Juan Ram¨®n
Celebro y agradezco que el profesor Garc¨ªa Posada vuelva dos veces a Juan Ram¨®n, despu¨¦s de a?os de olvido, aunque sea para atacarme con falsedades. Antes de mentir y difamar debe decir la verdad. La idea de traer al Nobel no era nada pol¨ªtico, sino vital. Lo prepar¨® Zenobia y para eso me llam¨®, en 1956, como hay pruebas sobradas. Le insist¨ª a mi t¨ªo, hasta diciembre, para cumplir su encargo; pero alegaba que se morir¨ªa esa noche y sigui¨® as¨ª hasta diciembre, en que tuve que volver. Nadie neg¨® nunca su condici¨®n, liberal republicana, pero era un caso humanitario, nada pol¨ªtico ni religioso, como lo era a su manera, y todos lo respetamos. Acept¨® el regreso, en el primer avi¨®n de mayo de 1958, con reservas adquiridas, que se aplaz¨®, ante el vil montaje de prensa que hizo el se?or Ben¨ªtez, con ayuda de H. Mattews. El propio Nobel lo declar¨®, aunque retocaran lo que dijo. Ya en 1957 lo ver¨ªa en Hato, Tejas, el profesor Morales Padr¨®n, que me cont¨® dolorido su situaci¨®n, que pude comprobar despu¨¦s. All¨ª lo salvaron de una muerte segura e indigna el doctor Fern¨¢ndez Marina y la se?ora Guzm¨¢n, que tanto agradecimos; pero estaba en el cl¨¢sico manicomio. All¨ª hab¨ªa m¨¢s de cien j¨®venes locos, veteranos de guerra; lo que podr¨ªa ser peligroso para el poeta. Con dos hechos vividos, cuando se lo dije al director, acept¨® que se fuera y hasta se ofreci¨® para cuidarlo en el viaje. S¨®lo falta alegar contra m¨ª el testamento que sac¨® Gull¨®n y tanto propagaron. Lamento que espa?oles (?) prefieran que no cubra su tierra a nuestras glorias y hasta lo publiquen. Conste que en su propia tierra, ?ni agradecidos ni pagados?, lo que hace imposible pensar mal.-
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