Una ecuaci¨®n larga y cargada de inc¨®gnitas
Una inc¨®gnita, la m¨¢s simple, est¨¢ ya resuelta: Pasqual Maragall aspira a suceder a Jordi Pujol como presidente de la Generalitat. Ahora quedan todas las dem¨¢s, las realmente dif¨ªciles. ?Cu¨¢ndo? ?Con qui¨¦n? ?En qu¨¦ condiciones? Maragall, un hombre complejo, deber¨¢ tomar las riendas de un partido no menos complejo, el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). No satisfecho con eso, aspira a abrir las verjas socialistas hacia otros sectores de izquierda y de centro. La ecuaci¨®n es larga y llena de inc¨®gnitas.El momento. Pasqual Maragall no sabe de cu¨¢nto tiempo dispone para resolver la ecuaci¨®n. Eso s¨®lo lo sabe Jordi Pujol, entre cuyas prerrogativas como presidente de la Generalitat est¨¢ la de disolver el Parlamento y convocar elecciones. Acaso tampoco Pujol lo sepa a¨²n. Un consejero de la Generalitat admite que el presidente puede parecer dispuesto a disolver por la ma?ana, dudoso a mediod¨ªa y seguro de agotar la legislatura a la hora de la cena. Pujol repite que, por ahora, piensa en marzo del a?o pr¨®ximo como el momento adecuado. Pero en su propio partido se considera posible que espere hasta el l¨ªmite (noviembre de 1999) y no imposible que convoque a los electores a finales de este a?o.
La fecha electoral depende de dos factores. Uno, confesado, tiene que ver con la evoluci¨®n de la alianza entre Jordi Pujol y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Otro, inconfesable, es el factor Maragall. Hay quien aconseja a Pujol que convoque pronto, antes de que su gran rival pueda organizar un proyecto coherente. Otros, a quienes tal vez Pujol escucha con m¨¢s atenci¨®n, le aconsejan que espere, que d¨¦ tiempo a que afloren las contradicciones del socialismo y a que Maragall, carente de cargo institucional en que apoyarse, se agote de pedalear en el vac¨ªo en una campa?a interminable.
El tercer hombre. Maragall hab¨ªa contado con la presencia de su viejo amigo Narc¨ªs Serra al frente del PSC. Y Serra sigue ah¨ª. Pero no pod¨ªa esperar la irrupci¨®n de Jos¨¦ Borrell, el tercer hombre, un militante del PSC al que unas primarias han aupado al formidable pedestal de la candidatura a la presidencia del Gobierno. Borrell, popular¨ªsimo entre los mandos intermedios y las bases del partido, se muestra encantado y proclama que formar¨¢ con Maragall un t¨¢ndem imbatible.
No est¨¢ claro que Maragall comparta ese entusiasmo. El ex alcalde de Barcelona no tiene en mente un proyecto nacionalista, pero s¨ª lo bastante catalanista como para suceder a Pujol sin quebrar las vigas maestras del pujolismo; de izquierda, pero no tanto como para asustar al electorado centrista.De alguna forma, Maragall quiere captar votos de Pujol. Borrell, en cambio, aspira a movilizar a ese celeb¨¦rrimo medio mill¨®n de electores urbanos que votan a los socialistas en las generales y que, desinteresados por la cuesti¨®n auton¨®mica, se abstienen en las catalanas.
Cuestiones como la legislaci¨®n ling¨¹¨ªstica o los l¨ªmites de la autonom¨ªa catalana son potenciales focos de divisi¨®n. Esta inc¨®gnita tiene dos soluciones posibles y opuestas. Una: ambos se neutralizan mutuamente y van al fracaso. Dos: se complementan y arrasan.
'Capitanes'. Los llamados capitanes, un grupo muy heterog¨¦neo de dirigentes territoriales y organizativos del PSC, pueden ser parte del problema y parte de la soluci¨®n. Narc¨ªs Serra reina sobre el partido, pero hasta cierto punto son ellos quienes gobiernan, y m¨¢s desde la irrupci¨®n de Borrell, en quien detectan a su l¨ªder natural. Como alcalde, Maragall acumul¨® desconfianzas hacia la federaci¨®n barcelonesa del partido. La ecuaci¨®n puede romperse si Maragall, como apunta, prefiere crear su propia plataforma y el partido se siente marginado. Si los capitanes, los hombres del aparato, se ponen disciplinadamente tras el candidato y movilizan a las bases, ¨¦ste dispondr¨¢ de una formidable maquinaria electoral.
El Olivo. En su retiro romano, Maragall ha tenido ocasi¨®n de estudiar a fondo el fen¨®meno del Olivo, la supercoalici¨®n que dibuj¨® un nuevo mapa pol¨ªtico en Italia. El Olivo, que abarca desde los democristianos hasta los ex comunistas, se construy¨® sobre dos necesidades hist¨®ricas: la de reconstruir tras el vendaval de manos limpias y la de empujar a Italia hacia la uni¨®n monetaria europea.
Cuando habla de centro izquierda y de una plataforma de amplio espectro, Maragall piensa sin duda en el Olivo. Pero ?puede construirse eso en Catalu?a? Los democristianos de Uni¨® siguen con Pujol, los independentistas del Partit per la Independ¨¨ncia (PI) -que formaron parte de la ¨²ltima coalici¨®n municipal de Maragall- son abiertamente hostiles a Borrell, y por el momento s¨®lo los ex comunistas de Rafael Rib¨® se muestran abiertos a un pacto poselectoral. La apertura maragallista tendr¨¢ que basarse en independientes, neutrones libres y sociedad civil en general. Algo que por el momento no ha tenido gran ¨¦xito en un sistema partitocr¨¢tico como el catal¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.