El muro vasco
La ¨²nica cosa positiva de la pintoresca expedici¨®n de Inestrillas y dem¨¢s legionarios ultras a Renter¨ªa fue la de servir para recordarles a los nacionalistas vascos desmemoriados c¨®mo es el verdadero nacionalismo espa?ol. ?ltimamente ven¨ªa siendo un truco dial¨¦ctico habitual denostar como fruto del nacionalismo espa?ol cualquier cr¨ªtica al nacionalismo vasco, as¨ª como tambi¨¦n las actitudes menos complacientes con el mejunje pol¨ªtico expelido por los etarras. Incluso hubo hace poco un ignorante brib¨®n que ejerce como comentarista pol¨ªtico en la prensa madrile?a -imag¨ªnense d¨®nde- dispuesto a calificar como ?la fiel infanter¨ªa? a quienes no estamos dispuestos a que se negocien los fundamentos de la democracia con los antidem¨®cratas... aunque creamos negociable todo lo dem¨¢s. Bueno, pues Inestrillas y su santa compa?a han puesto las cosas en su sitio. Porque lo nocivo del nacionalismo no es tener un sano amor a lo propio, como todo el mundo, o un proyecto pol¨ªtico para el pa¨ªs -cosa perfectamente leg¨ªtima- ni tampoco creer en la existencia pol¨ªtica de una naci¨®n vasca o una naci¨®n espa?ola, sino empe?arse en excluir o al menos humillar a los conciudadanos, que no se conforman con los rasgos prefabricados de lo que se establece como sagrada identidad nacional.En este sentido perverso es nacionalista, por ejemplo, lo que dijo Joan Mari Torrealdai (citando una supuesta opini¨®n de Pedro Miguel Etxenike, reciente premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Ciencias), en una entrevista publicada en Egin: que, como el castellano no es lengua oficial en ninguna de las grandes potencias cient¨ªficas del mundo actual, las dos ¨²nicas lenguas imprescindibles para los j¨®venes vascos son el euskera y el ingl¨¦s. Tan nacionalista como la afirmaci¨®n opuesta (?el euskera s¨®lo lo hablan cuatro gatos, lo que hay que aprender para tener mundo es castellano e ingl¨¦s?), algo que tantas veces hemos o¨ªdo en un pasado muy cercano. En ambos casos se desprecia lo que m¨¢s deber¨ªa importar, el hecho de que hay familias vascas que hablan castellano y otras que hablan euskera, teniendo todos perfecto derecho a seguir comunic¨¢ndose as¨ª con sus hijos, mientras que la utilidad del ingl¨¦s pertenece a un registro diferente. El prototipo totalitario y antidemocr¨¢tico de este nacionalismo lo expuso muy bien Arzalluz al decir que s¨®lo los nacionalistas vascos son los verdaderos vascos. Gracias, Gran Timonel, por decir siempre lo que no se debe decir para que sepamos claramente lo que no queremos pensar ni ser.
Aqu¨ª estriba precisamente el problema de fondo del conflicto vasco. Entre la afirmaci¨®n de Arzalluz y la ideolog¨ªa de los campechanos psic¨®patas que mantuvieron secuestrado a Ortega Lara hay una vinculaci¨®n intr¨ªnseca, no accidental: la mentalidad de que dentro de la mezcolanza de ciudadanos hay un pueblo elegido y oprimido que siempre merece comprensi¨®n prioritaria hasta en sus peores extrav¨ªos. Y que no les vengan invocando la democracia cuando no les conviene porque, como claramente dijo en su d¨ªa Txillardegi, ?la democracia tiene poco sentido cuando un pueblo est¨¢ oprimido o, como en nuestro caso, los de aqu¨ª estamos en minor¨ªa?. Ese pueblo se caracteriza sabinianamente por su incompatibilidad radical con los dem¨¢s ciudadanos, los no nacionalistas, es decir los vituperados espa?oles, as¨ª como con sus se?as de identidad culturales y sus proyectos pol¨ªticos. La ¨²nica posibilidad que a esta mayor¨ªa se le concede es la de convertirse al ideario nacionalista -la llamada ?construcci¨®n nacional?, en realidad la destrucci¨®n del pa¨ªs como pluralidad- o al menos no obstaculizarla en modo alguno, so pena de ser considerados no s¨®lo no vascos sino ?antivascos?. El hostigamiento de la violencia terrorista ha ido exasperando estos planteamientos que vienen de mucho m¨¢s atr¨¢s, carg¨¢ndolos de sangre, de resentimiento, de c¨¢rceles, de asesinos martirizados, de v¨ªctimas culpabilizadas, de contraterrorismo terrorista, hasta llegar a un punto en el que son pol¨ªticamente factibles acuerdos puntuales pero ninguno de aut¨¦ntico calado que ayude a convivir. Y lo que falta en el Pa¨ªs Vasco es voluntad de convivencia, no capacidad de autogobierno. O, si se prefiere: voluntad de utilizar el autogobierno para y no contra la convivencia pluralista.
