Ambici¨®n
Dice Cristina Almeida que no quiere presentarse de capitosta madrile?a por ambici¨®n personal, sino para recuperar la ilusi¨®n de la izquierda; y dijo tambi¨¦n Leguina, haciendo d¨²o, que naturalmente ¨¦l, a estas alturas, no aspira al Ayuntamiento por ambici¨®n. Con lo cual quedan los dos muy primorosos, tan entregados ambos a la sublime causa de la felicidad de los votantes. Aunque tal vez alguien pueda pensar que creerse la representante de la ilusi¨®n de la izquierda es una ambici¨®n m¨¢s disparatada que la de ser presidenta, o que desde?ar el Ayuntamiento con aire de ex virrey (a estas alturas), es m¨¢s pretencioso que el honesto deseo de ser alcalde.En cualquier caso, esa actitud tan abnegada de instalarse en el cargo cual si fuera un c¨¢liz amargu¨ªsimo es propia de la izquierda posfranquista; tambi¨¦n Felipe Gonz¨¢lez dijo en su momento que, al ser l¨ªder del PSOE, estaba sacrificando su libertad por nosotros, y yo en aquel tiempo remoto le cre¨ª (quiz¨¢ incluso ¨¦l lleg¨® a cre¨¦rselo), aunque ahora resulte a todas luces evidente, se sea partidario de Gonz¨¢lez o no, que a ese hombre le gusta m¨¢s el poder que una piruleta a un ni?o goloso. Cosa que, por otra parte, no tiene por qu¨¦ ser necesariamente malo. De hecho, una de las cosas que me agradan de Borrell (a quien, por cierto, le vendr¨ªa bien fijarse en Blair y renovar un poco sus ideas) es la serenidad con que admiti¨® sus deseos de ser presidente. Borrell es un buen pol¨ªtico que aspira a llegar a lo m¨¢s alto en su carrera, y esto es lo natural. Lo que no es natural es vivir en la mixtificaci¨®n y esconder tus propias aspiraciones en un confuso cuento de sacrificios. Porque si no se asumen las ambiciones leg¨ªtimas, uno corre el riesgo de enfangarse en las ileg¨ªtimas. O a lo peor, y en pleno barullo mental, uno acaba hinc¨¢ndose en el coraz¨®n la chapa de ?Yo tambi¨¦n soy Barrionuevo?.
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