Aventuras y disparates
Confieso que no veo ninguna gracia en las aventuras de ese perturbado que rob¨® un avi¨®n de pasajeros, entre Sevilla y Barcelona, armado con el mando a distancia de un televisor: apretando una tecla, pod¨ªa activar una bomba escondida en la bodega del Boeing 727. La descripci¨®n del plan criminal coincide, casi exactamente, con el argumento de una pel¨ªcula que nos proyectaron, pocos d¨ªas antes de la pirater¨ªa a¨¦rea, en un viaje en autob¨²s entre M¨¢laga y Sevilla: en la pel¨ªcula -no me acuerdo del nombre- hab¨ªa una bomba y un mando a distancia que se confund¨ªa con un ordenador muy port¨¢til o una calculadora, o incluso con el mando de un tocadiscos sofisticado. Y en la pel¨ªcula, como en la realidad de ese vuelo Sevilla-Barcelona, entre los viajeros pod¨ªa esconderse alg¨²n c¨®mplice del terrorista, ¨¢rabe, isl¨¢mico. Quiz¨¢ sea el s¨ªndrome de don Quijote, que enloqueci¨® leyendo noveles de caballeros andantes. Quiz¨¢ el pirata del aire iba en el mismo autob¨²s que yo, de M¨¢laga a Sevilla, y se dej¨® seducir por los colorines y las m¨²sicas y las emociones de la pel¨ªcula que nos pusieron. El concejal de La Carolina -h¨¦roe m¨¢s modesto, pues, en lugar de secuestrar a 130, supuestamente s¨®lo se rapt¨® a s¨ª mismo, y me temo que para siempre- pertenece a la misma galer¨ªa de aventureros disparatados, envenenados por las pel¨ªculas del video-club y los telediarios. El Quijote provocaba carcajadas en su ¨¦poca y en mis profesores: digo yo que se reir¨ªan para descansar y olvidarse de las brutalidades de los a?os 1600 y siguientes. Hoy, quien lee El Quijote encuentra raras ocasiones de hilaridad, y, cuando se descubre sonriendo sin querer, se arrepiente y averg¨¹enza un poco. Nabokov lo vio, y ten¨ªa raz¨®n, a pesar de que le achacaran que no hab¨ªa entendido la obra de Cervantes: El Quijote es una suma de crueldades. Estos aventureros tristes, el pirata del aire y el secuestrador de s¨ª mismo, quiz¨¢ sean, como El Quijote, pretextos para olvidar un instante cr¨ªmenes aut¨¦nticos. A m¨ª no me hacen ninguna gracia. Y tampoco El Quijote me da risa: es una de las historias m¨¢s tristes que he le¨ªdo. Pero el enfermo que oblig¨® a aterrizar en Manises al avi¨®n de pasajeros me muestra tambi¨¦n el rostro del Mal; o, mejor, c¨®mo vemos hoy al Enemigo. Este enfermo es la caricatura del terrorista perfecto: corpulento, moreno, con bigote. Tiene rasgos ¨¢rabes. Es un moro, un fundamentalista. As¨ª era el terrorista de la pel¨ªcula de Hollywood que yo vi en el autob¨²s. As¨ª era la caricatura del terrorista que secuestr¨® el avi¨®n Sevilla-Barcelona. Moraleja: quien se mire al espejo y se vea moreno y con bigote, bien puede afeitarse y blanquear la piel con alg¨²n cosm¨¦tico. Y un detalle m¨¢s sobre la descripci¨®n policial del perfecto terrorista: en los a?os ochenta pas¨® por Francia para seguir cursillos sobre minor¨ªas ¨¦tnicas y nacionalismos. Me gustar¨ªa saber qu¨¦ cursillos hizo en Francia el enfermo del avi¨®n, pero la f¨®rmula policial mezcla tres componentes ultravenenosos, antiguos y nov¨ªsimos: estudios en Francia, nacionalismos, minor¨ªas ¨¦tnicas.
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