Nacional-futbolismo
El que las competiciones deportivas entre las selecciones nacionales sean sublimaciones metaf¨®ricas de los enfrentamientos b¨¦licos entre los Estados resulta un lugar com¨²n, casi evidente por s¨ª mismo. Pues si la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios, tambi¨¦n el f¨²tbol es una continuaci¨®n pol¨ªtica de la rivalidad entre las naciones acometida por medios incruentos. De ah¨ª la ¨¦pica marcial de los comentaristas futbol¨ªsticos, que cantan las gestas heroicas donde se celebra el ardor del defensor, la destreza del ariete y las haza?as corales de las escuadras en liza, enfrentadas sobre la arena del teatro de las operaciones. Todo ello celebrado ante los ojos codiciosos de un p¨²blico de entusiastas espectadores que participan vicariamente del agonismo del encuentro, al sentirse representados por unos jugadores que encarnan la singularidad de su agregaci¨®n comunitaria. Y ello mucho m¨¢s en estos tiempos de globalizaci¨®n econ¨®mica y mundializaci¨®n de los mercados, que es cuando la identidad colectiva de la naci¨®n-Estado est¨¢ comenzando tanto a disgregarse hacia dentro en un estallido de identidades locales o perif¨¦ricas como a disolverse hacia fuera en grandes estructuras multilaterales de integraci¨®n supraestatal. Y como reacci¨®n a tales procesos que amenazan con desmentir y anular las fr¨¢giles identidades nacionales resurgen por doquier las manifestaciones simb¨®licas y emocionales que intentan reconstruir un nacionalismo tan precario como ef¨ªmero y contingente.Pues bien, una de las liturgias m¨¢s eficaces para apuntalar el desfalleciente nacionalismo es el ritual del f¨²tbol-espect¨¢culo, sobre todo si se celebra como estos d¨ªas sobre el altar mayor de la aldea global, en una parada cosmopolita donde se exhiben las escuadras nacionales revestidas con todas sus galas. Y sobre el escenario todos se contagian la misma rivalidad patriotera, destil¨¢ndola a trav¨¦s de las pantallas universales hasta inocularla en cada uno de los hogares, donde se reproduce la familiar ilusi¨®n de una m¨ªtica identidad nacional. Esto sucede hasta en Espa?a: el ¨²nico Estado europeo que por diversas causas fracas¨® en un intento de construir una identidad nacional. Las dem¨¢s sociedades disponen de un repertorio completo de s¨ªmbolos emocionantes (la bandera, el himno y dem¨¢s emblemas de la patria), investidos de sagrada autoridad moral, que les permiten sentirse orgullosos de su identidad nacional. Y para esas otras sociedades, el f¨²tbol, encarnado en su selecci¨®n nacional, no es m¨¢s que una pieza entre otras, dentro de la variada panoplia de su cultura patri¨®tica.
Pues bien, como Espa?a carece de cultura nacional, la selecci¨®n de f¨²tbol constituye casi el ¨²nico s¨ªmbolo (junto con los dem¨¢s equipos ol¨ªmpicos) capaz de expresar la com¨²n identidad colectiva, embargando de emoci¨®n a los ciudadanos al hacerles sentirse miembros de la misma colectividad. Por eso es tan importante el f¨²tbol en Espa?a, pues, sin fe ni amor a la patria, s¨®lo la fe en el f¨²tbol y el amor a la selecci¨®n permite sentirse orgulloso de ser espa?ol.
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