Estoy convencido de que muchos nacionalistas no suscribir¨ªan la comentada opini¨®n de Arzalluz, ni mucho menos el desenfado mort¨ªfero de los verdugos de Ortega Lara. Pero es evidente que el nacionalismo vasco institucional no ha hecho a¨²n su perestroika, tal como tuvo que hacerlo en su d¨ªa el unanimismo espa?olista que hoy recuerda grotescamente el clan del Inestrillas cavernario. No se trata de que los nacionalistas vascos dejen de serlo en todo y para todo, igual que la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn no oblig¨® a renunciar a todos los ideales de justicia social sino s¨®lo a dogmas nefastos como la dictadura del proletariado o el secuestro estatal de cualquier iniciativa econ¨®mica. El nacionalismo vasco necesita urgentemente tambi¨¦n que caiga su muro de Berl¨ªn, es decir que haya un acontecimiento liberador del mismo fuste que le permita sacudirse sus dogmas excluyentes, antidemocr¨¢ticos y xen¨®fobos. ?Cu¨¢l podr¨ªa ser este suceso, a la vez s¨ªntoma y causa de la perestroika nacionalista? A mi juicio, s¨®lo uno: la derrota de ETA, que es la encarnaci¨®n violenta de la intransigencia que desgarra la sociedad vasca y el s¨ªmbolo del nacionalismo entendido como guerra civil. Sin duda la necesaria derrota de ETA no puede ser s¨®lo policial, sino tambi¨¦n social y pol¨ªtica, pero no ser¨¢ social ni pol¨ªtica sin un eficaz sustento policial.
Aunque no dudo de que desee el final de ETA, es evidente que a Arzalluz no le interesa pol¨ªticamente tal derrota. Quiz¨¢ por su formaci¨®n germ¨¢nica, ¨¦l preferir¨ªa una hegeliana aufhebung de ETA por el PNV, es decir una superaci¨®n que al mismo tiempo supusiera su abolici¨®n y su conservaci¨®n, la negaci¨®n de la negaci¨®n, o sea: la negaci¨®n de la violencia como negaci¨®n del no nacionalismo tambi¨¦n. En cierta medida el plan Ardanza y las pr¨¦dicas de los que abogan porque no haya ?ni vencedores ni vencidos? van en esta misma direcci¨®n. Pero de este modo la catarsis del nacionalismo nunca tendr¨ªa lugar -al contrario, se reforzar¨ªa su versi¨®n m¨¢s integrista- ni por tanto nos acercar¨ªamos ni un paso a la instauraci¨®n de la convivencia pluralista, la aut¨¦ntica reconstrucci¨®n nacional. Por eso algunos insistimos en el rechazo de cualquier forma de negociaci¨®n que suponga la m¨ªnima asimilaci¨®n institucional del ideario etarra... sin excluir desde luego ninguna negociaci¨®n o di¨¢logo pol¨ªtico en su debida sede parlamentaria, ni tampoco la propuesta de soluciones generosas para los etarras que renuncien a la violencia armada. No se trata de ninguna vocaci¨®n de intransigencia o re
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vanchismo irracional, ni mucho menos un gusto morboso por sentirnos h¨¦roes, gloria que en lo que me ata?e cedo sin remilgos a cualquier imb¨¦cil que se empe?e en atribu¨ªrmela. Lo ¨²nico que se pretende es seguir afrontando pol¨ªticamente desde la democracia un conflicto pol¨ªtico que la pone en peligro.
?Tenemos entonces conflicto para rato, como reitera la brigada de buenas intenciones -Margarita Robles, I?aki Gabilondo, M¨¢ximo, etc¨¦tera...- cuyas quejas s¨®lo logran dejar en claro la pureza de sus almas pero dan pocas pistas sobre la naturaleza del di¨¢logo o negociaci¨®n que deber¨ªa sacarnos del atolladero? Puede que s¨ª, lo ignoro, aunque cabe recordar que fue la urgencia de hacer ?algo?, lo que fuera para ?acabar de una vez?, el razonamiento que a algunos les llev¨® a bendecir el GAL. Lo del GAL fue primero un crimen y adem¨¢s una equivocaci¨®n: espero que las prisas no hagan ahora tropezar en una equivocaci¨®n que pueda desembocar luego en crimen. Y no olvidemos tampoco que el muro de Berl¨ªn cay¨® un d¨ªa para la sorpresa de casi todos los que lo daban por poco menos que eterno. Probablemente hoy tambi¨¦n ciertas cosas se mueven detr¨¢s del muro etarra, sobre todo en las c¨¢rceles, y sus cimientos pueden no ser tan s¨®lidos como parecen... con tal de que no les ayudemos a reforzarlos con ofertas florales o gui?os de reconocimiento encubierto.
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