Zubizarreta (pp)
Las abreviaturas deportivas son, como todas las abreviaturas, precisas y terribles: fue en propia puerta (pp) el segundo gol de Nigeria, y as¨ª lo registran los t¨ªtulos de cr¨¦dito del partido: Zubizarreta (pp). En el par¨¦ntesis que guarda las dos letras iguales, que ahora tanto tienen que ver con nuestro propio pa¨ªs (pp, por cierto), hay toda una historia que acaba con el rostro de estupor del portero nacional; ¨¦l es el ¨²ltimo eslab¨®n y, por tanto, se configura bajo los postes como la gran esperanza de recuperaci¨®n de la victoria cuando el equipo est¨¢ siendo derrotado: si el portero flaquea la vida se rompe, y todo el conjunto se resquebraja en un ?ay! que se parece al de la afici¨®n; el portero es el l¨ªder de la tranquilidad, el que s¨®lo da los gritos precisos para que la gente se ordene, y ¨¦l transmite con esa parsimonia que le dan los guantes excesivos la serenidad que hace falta para que nadie se asuste: como est¨¢ solo bajo los palos y tiene prohibido el juego de conjunto, parece decir con su presencia aqu¨ª estoy yo. No es s¨®lo un compa?ero, sino que es el padre, y debe parecerlo; por eso suelen ser m¨¢s duraderos y, por tanto, m¨¢s veteranos; en Zubizarreta no se da una virtud a?adida de los porteros hist¨®ricos, esa actitud de locura solitaria que Valdano le atribuye a los que se han pasado a?os bajo los palos, tratando de quitarse el miedo at¨¢vico ante el penalti; ¨¦l es un hombre sobrio y elegante, un caballero del balompi¨¦, capaz de hablar de error propio (error en propia puerta) cuando verdaderamente ¨¦l es el ¨²ltimo eslab¨®n de los errores. ?l es el responsable, el capit¨¢n; cuando termin¨® el partido parec¨ªa tener m¨¢s barba y m¨¢s blanca, y ese aire de desgracia asumida e inevitable le confiri¨® a¨²n mayor elegancia a su declaraci¨®n de derrota, que culmin¨® con un relato de principios que sirve para los j¨®venes que buscan la impostura de la gloria en cualquier parte: "As¨ª es este deporte", dijo. As¨ª es la vida. Rudyard Kipling, en ese poema que tanto le gusta al presidente del PP (precisamente), advierte que "si no desaprovechas/ ni un segundo de cada minuto de carrera,/ la tierra y cuanto en ella existe es para ti:/ ser¨¢s, en fin, lo que se dice un hombre", y esos versos que ponen los 60 segundos como testigo de los dos impostores, la victoria y la derrota, sirven hoy para atestiguar la vida de Zubizarreta. Cuando el Barcelona prescindi¨® de ¨¦l, como si ya no hubiera m¨¢s agua en el sumidero, sentimos los barcelonistas la humillaci¨®n en nuestros propios colores; como cuando despidieron a Olivella, o a Eulogio Mart¨ªnez, o a Kubala, o al propio Antonio Ramallets, o como cuando ahora despiden a Guillermo Amor. Zubizarreta tiene algo de Ramallets de la nueva era, y su figura en el campo ha sido siempre, en los malos momentos y en los buenos, la garant¨ªa de que los goles se parecen a los golpes secos de la vida de los que habla C¨¦sar Vallejo, pero nunca suponen otra cosa que un accidente vital, no un asesinato en propia puerta. Los que somos de Zubizarreta sabemos que esta derrota le afianza a¨²n m¨¢s su tranquilo car¨¢cter de h¨¦roe cansado y descre¨ªdo que tampoco se cree del todo los triunfos cuando ¨¦stos se producen en la otra puerta. As¨ª es este deporte, y as¨ª es la vida.
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