El precio y el valor
El precio de una mercanc¨ªa antigua depende de muchos elementos, no todos referidos a las leyes de la oferta y de la demanda. Ana Longueira est¨¢ segura de que "determinadas piezas tienen un valor en manos de unas personas y en manos de otras, otro". Por eso, Neus Aguilar cree que hay que ser honrado y no entrar en el juego del regateo, que parece consustancial con la venta de antig¨¹edades en la v¨ªa p¨²blica: "Una cosa es hacer un descuento y otra pedir el doble para dejar luego el precio en la mitad", asegura. Carmen Carreira, especializada en la venta de ropa del siglo XIX, sobre todo juegos de cama, puntillas y camisas, se meti¨® en el sector cuando se cas¨® y sum¨® su esfuerzo al negocio de la familia de su marido. Hoy es una experta y coincide con sus colegas en que los precios han de ser ajustados, pero fijos: "Una s¨¢bana de hilo de segunda mano vale 25.000 pesetas, aunque si es muy especial puede pasar de 150.000, pero cuando se pide una cantidad hay que saber que est¨¢ justificada". Con todo, admite que las cosas tienen el valor que se les quiere dar. La calidad de alguno de los art¨ªculos que venda Carreira salta a la vista, seg¨²n ella misma se apresura a decir. As¨ª se entiende que la puntilla de Inglaterra ande por las 30.000 pesetas el metro y que el encaje de Bruselas, el punto de aguja, el encaje de bolillos y el encaje de Arenys, todos ellos capaces de muy variadas aplicaciones, ronden tarifas similares. En cuanto a los turistas, la opini¨®n de anticuarios y brocanters es un¨¢nime: compran poco, preguntan mucho y regatean a¨²n m¨¢s. Ana Longueira, que antes de dedicarse a la venta de antig¨¹edades trabaj¨® en un laboratorio farmac¨¦utico, coincide con sus compa?eros en que los turistas lo encuentran todo caro. "La verdad es que en mercados como el nuestro los precios son m¨¢s ajustados", afirma. Pero los turistas, dice, no valoran nada de todo eso y se creen que los precios est¨¢n por las nubes.
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