Chiapas
La expulsi¨®n de voluntarios europeos cooperantes en distintas localidades de Chiapas coincidi¨® con una ofensiva medi¨¢tica contra el zapatismo, dirigida especialmente al descr¨¦dito del subcomandante Marcos y del obispo Ruiz. Fundamental papel ha cumplido el ariete intelectual previo a la entrada de militares y paramilitares imponiendo otra vez la matanza como instrumento disuasorio. Viejos y nuevos sectores hooligans de la modernidad han considerado m¨¢s enemigo de la modernizaci¨®n mexicana el ruido zapatista que la corrupci¨®n del poder pol¨ªtico y econ¨®mico, un ruido al que est¨¢n muy acostumbrados, e incluso agradecidos.Durante m¨¢s de 60 a?os, las instituciones democr¨¢ticas derivadas de la revoluci¨®n mexicana no s¨®lo no han dado soluci¨®n al problema ind¨ªgena, sino que a partir de la matanza de la plaza de las Tres Culturas (1968) han convertido la democracia en una parodia violenta, como si el poder estuviera empe?ado en suministrar materia y manera a las novelas de Paco Ignacio Taibo II. Los te¨®logos de la modernidad, verdad revelada, se?oritos de la cultura indagadora de los mestizajes m¨¢s c¨®modos, no han ocultado su fastidio ante la ordinariez intelectual del zapatismo, que ni siquiera es una revoluci¨®n fundamentalmente armada, sino medi¨¢tica. Tal vez el fastidio se deba a que los zapatistas no han posado para la historia como guerrilleros voluntaristas f¨¢ciles v¨ªctimas de sus propios impulsos mesi¨¢nicos, sino como eficaces propagandistas del desorden pol¨ªtico, econ¨®mico, cultural, social de fin de milenio.
La escalada represiva ha tenido letra y m¨²sica, y cuando se ultime, los desganados te¨®logos de la modernidad ratificar¨¢n -no es esto, no es esto- su impresi¨®n previa de lo desagradables que son los guerrilleros y los cazadores de guerrilleros.
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