Ultim¨¢tum "tecno" a la Tierra
La noche del jueves era propicia para los avistamientos y las abducciones. El pabell¨®n polideportivo de la Mar Bella se alzaba como una r¨¦plica costera de la misteriosa ?rea 51, la base de ovnis de Nevada. Desde el aparcamiento, por un atajo, la fila de fieles camino de Kraftwerk tropezaba y se enmara?aba al atravesar una zona ajardinada. El hecho de que muchos llevaran gafas negras aumentaba la confusi¨®n. El tecno-trekking lleg¨® a su fin y ya largas columnas converg¨ªan desde todos los puntos de la noche hacia el concierto. La expectaci¨®n era grande. La gente deambulaba por las terrazas y pasillos y avizoraba el mar, que parec¨ªa pulsar con suaves olas ensimismadas en su propio espesor salino. Una chica masticaba una crepe con amplio tintineo de anillos en los labios. Un joven miraba hacia el oscuro horizonte con ojos muy abiertos y expresi¨®n de haber confundido el juego de qu¨ªmica Borr¨¢s con la m¨¢quina de hacer palomitas. La expectaci¨®n continuaba creciendo y ya desbordaba cuando los Kraftwerk se materializaron desde un lejano pliegue del espacio-tiempo. Hubo primero una especie de eructo electr¨®nico y luego ya una marejada de sonidos hondos como el cuerno de caza de un Sigfrido cibern¨¦tico. Un concierto de Kraftwerk no es un concierto al uso. De entrada, nadie toca la guitarra. De hecho, nadie toca nada reconocible. La imagen m¨¢s cercana a los Kraftwerk en escena es un fotograma de Ultim¨¢tum a la Tierra. Parecen cuatro androides extraterrestres a los mandos de una nave sideral turbo-diesel. Lucen, los artistas, moda Roswell y afeitados craneales de alien¨ªgenas de un planeta muy estricto. Tocan -o lo que sea lo que hacen- con aires de Gran Hermano orwelliano y movi¨¦ndose m¨¢s bien poco: les ir¨¢ mal nuestra atm¨®sfera, acaso. Las composiciones parecen tener sentidos muy profundos: el peligro nuclear, el plutonio, el krypton, los robots, las autopistas. Algunos mensajes era imposible no retenerlos, porque aparec¨ªan una y otra vez en las pantallas y los repet¨ªan machaconamente. "Man machine, semi human being". "Autobahn". El sonido llegaba en oleadas pulsantes tan poderosas que sacud¨ªan al p¨²blico como ca?onazos de aire caliente. Pod¨ªas bracear en el sonido y hasta hacer un rato el muerto. Una chica se gir¨® y pareci¨® citar a Jules Laforgue: "El v¨¦rtigo enervante me arrulla en los pliegues de su abismo movedizo". Su novio dijo que s¨ª y blandi¨® un pu?o hacia un tipo maduro que a duras penas se hab¨ªa enfundado una camiseta muy estrecha sobre los michelines y cuyo ¨²nico delito era aullar todo el rato -in¨²tilmente- en la sopa sonora: "?Esta canci¨®n la conozco!". Era verdad. Los Kraftwerk se fueron, pero dejaron a sus robots tocando. A ver si les venden la idea a los Stones.
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