Barcel¨®
En la muy notable exposici¨®n que el pintor mallorqu¨ªn presenta en el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona hay una pieza de barro cocido que lleva por t¨ªtulo Cabeza de Amo. En alg¨²n lugar de Mal¨ª vive, en efecto, un muchacho llamado Amo (en su lengua significa ?hu¨¦rfano?), pero sin relaci¨®n alguna con esta cabeza agrietada y tosca que parece hecha a manotazos. Barcel¨® hubo de cocerla en un horno abierto y con bo?iga de vaca, que es toda la t¨¦cnica que le permit¨ªa su taller africano, y en consecuencia, la cabeza muestra una gran mancha negra en la mejilla izquierda y es de constituci¨®n sumamente fr¨¢gil. Ya ha perdido una oreja y cualquier golpe o temblor puede reducirla a polvo. Si se observa la escultura con mucha atenci¨®n y en soledad, al cabo de unos minutos de concentraci¨®n se puede o¨ªr un suspiro entrecortado, un susurro parecido a una cantinela o a un rezo, aunque tambi¨¦n podr¨ªa tratarse de una respiraci¨®n agitada. Es un fen¨®meno que suele pasar inadvertido y no tiene lugar todos los d¨ªas ni a todas horas. El prodigio se debe a que la cabeza de tierra cocida es una de las escas¨ªsimas esculturas vivas que quedan actualmente en el mundo. En la tensa expresi¨®n del rostro y en las piedras que le sirven de ojos es f¨¢cil advertir la conciencia de un peligro de muerte inminente, y tambi¨¦n la crispada aceptaci¨®n de las cosas tal y como son. Parece contar 8.000 a?os de edad.Cuando comparece ante nosotros lo que llamamos ?una obra maestra?, saltan por los aires las teor¨ªas y el sentido com¨²n. Cuando se presenta ante nosotros una cosa viva, arrancada de la nada mediante la m¨¢s antigua y misteriosa de nuestras habilidades, s¨®lo cabe decir: no s¨¦ c¨®mo ni por qu¨¦, pero ha vuelto a repetirse. E invitar a todo el mundo a que lo compruebe.
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