En la Comunidad Tur¨ªstica...
Cuando leo que la primera autoridad auton¨®mica afirma que el turismo ha de ser el pilar de nuestro futuro econ¨®mico no s¨¦ si se trata de un lapsus justificado por su vinculaci¨®n con Benidorm o si est¨¢ erigi¨¦ndose en artista. No se dice que sea uno de los sectores punta sino el pilar. Sin entender de econom¨ªa, pensaba que su diversificaci¨®n es buena, que debemos aspirar a cierta autosostenibilidad, porque ello permite afrontar con mejor perspectiva los avatares del futuro. Como sigo sin entender, me pregunto si se puede construir una econom¨ªa con un solo pilar. El turismo ha engendrado hasta ahora riqueza monetaria, no hay duda. Tampoco es casual que se haya llegado a hablar de ¨¦l como nueva locomotora industrial. Ahora bien, la reflexi¨®n sobre el fen¨®meno se puede y se debe hacer desde muchos puntos de vista. Se debe hacer, porque las famosas instancias p¨²blicas competentes en estos casos parece que a¨²n no lo han hecho. Valorarlo ¨²nicamente como "m¨¢quina" resulta bastante reductivo. Pasa que las invenciones humanas, sobre todo las tecnol¨®gicas, comportan tambi¨¦n aspectos problem¨¢ticos, y el turismo, en su versi¨®n de t¨¦cnica de negocio, no es una excepci¨®n. Una de las reflexiones pendientes es su incidencia en el territorio valenciano, donde con exclusiva finalidad tur¨ªstica el 87,5% de su l¨ªnea mar¨ªtima est¨¢ declarada suelo urbano o urbanizable. Parece como si nuestro objetivo fuese crear una muralla construida entre la tierra y el mar, cuando la contaminaci¨®n est¨¦tica (expresi¨®n que utiliza, por cierto, el economista John K. Galbraith) producida por nuestras urbanizaciones costeras no es la menor de las p¨¦rdidas en calidad territorial. En realidad, ?tenemos zonas presentables? El amontonamiento urbano es una de las caracter¨ªsticas de nuestros municipos costeros que tiene por finalidad disponer m¨¢s "m¨¢quinas", aunque sea da?ando o malversando los propios recursos (encantos) naturales que propiciaron el fen¨®meno. Incluso en muchos focos tur¨ªsticos se ha alcanzado la fase superior del mal gusto: que como todo r¨¦cord sea plausible no quiere decir que no pueda ser deplorable, ni que sobre gustos no est¨¦ todo escrito. El reciente (y reincidente) caso de Calp demuestra que no hemos aprendido gran cosa. Cullera tambi¨¦n acaba de aprobar nuevos hoteles para una ciudad sin atisbos est¨¦ticos, que no contenta con ocupar su playa pretende la lenta y silenciosa conquista edificada del Parc Natural de L"Albufera. En La Safor y en Massamagrell algunos pretenden urbanizar sobre el marjal... Cada uno de nuestros paisajes singulares que es absorbido (y las playas v¨ªrgenes lo eran) van convirtiendo en un valor escaso nuestros atractivos. A¨²n no nos hemos cre¨ªdo que el entorno natural forma parte de nuestros recursos en el sentido biol¨®gico, econ¨®mico y afectivo. Incluso algunos parecen ignorar que es condici¨®n de vida, empezando por la de los aut¨®ctonos pero tambi¨¦n para la de los visitantes. Es hora de plantearnos no s¨®lo lo que ganamos con el turismo sino tambi¨¦n lo que perdemos (o lo que hemos perdido ya), lo cual ser¨ªa tanto como tomar una opci¨®n sobre el turismo que queremos, que no tiene por qu¨¦ ser el que m¨¢s decenas de millones de turistas atraiga. Entre otras cuestiones, un paisaje sustancialmente alterado por su urbanizaci¨®n puede perder el valor que ten¨ªa, es decir, su capacidad atractiva. Parece llegado el momento de convencernos de que el territorio, el paisaje y la naturaleza, en sentido amplio, son un medio vital. Algo que el turismo "m¨¢quina" ignora. M¨¢s grave a¨²n si cabe es la cuesti¨®n de una industria tur¨ªstica que no se plantea si tendr¨¢ combustible para funcionar. Con el crecimiento de plazas aumentan las necesidades de consumo de agua, de energ¨ªa, de alimentos, de reciclaje... Una econom¨ªa globalizada parece pensar que con dinero todo eso tiene soluci¨®n. La experiencia no parece confirmarlo: uno de los problemas es que a menudo las econom¨ªas de otras latitudes se comportan igual, cuando lo necesario es acercarse a criterios de sostenibilidad a escala planetaria. ?De qu¨¦ nos vale tener la ins¨®lita (y pintoresca) Direcci¨®n General de Desarrollo Sostenible si el turismo est¨¢ a¨²n en la del desarrollo fraguista? Nos informan que har¨¢n falta diez millones de visitantes en los parques tem¨¢ticos, lo que significa construir m¨¢s casas de alojamiento. Ello conlleva, entre otras cosas, la perspectiva de m¨¢s edificios que permanecen vac¨ªos (?parques tem¨¢ticos incluidos?) estacionalmente o durante a?os. El paisaje de Blade Runner no es muy estimulante. En Baleares las instancias gubernamentales han empezado a plantearse la conveniencia de conocer ese crecimiento tur¨ªstico. Hay alg¨²n municipio como Calvi¨¤ de quien aprender en estas cosas. M¨¢s de una de las islas Canarias estar¨ªa deshecha si la cuesti¨®n no se hubiera planteado en su momento como problema urban¨ªstico. ?Tendremos que llegar aqu¨ª el mismo grado de aberraciones, cota alcanzada ya en algunos de nuestros municipios, para hacernos las mismas preguntas? Si hemos de reinventar este pa¨ªs, reclamo un poco m¨¢s de pluralidad de criterios, algo m¨¢s que folclore y sol, menos mimetismo y m¨¢s visi¨®n de futuro. La perspectiva de la Comunidad transformada en "Tur¨ªstica" puede acabar mat¨¢ndola.
Carles Dol? es arquitecto-urbanista.
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