Payasos neur¨®ticos
?Qu¨¦ pa¨ªs de neur¨®ticos! Los espa?oles de los siglos llamados de oro... Unos c¨®digos duros y represivos. El del honor, sobre todos, y originando todos los dem¨¢s. Una jerarquizaci¨®n de posiciones sociales, de edades, de padres a hijos, de varones y hembras, mantenida por castigos a veces aterradores. Como es l¨®gico en aquella c¨¢rcel de vida, brotan los enga?os, las trampas, las industrias para poder soportarlo. La imposibilidad de hablar claro. Por tanto, surgen las sospechas de todos contra todos por si est¨¢n enga?ados. Los terribles celos, los miedos.Calder¨®n mir¨® el trabajo duro de esta sociedad en sus ¨²ltimas consecuencias, en sus dramas o tragedias. En las comedias de costumbres, en los sainetes, en el vodevil como No hay burlas con el amor, muestra los subterfugios y se r¨ªe cari?osamente, pero, como es l¨®gico en ¨¦l, y en el miedo a su sociedad, no deja de colaborar con la estructura. Por ejemplo, en la burla continua de la mujer que estudia o lee, cuando lo que debe hacer es bordar y coser. No es un personaje ¨²nicamente espa?ol: la ?ocursi latiniparla? aparece en toda la Europa teatral y literaria, y en ingl¨¦s hay una palabra, el ?omalapropismo?, del nombre de un personaje de mujer que, por hablar como culta, dice necedades.
No hay burlas con el amor De Pedro Calder¨®n de la Barca, versi¨®n de Rafael P¨¦rez Sierra
Int¨¦rpretes: Antonio Vico, Fernando Conde, Jacobo Dicenta, Balbino Lacosta, Carlos Ibarra, Carmen del Valle, Paula Soldevilla, Blanca Portillo, Jos¨¦ Caride. Asesor¨ªa de verso: Mari Paz Ballesteros. Iluminaci¨®n: Juan G¨®mez Cornejo. Escenograf¨ªa y vestuario: Pedro Moreno. Director: Denis Rafter. Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, Teatro de la Comedia.
En ¨¦sta es la protagonista total de la comedia: Calder¨®n no s¨®lo se burla de la mujer estudiosa, sino tambi¨¦n de todos los culteranos; y en otros niveles, de los personajes que dicen que nunca se enamorar¨¢n y ya sabemos, por la aplicaci¨®n continua de ese t¨ªpico esc¨¦nico, que caer¨¢n el uno en brazos del otro: por lo inevitable de ?s¨®lo natural?. Con peque?os juegos de espada y capa para los que aparecen dos personajes completamente innecesarios, con escarceos, con enga?os y desenga?os, con el paralelismo de situaciones entre amos y criados, se va llegando tambi¨¦n al final consabido donde las tres actrices se casan con los tres actores.
El factor del lenguaje
Todo esto, a siglos de su estreno, sigue haciendo re¨ªr al p¨²blico. A veces, a carcajadas. Probablemente, el principal factor es el lenguaje, y especialmente el de la chica sabihonda, que habla con soltura de los libros de Ovidio y a la que no entienden nunca los dem¨¢s. Blanca Portillo es muy buena actriz, y lleva su papel como le han mandado, hasta el extremo de la farsa: con gran regocijo. Farsa, o entrada, o n¨²mero de circo; al director Denis Rafter -un irland¨¦s que dirige en Espa?a desde hace muchos a?os- se le ha ocurrido que el escenario sea una pista de circo, y que se finjan algunos n¨²meros; y tambi¨¦n tomar algo de cine mudo, y la musiquilla con que se suelen, ahora, acompa?ar aquellas viejas cintas. Para el p¨²blico del estreno de esta versi¨®n de Calder¨®n hecha por P¨¦rez Sierra, todo esto supone una cantidad suficiente de alegr¨ªa; y r¨ªe y aplaude. No s¨®lo a Blanca Portillo, sino al septenario de actores de los papeles principales; incluso a los dos superfluos. Naturalmente, a los colaboradores del director, que salieron merecidamente a escena aglomer¨¢ndose con los int¨¦rpretes.
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