Lorenzo y sus guardias
Mientras a algunos novelistas les basta con toser para generar de inmediato el inter¨¦s medi¨¢tico, a otros no les hace caso nadie aunque se dediquen a fabricar libros de m¨¦rito a velocidad de crucero. El madrile?o Lorenzo Silva parece militar, de momento, en la segunda categor¨ªa. Qued¨® finalista del Nadal el a?o pasado con La flaqueza del bolchevique y acaba de publicar una estupenda novela policiaca (El lejano pa¨ªs de los estanques) que se est¨¢ vendiendo a un nivel, digamos, discreto. Yo mismo, a pesar de lo listo que me creo a veces, no le hab¨ªa hecho el menor caso hasta una tarde en la que coincid¨ª con Rosa Reg¨¤s en un pesebre period¨ªstico de los fastos de Sant Jordi y vi que llevaba en la mano el ¨²ltimo libro de nuestro hombre. "Es una buena novela", me dijo. Y como yo a la t¨ªa Rosa siempre le hago caso, me compr¨¦ El lejano pa¨ªs de los estanques y consegu¨ª, a cambio, un fin de semana excelente que me hizo ver que no s¨®lo de Simenon vive el lector desencantado de los logros de la modernidad literaria. Ya puestos, record¨¦ aquella tarde de Sant Jordi de 1997 en la que coincid¨ª con el se?or Silva y con Fernando G. Delgado en torno a una mesa situada en la entrada de la Librer¨ªa Francesa. Apenas cruc¨¦ cuatro palabras con ¨¦l, pero le recuerdo como un caballero discreto que parec¨ªa considerar como un mero gaje del oficio el hecho de que nadie se nos acercara para que le firm¨¢ramos nuestro ¨²ltimo libro. Esa tarde se produjo, incluso, uno de esos eventos que contribuyen a darle la puntilla al autor que no firma ni aunque amenace con prenderse fuego al estilo bonzo. El siempre se?orial Eduardo Mendoza se detuvo unos instantes a saludarnos y en ese momento una se?ora de mediana edad se abalanz¨® hacia nosotros. Creo que los tres sacamos la pluma al mismo tiempo, deseando todos ser el elegido, pero la buena mujer lo que quer¨ªa era que Eduardo le dedicara Una comedia ligera. Mientras a Fernando y a m¨ª se nos pon¨ªa cara de p¨¦rdida de tiempo y de estar a punto de sufrir una grave lesi¨®n en nuestra autoestima, al se?or Silva la cosa no parec¨ªa afectarle: en otra ciudad y con un clima favorable, el asunto no ten¨ªa la menor importancia. No he vuelto a ver a Lorenzo Silva, pero quiero aprovechar este espacio para agradecerle el buen rato que me ha hecho pasar con El lejano pa¨ªs de los estanques. Y por si alg¨²n lector pica y le da por comprar el libro, les dir¨¦ por qu¨¦ me ha gustado. Me ha gustado porque es una digna pieza del g¨¦nero policiaco, ese g¨¦nero que en Espa?a (con las excepciones de V¨¢zquez Montalb¨¢n, Andreu Mart¨ªn o Alicia Gim¨¦nez Bartlett) no cuenta con un panorama excesivamente brillante. Me ha gustado porque en su trama no chirr¨ªan las habituales influencias anglosajonas tan dif¨ªciles de adaptar a la realidad espa?ola. Y, sobre todo, me ha gustado porque est¨¢ protagonizada por una pareja entre cutre y se?orial absolutamente inusual en la literatura nacional desde los tiempos del Plinio de Garc¨ªa Pav¨®n, aquel guardia de pueblo que, con todos sus defectos, protagoniz¨® algunas novelas que no estaban mal y que nadie recuerda. En vez de inventarse un detective con problemas de alcohol o un ex polic¨ªa desenga?ado, Silva se ha sacado de la manga a un sargento de la Guardia Civil, Rub¨¦n Bevilacqua (padre uruguayo de origen italiano que se dio el piro a las primeras de cambio) y a una guardia de segunda, Virginia Chamorro, hija de militar que no fue admitida en ninguna academia y acab¨® teni¨¦ndose que refugiar donde los del tricornio. Mientras Bevilacqua (el esc¨¦ptico) carece de esp¨ªritu castrense y encontr¨® en la Guardia Civil una salida a su condici¨®n de psic¨®logo en paro, Chamorro (la creyente) busca en el uniforme la manera de seguir como sea la tradici¨®n familiar. ?Nueva versi¨®n de Don Quijote y Sancho? M¨¢s bien unos Mulder y Scully de lo cotidiano que, en su primera aventura, se ven obligados a investigar el asesinato en Mallorca de una joven austriaca dada al exhibicionismo y a la promiscuidad con todo lo que se mueva sin distinci¨®n de sexo. Simenon escrib¨ªa una novela del comisario Maigret cada semana. Yo no le pido tanto al se?or Silva, pero s¨ª le agradecer¨ªa que no tardara mucho en volverme a explicar una nueva aventura de Bevilacqua y Chamorro: como dice en la contraportada del libro, estos dos pueden tener cuerda para rato.
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