Los Estados Unidos por dos lenguas
?El monoling¨¹ismo es una enfermedad curable?. Una vez vi este grafito en un muro de San Antonio, Texas, y lo record¨¦ la semana pasada cuando el electorado de California, el Estado m¨¢s rico y m¨¢s poblado de la Uni¨®n Americana, vot¨® a favor de la Proposici¨®n 227, que pone fin a la experiencia biling¨¹e en la educaci¨®n.Yo entiendo a los padres y madres inmigrantes de lengua espa?ola. Desean que sus hijos asciendan escolarmente y se incorporen a las corrientes centrales de la vida en los Estados Unidos. ?C¨®mo se logra esto mejor? ?Sumergiendo al escolar, de inmediato, en cursos s¨®lo en lengua inglesa? ?O combinando la ense?anza en ingl¨¦s con la ense?anza en castellano? California ha votado en contra de la segunda idea, ali¨¢ndose a la primera. Este hecho no deroga otro mucho m¨¢s importante y de consecuencias infinitamente m¨¢s duraderas: los Estados Unidos tienen 270 millones de habitantes, y 28 millones entre ellos hablan espa?ol. A mediados del siglo que viene, casi la mitad de la poblaci¨®n norteamericana ser¨¢ hispanoparlante. ?ste es el hecho central, imparable, y ninguna ley va a domar realidad tan numerosa y brav¨ªa.
Hay en la Proposici¨®n 227 la comprensible preocupaci¨®n de los padres latinos por el futuro de sus hijos. Pero tambi¨¦n hay una agenda angloparlante que quisiera someter al bronco idioma de Don Quijote a los par¨¢metros de lo que Bernard Shaw llamaba ?el idioma de Shakespeare, Milton y la Biblia?. El espa?ol es la lengua rival del ingl¨¦s en los Estados Unidos. ?ste es el hecho escueto y elocuente. Es esta rivalidad la que encontramos detr¨¢s de la lucha por el espa?ol en Puerto Rico. En la isla borinque?a es donde m¨¢s claramente se dise?a la rivalidad anglo-hispana. Los puertorrique?os quieren conservar su lengua espa?ola. Pero este apego les veda el acceso a la ?estadidad?, es decir, a convertirse en Estado de la Uni¨®n. No prejuzgo sobre la voluntad borinque?a de mantener el status de ?Estado Libre y Asociado?, ganar la independencia o convertirse en una estrella m¨¢s del pabell¨®n norteamericano. En cualquier caso, Puerto Rico es una naci¨®n, tiene derecho a su lengua espa?ola y no puede ser objeto de un gigantesco chantaje pol¨ªtico: tu idioma a cambio de una estrella.
El temor de los legisladores norteamericanos que condicionan la ?estadidad? a la renuncia de la lengua es, desde luego, el miedo de que, si Puerto Rico mantiene el derecho al espa?ol, Texas, Arizona o Nuevo M¨¦xico reclamen lo mismo. Y tendr¨ªan derecho a ello si una lectura fina del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, por el que M¨¦xico cedi¨® la mitad de su territorio nacional a la conquista b¨¦lica norteamericana, nos demuestra que los Estados Unidos contrajeron, al firmarlo, la obligaci¨®n de mantener la ense?anza del espa?ol, de California a Colorado, y de las Rocallosas al r¨ªo Bravo.
La campa?a contra la lengua de Cervantes en los Estados Unidos es un intento f¨²til de tapar el sol con un dedo. Los hispanoparlantes norteamericanos son ya, seg¨²n la expresi¨®n de Julio Ortega, los ?primeros ciudadanos del siglo XXI?. En vez de hostigarlos, los Estados Unidos har¨ªan bien en reconocerlos como los m¨¢s aptos mediadores culturales del nuevo siglo. Me explico: el hispano en los Estados Unidos no est¨¢ casado con las amargas agendas del racismo; su composici¨®n mestiza faculta al hispano para mediar efectivamente entre negros y blancos. Y su condici¨®n fronteriza convierte al norteamericano de ascendencia mexicana en protagonista de una cultura movible y migratoria en la que, tarde o temprano, el concepto mismo de ?globalizaci¨®n? deber¨¢ enfrentarse a su asignatura pendiente: ?por qu¨¦, en un mundo de inmediato trasiego de mercanc¨ªas y valores, se impide el libre movimiento de personas, la circulaci¨®n de los trabajadores?
