De novela negra
Algunas escenas del juicio oral parecen reproducir una clase llena de adolescentes envalentonados. Cuando el fiscal o las acusaciones incurren en un error, en una causa que supera los 100.000 folios, la panda reacciona con gestos, risas apenas contenidas y susurros. En cambio, los acusados cometen errores importantes, dram¨¢ticos muchas veces, lo que lleva no a la descalificaci¨®n sino a alguna correcci¨®n o precisi¨®n, como m¨¢ximo. Las defensas de los acusados, se nota, han trabajado las coartadas como conceptos, no como hechos f¨¢cticos. Se trata de meter la mayor parte de las veces a machamartillo los datos dentro de los conceptos. El ejercicio chirr¨ªa. Y ninguno de los letrados defensores lo pasa fatal. Se les paga para defender a sus clientes.A las escenas de escuela con chicos d¨ªscolos, se sobreponen tambi¨¦n otras. La de la novela negra. Algunos abogados como Juan S¨¢nchez-Calero no le quitan la mirada a los tres magistrados del tribunal, para adivinar c¨®mo les llegan los mensajes. Otros como Jos¨¦ Rofes, letrado de Roman¨ª, solo hablan para el tribunal. Cuando Rofes pregunta tiene el rabillo del ojo en la mesa del tribunal. Apreta los dientes, adelanta el ment¨®n y de modo afectado, como si estuviese en una serie norteamericana, pretende guiar por su camino al tribunal con preguntas prefabricadas. Con errores, las m¨¢s de las veces, que por respeto nadie osa celebrar, como hacen los acusados y algunos de sus letrados.
Es, pues, un espect¨¢culo doble. El strip tease de las finanzas Conde y sus amigos, Tambi¨¦n el de los abogados respetables que les defienden.
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