L¨¢nguidos tesoros del ayer
Una cuantiosa colecci¨®n de juguetes antiguos, de libros escolares y de tebeos no menos vetustos, ha sido expuesta en los claustros del Palacio de la Diputaci¨®n gaditana, la antigua aduana de Indias. Imagino que es muestra itinerante y que se ver¨¢ en otras ciudades andaluzas. Las piezas exhibidas abarcan desde 1875 a 1960 y entiendo que es casi imposible contemplarlas como simples curiosidades o vejeces. Se abre paso en nuestro recuerdo la Teor¨ªa de los juegos, aquel ensayo de Roger Caillois cuya primera conclusi¨®n era la melancol¨ªa de fondo que suelen esconder los juegos infantiles, incluso los m¨¢s animados, ya que en su mayor parte propenden a la imitaci¨®n, manifiesta o disfrazada, de la vida adulta y sus pesares. La muestra se titula Tesoros del ayer y, de o¨ªdas o de vividas, nos sentimos implicados en ella, presos en la red del tiempo, de su furtiva fugacidad. Y vamos tambi¨¦n percibiendo, poco a poco, que esos juguetes y publicaciones se?alan a su manera rasgos de la tipolog¨ªa sociohist¨®rica de los distintos pa¨ªses y d¨¦cadas. Efectivamente, se hacen notar el mejor acabado y la intenci¨®n did¨¢ctico-laboral de los juguetes elaborados por Alemania; Inglaterra expresa en los suyos su poderosa vida industrial de anta?o; Francia refleja de alg¨²n modo sus refinamientos y su savoir vivre, sobre todo en una linda ruleta con sus premios diminutos, que van de un viol¨ªn o un cordero a un rallador de cocina. Y Espa?a se muestra como un todo vagamente rezagado y disperso, desde una funcional f¨¢brica de tejidos catalana hasta un torero caricatural cuyo toro, nos advierte el cartelito, embiste "por fricci¨®n" (?). Las sugerencias de Tesoros del ayer son muchas. Como era de esperar, el repertorio de juguetes de las ni?as est¨¢, sin distinci¨®n de naciones, encaminado a "sus labores" (dom¨¦sticas, por supuesto), y no cambia pr¨¢cticamente con los a?os: costurero, cocina, enseres caseros en larga variedad, y claro que la eterna mu?eca y el premonitorio beb¨¦. Justamente combatido hoy, el juguete b¨¦lico alcanza su cenit individualiz¨¢ndose en un fiero soldado lanzagranadas de la primera guerra mundial, y el pacifismo puede respirarse a tope en escenas bajo tejo, y en personajes y animales buc¨®licos. Entre los materiales escolares hallamos un a?oso cuaderno espa?ol cuya oferta parece tan disparatada hoy como en su d¨ªa: M¨¦todo pr¨¢ctico para escribir en letra g¨®tica. La guerra civil espa?ola tuvo un gran sitio en la vida infantil: he aqu¨ª un Flechas y Pelayos, el semanario que me llegaba con siete, ocho a?os: 25 c¨¦ntimos y, en letra muy grande, Por el Imperio hacia Dios, camino harto relativo, siempre dif¨ªcil seg¨²n se sabe, y mucho m¨¢s desde un imperio inexistente. No s¨¦ los m¨¢s j¨®venes; los veteranos abandonamos la exposici¨®n de Tesoros del ayer con un incierto rebullir de sentimientos opuestos y desde luego convencidos de que, pese a las dulces enga?ifas de otros d¨ªas, ning¨²n tiempo pasado fue mejor. Ni quiz¨¢ peor.
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