Hace 150 a?os, los Estados Unidos entraron a M¨¦xico y ocuparon la mitad de nuestro territorio. Hoy, M¨¦xico entra de regreso a los Estados Unidos pac¨ªficamente y crea centros hispan¨®fonos no s¨®lo en los territorios de Texas a California, sino hasta los Grandes Lagos en Chicago y hasta el Atl¨¢ntico en Nueva York. ?Cambiar¨¢n los hispanos a los Estados Unidos? S¨ª. ?Cambiar¨¢n los Estados Unidos a los hispanos? S¨ª. Pero esta din¨¢mica se inscribe, al cabo, en el vasto movimiento de personas, culturas y bienes materiales, que definir¨¢ al siglo XXI y su expansi¨®n masiva del transporte, la informaci¨®n y la tecnolog¨ªa.
Dentro de esta din¨¢mica,
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los EE UU de Am¨¦rica se presentan como una Rep¨²blica Federal Democr¨¢tica, no como una uni¨®n ling¨¹¨ªstica, racial o religiosa. Una rep¨²blica constituida no s¨®lo por blancos anglosajones y protestantes (WASPS), sino, desde hace dos siglos, por grandes migraciones europeas y, hoy, por grandes migraciones hispanoamericanas. Aqu¨¦llas ten¨ªan que cruzar el oc¨¦ano y eran de raza cauc¨¢sica. ?stas s¨®lo tienen que atravesar fronteras terrestres y son morenas.
La lengua espa?ola, en ¨²ltima instancia, se habla desde hace cuatro siglos en el sureste de los Estados Unidos. Su presencia y sus derechos son anteriores a los de la lengua inglesa. Pero, en el siglo por venir, nada se ganar¨¢ con oponer el castellano y el ingl¨¦s en los Estados Unidos. Como parte y cabeza de una econom¨ªa global, los Estados Unidos deber¨ªan renunciar a su actual condici¨®n, oscilante entre la estupidez y la arrogancia, de ser el idiota monoling¨¹e del universo. Ni los europeos ni los asi¨¢ticos, al cabo, van a tolerar la pretensi¨®n norteamericana del ingl¨¦s como lengua universal y ¨²nica.
?Por qu¨¦, en vez de proposiciones tan est¨¦riles como la 227, los Estados Unidos no establecen un biling¨¹ismo real, es decir, la obligaci¨®n para el inmigrante hispano de aprender ingl¨¦s, junto con la obligaci¨®n del ciudadano angloparlante de aprender espa?ol?
Ello facilitar¨ªa no s¨®lo las tensas relaciones entre la Hispanidad y Angloam¨¦rica, sino la propia posici¨®n norteamericana en sus relaciones con la Comunidad Europea y, sobre todo, con la Comunidad del Pac¨ªfico. El multiling¨¹ismo es el anuncio de un mundo multicultural del cual la ciudad de Los ?ngeles, ese Bizancio moderno que habla ingl¨¦s, espa?ol, coreano, vietnamita, chino y japon¨¦s, es el principal ejemplo mundial. Hablar m¨¢s de una lengua no da?a a nadie. Proclamar el ingl¨¦s lengua ¨²nica de los Estados Unidos es una prueba de miedo y de soberbia in¨²tiles. Y una lengua s¨®lo se considera a s¨ª misma ?oficial? cuando, en efecto, ha dejado de serlo. En materia cultural, las lenguas b¨ªfidas son propias de serpientes, pero emplumadas.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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