Sopor
La corrida transcurri¨® sopor¨ªfera. Fue una de esas corridas en las que apenas sucede nada digno de menci¨®n. Lo ¨²nico verdaderamente digno de menci¨®n era el aburrimiento. Algunos espectadores, por aburrirse, lo proclamaban a voces: ??Que me aburro!?Las confesiones de parte suelen ser liberadoras de frustraciones. Algunos toreros deber¨ªan confesar la verdad lisa y llana de su presunta vocaci¨®n torera y hacerla p¨²blica: ?Se?ores, yo no soy torero, ni quiero serlo?. Diciendo la verdad se eliminan las frustraciones y adem¨¢s no salen granos.
Los toros salieron tan aburridos como luego la corrida result¨®. Quiz¨¢ se tratara de una relaci¨®n de causa a efecto. Si los toros hubiesen llevado algo dentro, sangre encastada se quiere significar, los lances de la lidia habr¨ªan tenido las emociones propias de su naturaleza. Como no llevaban nada dentro, la lidia transcurr¨ªa sin argumentaci¨®n alguna, sus lances eran de tr¨¢mite, el toque de clar¨ªn s¨®lo serv¨ªa para cumplir el protocolo de la sucesi¨®n de los tercios. Tambi¨¦n para despertar a los que se quedaban dormidos, si bien eso ya no est¨¢ previsto en el reglamento.
Maza / Bote, Gasta?eta, Mariscal Toros del Conde de la Maza, muy desiguales de presencia, 5? con trap¨ªo, flojos, media casta, manejables
Anovillados e impresentables 3?, encastado, y 6?, inv¨¢lido y pastue?o. Los toros anunciados de Hern¨¢ndez Pl¨¢ fueron rechazados en el reconocimiento. Jos¨¦ Luis Bote: estocada trasera (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Rafael Gasta?eta: estocada trasera perpendicular y rueda de peones (silencio); estocada, ruedas de peones y cinco descabellos (silencio). Luis Mariscal: estocada ca¨ªda (palmas y protestas cuando saluda); pinchazo, estocada corta atravesada trasera ca¨ªda, rueda de peones - aviso - y dobla el toro (silencio). Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. 12? corrida de abono. Lleno.
Las suertes, buenas o malas (malas, hablando con propiedad), se iban aplaudiendo seg¨²n creen que es debido los espectadores que s¨®lo se acuerdan de la fiesta con motivo de la isidrada, y los aficionados del 7 dejaban o¨ªr sus lamentos seg¨²n costumbre. Sin embargo todo era testimonial. Puro tr¨¢mite.
Rasgos de torer¨ªa se vieron algunos. Torer¨ªa llevaban las ver¨®nicas con que Jos¨¦ Luis Bote salud¨® al primer torillo. Las da otro que yo me s¨¦ y alborota de gozo la galer¨ªa. Habr¨¢ de comprobarse cuando lleguen las figuras. En la brega estuvo asimismo torero; y en los primeras tandas de su faena de muleta. Considera uno, con perd¨®n, que en vez de emprenderla a derechazos debi¨® echarse la muleta a la izquierda e intentar los naturales, que son su fuerte. Lo hizo pr¨¢cticamente al final y para entonces el manejable torillo ya hab¨ªa agotado la poca casta con que lo pari¨® la vaca.
El cuarto mostr¨® similar condici¨®n -mayor mansedumbre incluso-, Bote renunci¨® a ligarle los numerosos pases que instrument¨®, desenga?¨® por tanto su escaso celo, y el toro acab¨® distra¨ªdo, campando por sus fueros. Si se le hubiera ocurrido a alguien abrir el toril, se mete all¨ª el toro, a embriagarse de aromas de bo?iga y a gozar de la vida en compa?¨ªa de los cabestros, que se han vuelto muy finos.
La afici¨®n ten¨ªa la curiosidad de saber qui¨¦n dispuso por la ma?ana los lotes de la corrida, por qu¨¦ a Luis Mariscal le correspondi¨® el m¨¢s chico; dos espec¨ªmenes sin trap¨ªo, bastante menos serios que los de las novilladas habituales en esta misma plaza.
Desarollaron nobleza los dos novillos, pero que si quieres arroz. Luis Mariscal, cuya voluntad de agradar es evidente, los recibi¨® en la puerta de chiqueros mediante la larga de rodillas, entr¨® a quites, su primera faena de muleta la inici¨® con valerosos pases cambiados por la espalda, a?adi¨® alg¨²n que otro alarde temerario y, sin embargo, en el toreo muleteril no daba una.
No ya el don del temple o la t¨¦cnica de la colocaci¨®n le faltaban a Luis Mariscal. Le cantaban tambi¨¦n las formas en su desacompasado torear, con una estridencia que delataba su cerraz¨®n ante las llamadas del arte. Le faltaba age. La verdad es que los ¨¢ngeles inspiradores, llamados musas por la facci¨®n descre¨ªda, se hab¨ªan tomado el d¨ªa de libranza. Y buena la hicieron pues, sin ellos, los toreros eran n¨¢ufragos de la inconsistencia et¨¦rea, v¨ªctimas de la mediocridad. Rafael Gasta?eta fue de los m¨¢s afectados. Ni con capote ni con muleta sinti¨® el toreo. Intentaba los pases y no le sal¨ªa completo ninguno. Constituy¨® una sorpresa porque en anteriores comparecencias este diestro faenaba con torer¨ªa, y no obstante, ahora -caprichos del destino quiz¨¢- se pone delante del toro y resulta que imita a Enrique Ponce. Todo se pega, menos la hermosura. Y entre lo que m¨¢s se pega en este proceloso mundo est¨¢n el chicle y el bostezo. Chicles no se sabe pero bostezos se estuvieron viendo y oyendo continumanente durante esta tarde sopor¨ªfera en Las Ventas.
Babelia
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