sus gastos ascendieron a 45.000 duros y permitieron equipar 11 gabinetes de f¨ªsica. Sin embargo, lo peor del fracaso resid¨ªa en la conservaci¨®n y aplicaci¨®n de una sentencia cuyo car¨¢cter axiom¨¢tico hab¨ªa desgastado el uso: primero la ciencia y despu¨¦s la vida. "Hay que crear ciencia original", escrib¨ªa Cajal, "en todos los ¨®rdenes del pensamiento: filosof¨ªa, matem¨¢ticas, qu¨ªmica, biolog¨ªa, sociolog¨ªa, etc¨¦tera. Tras la ciencia original vendr¨¢ la aplicaci¨®n industrial de los principios cient¨ªficos". La misma idea subyac¨ªa en Unamuno: "Cuando nosotros empezamos a renegar de la ciencia pura, que nunca hemos cultivado de veras -y por eso renegamos de ella-, y se nos vuelve a hablar de estudios pr¨¢cticos, sin entender bien lo que esto significa, est¨¢n los pueblos en que m¨¢s han progresado las aplicaciones cient¨ªficas escarment¨¢ndose del politecnicismo y desconfiando de los practicones". La tesis de S¨¢nchez Ron es que ah¨ª reside el aut¨¦ntico fracaso del fin de siglo cient¨ªfico. "Era dif¨ªcil, muy dif¨ªcil, aspirar a que el desarrollo cient¨ªfico fuese el motor de la modernizaci¨®n y potenciaci¨®n tecnol¨®gica en Espa?a. M¨¢s bien deb¨ªa ser lo contrario. Ni Cajal, ni desde luego Unamuno vieron este problema". Sin industria, sin el desarrollo de la industria, la ciencia no pod¨ªa aspirar a ocupar un lugar regeneracionista decisivo. Y seg¨²n los an¨¢lisis del profesor Artola -citados en la ponencia- hasta bien entrado el siglo XX no se empezaron a dar en Espa?a las condiciones para una implantaci¨®n "medianamente satisfactoria" de las ciencias fisicoqu¨ªmicas. Sin embargo, lo peor es que S¨¢nchez Ron, ya fuera de ponencia, extiende esa preocupaci¨®n hasta el presente: "Cajal no lo comprendi¨®, pero muchos cient¨ªficos y muchos pol¨ªticos de hoy siguen sin comprenderlo".
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