Fin de trayecto
La primera vez que vino a Barcelona, agonizando el franquismo, las mujeres le dec¨ªan a Betty Friedan: -Puede venir a Espa?a sin problemas. Hablaremos de lo que quiera. Nos reuniremos donde y con quien quiera. Tranquila. A las mujeres no nos hacen ning¨²n caso y vivimos casi en libertad. Vino la se?ora Friedan, habl¨® con mujeres de Espa?a. Le dijeron, entre otras cosas, que no pod¨ªan firmar cheques sin el permiso del marido. Ayer volvi¨®, invitada por el Instituto de Estudios Norteamericanos de Barcelona, y se reuni¨® con un grupo de periodistas. -?C¨®mo est¨¢n los machistas de Espa?a? -pregunt¨®, aunque sin mala fe. Las respuestas fueron variadas, aunque nadie en la sala estaba plenamente especializado en el asunto. Betty Friedan tiene 77 a?os y no ment¨ªan los informes preparados por el servicio de prensa del instituto cuando la calificaban de la autora y activista m¨¢s famosa del mundo. Desde un feminismo muy apegado al principio de la realidad, puede decirse que su trabajo como ensayista y propagandista ha dise?ado la contestaci¨®n de las mujeres. Entre sus libros hay dos muy importantes: el primero y el ¨²ltimo: La m¨ªstica de la feminidad es de 1963 y La fuente de la edad -The next revolution, una meditaci¨®n sobre los cambios que traer¨¢ consigo la prolongaci¨®n de la vida-, de ahora mismo. ?C¨®mo acaba el siglo para las mujeres? La se?ora Friedan contesta sin vacilaci¨®n alguna. -Acaba bien. Desde luego que s¨ª. Muy bien. La otra noche fui a la representaci¨®n de una obra de teatro. Dialogaban dos actores. Uno hac¨ªa de Picasso y otro de Einstein. Y se dec¨ªan: "Nosotros hemos definido el siglo". Me vinieron ganas de levantarme y empezar a gritar que era mentira, que ¨¦ste hab¨ªa sido el siglo de las mujeres. Es verdad que a un lado del siglo est¨¢n las bombas de hidr¨®geno y todo eso. Pero al otro est¨¢ la madurez de una sociedad que ya no reprime a las mujeres porque ya no quiere reprimirse a s¨ª misma en su conjunto. En cuanto al futuro, la se?ora Friedan habl¨® con una sentencia que ya debe de llevar alg¨²n tiempo en su bodega. -Las mujeres ya han andado solas todo lo que pod¨ªan. Ahora deben incorporar al hombre a su proyecto. Un hombre nuevo, presente en la casa y en la vida. Ahora el movimiento feminista debe dedicarse b¨¢sicamente a cambiar al hombre. Ella y Simone de Beauvoir acabaron encontr¨¢ndose en Par¨ªs, mediando el siglo. Lo cont¨® ayer: despu¨¦s de leer El segundo sexo se hab¨ªa tenido que meter en cama, aterida de fr¨ªo moral. Su feminismo "para la mayor¨ªa de las mujeres" se hab¨ªa encontrado con la impaciente severidad de la francesa. -Yo le dec¨ªa a Simone que el hombre deb¨ªa colaborar en las tareas de la casa y que ten¨ªamos que conseguir meterlo all¨ª. Ella me miraba y me dec¨ªa: "Nadie debe hacer las tareas de la casa". Yo me reanimaba y le hablaba de los hijos, de la maternidad. "Est¨¢ mal que hayamos sido educadas para ser madres". Fue el encuentro, as¨ª lo dijeron, entre una feminista pragm¨¢tica y una mandarina europea. Le preguntan por la actualidad a la se?ora Friedan. Ella se desliza con un educado desprecio. ?Lewinski? -No es un tema feminista. Hace muchos a?os que hombres y mujeres utilizan el sexo para ganar algo, poder o prestigio. La vida privada del se?or Clinton, que no me interesa, no podr¨¢ hacer olvidar las leyes -justas, progresistas- sobre las mujeres que se han aprobado bajo su mandato. ?Viagra? -Empalman, pero la palman -r¨ªe. Habla del rombo azul sin irritaci¨®n antifal¨®crata. S¨®lo con una tibia conmiseraci¨®n, dictada por su edad m¨¢s que por su sexo. La actualidad se acaba con una referencia a sus creadores, los medios de comunicaci¨®n. Pero al hablar de ellos se endereza. -Respecto a las mujeres, puede hablarse a¨²n de un punto ciego en los medios. Las mujeres aparecen menos, mucho menos de lo que debieran, especialmente cuando no se trata de hablar de mujeres. Betty Friedan, en¨¦rgica, seductora -"mucho m¨¢s ahora que en su juventud", comentar¨¢ luego una amiga-, sabe que la identidad de los hombres y mujeres del fin de siglo es quebradiza e incierta. Pero todav¨ªa habla de sensibilidad femenina y masculina. A¨²n ve en la ra¨ªz del arte una cierta necesidad femenina. As¨ª Flaubert, de quien habla ya con la charla cuesta abajo. -Nadie ha descrito mejor que ¨¦l la sensibilidad de una mujer. Cualquier artista para serlo ha de tener una sensibilidad femenina.. Luego se le piden precisiones. Una lista de la compra, casi. En la columna de la sensibilidad femenina sit¨²a la agresividad, la racionalidad, esas cosas y en la otra, lo otro: la ternura, la sentimentalidad... Pero mientras lo dice, ya va corrigi¨¦ndolo. -Hoy, sin embargo, ya va todo muy mezclado En el nuevo siglo de Friedan, la soledad ser¨¢ tal vez un imponderable. Pero ya no una estrategia.
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