Arias Montano, andaluz heterodoxo

Una travesura pol¨ªtica de la Junta de Extremadura, partiendo del supuesto, equivocado, de que Arias Montano era de esa tierra hermana, ha querido poner en circulaci¨®n el valor m¨¢s preclaro del humanismo espa?ol. Lo malo es que la costeada exposici¨®n que nos han tra¨ªdo a Sevilla es tan opaca, que se la pod¨ªan haber ahorrado. Sobre todo por su discurso err¨¢tico, y el escamoteo que hace de la singularidad de este personaje enigm¨¢tico. Naci¨® don Benito en Fregenal de la Sierra, hacia 1527, cierto, pero cuando esa villa pertenec¨ªa al alfoz hispalense (y sevillana fue hasta bien entrado el siglo XIX). Criado y primeramente formado en Sevilla, donde tambi¨¦n muri¨® (1598), y de la que siempre dijo ser, en su propia firma. Pero ante todo, sabio ermita?o de la Pe?a de Aracena, o de Al¨¢jar, donde ten¨ªa su "acomodado retiramiento" y desde donde emprendi¨® una incre¨ªble aventura teol¨®gica y literaria. Incre¨ªble hemos dicho, y nos quedamos cortos. De las paradis¨ªacas angosturas de la sierra de Huelva salt¨®, con el respaldo de Felipe II -de cuya amistad gozaba misteriosamente-, a poner un poco de orden en los tormentosos debates del Concilio de Trento. Y, por expreso mandato del duque de Alba, al accidentado ambiente espiritual de los Pa¨ªses Bajos. De ambos cometidos sali¨® airoso, a pesar de sus atrevimientos, que a punto estuvieron de costarle la cabeza, perseguido por la Inquisici¨®n. Ah¨ª fue nada desafiar a los doctores de Roma en su propio medio, el de la ciencia escritur¨ªstica, poniendo en solfa La Vulgata, y prescindiendo de la escol¨¢stica, en favor de una nueva lectura del texto sagrado; lo que desemboc¨® en la Biblia Regia de Amberes (Pol¨ªglota), compuesta bajo su direcci¨®n en lat¨ªn, griego, hebreo y caldeo. Pero m¨¢s principalmente llev¨® a cabo otra labor de zapa teol¨®gica, en parte inconsciente, que fue difundir el pensamiento de Erasmo, so pretexto de expurgarlo. (Asunto capital que la susodicha exposici¨®n ni menciona. Parece como si Bataillon no hubiese escrito nada). Aqu¨ª se la jug¨® de verdad. No a todos gustaba el nuevo discurso de la piedad y la meditaci¨®n interior, ni ciertas dudas sobre el celibato, ni las denuncias del farise¨ªsmo eclesi¨¢stico. Tampoco hab¨ªa gustado que osara traducir el Cantar de los Cantares, antecediendo a Fray Luis de Le¨®n en exaltar el puro deleite del amor humano. Como se ve, un aut¨¦ntico infiltrado, dir¨ªamos hoy, en la espesura del poder de la Iglesia. Y todo con la garant¨ªa del rey, que lo visit¨® discretamente en la misma Pe?a, a confesarse con ¨¦l, dicen. ?S¨®lo a eso? Seguro que tambi¨¦n a consultarle cuestiones herm¨¦ticas y peligrosas, de las que siempre se han tenido apasionantes indicios. Se sabe que en Amberes nuestro intr¨¦pido eremita se contagi¨® de iluminismo, de la secta Familia Charitatis, que pod¨ªa predicar, entre otras heterodoxias, el amor libre. Y que en el Escorial ten¨ªa oculta sede una escuela esot¨¦rica, alentada por el propio rey, como acaba de poner de relieve Henry Kamen en su excelente Felipe de Espa?a. ?Verdad que todo esto resulta inquietante? Pues no esperen encontr¨¢rselo en la versi¨®n extreme?a. L¨¢stima.