El camino de la derrota
ETA no es una mafia; ETA no es la banda del Tempranillo. ETA es un ejemplo de nacionalismo con una carga revolucionaria muy fuerte; lo que busca es una Euskadi unida, independiente y socialista. ?stas son definiciones textuales que de ETA nos ha proporcionado hace muy pocos d¨ªas el presidente del PNV. Estar¨ªamos, pues, ante la santa trinidad sobre la que se construyeron los movimientos fascistas del periodo de entreguerras: naci¨®n, socialismo, revoluci¨®n. ETA es, de acuerdo con el an¨¢lisis de Arzalluz, una organizaci¨®n que propugna una revoluci¨®n nacional-socialista; una organizaci¨®n nazi.No hac¨ªa falta que Arzalluz nos aleccionara sobre la naturaleza pol¨ªtica de ETA para convencernos de lo que la misma ETA con sus actos nos revela cada d¨ªa. ETA no es s¨®lo una organizaci¨®n nacional-socialista porque lo sea su discurso pol¨ªtico o por la parafernalia con la que adorna sus apariciones p¨²blicas. Lo es porque, como los nazis, se mofa de las instituciones democr¨¢ticas y, como ellos, a?ade a esa burla el escarnio a sus v¨ªctimas. Lo es sobre todo porque sus atentados contra la democracia no tienen otro objeto que amedrentar a la poblaci¨®n mostr¨¢ndole qui¨¦n tiene el poder radical, el poder sobre la vida y la muerte: si callas o cumples lo que yo digo, vivir¨¢s; si hablas o act¨²as contra lo que yo ordeno, morir¨¢s.
Al asesinar a concejales del PP, ETA se hace las mismas cuentas que los partidos nazis de entreguerras. Las democracias, m¨¢s resistentes de lo previsto frente a las revoluciones comunistas o sindicalistas, son d¨¦biles ante los movimientos nacionalistas: hay mucha m¨¢s gente dispuesta a sacrificar la democracia ante el altar de la naci¨®n que ante el ideal de la sociedad igualitaria. Pero la pasividad o el apoyo de un sector de la poblaci¨®n nunca ha sido lo m¨¢s decisivo en las t¨¢cticas nazis de conquista del poder. Lo que de verdad ha importado hist¨®ricamente es que los nacional-socialistas siempre han encontrado en las clases pol¨ªticas dirigentes de los Estados democr¨¢ticos una complicidad que les ha permitido incorporarse a las instituciones parlamentarias sin necesidad de renunciar al ejercicio del terror en la calle. As¨ª ocurre tambi¨¦n en Euskadi. A la vez que define a ETA como un movimiento nazi, Arzalluz ha mostrado su desd¨¦n hacia los esp¨ªritus de Ermua y ha culpado al Gobierno de no acabar con el terrorismo por inter¨¦s electoral. Es decir, se ha negado a situar al PNV al frente de una movilizaci¨®n suprapartidaria contra ETA y ha cargado sobre el PP la responsabilidad por los asesinatos de sus propios concejales. De esta manera, al rechazar un frente democr¨¢tico contra ETA y desplazar la culpa de los verdugos a las v¨ªctimas, el PNV repite exactamente la pol¨ªtica que sirvi¨® a los partidos conservadores para empedrar el camino hacia la quiebra de las democracias en los a?os veinte y treinta.
Pues, en efecto, la divisi¨®n de los dem¨®cratas ante la ofensiva mort¨ªfera del nacionalismo revolucionario vasco se traduce en la defensa que del di¨¢logo y la negociaci¨®n con el brazo pol¨ªtico de ETA formula Arzalluz en sus ¨²ltimas declaraciones. El giro estrat¨¦gico de su partido se ha plasmado en propuestas de pacificaci¨®n, encaminadas a incorporar a las instituciones democr¨¢ticas a un movimiento cuyo objetivo declarado consiste en destruirlas, y ha desembocado en la formaci¨®n de un frente nacionalista con el pat¨¦tico aditamento de Izquierda Unida. Con el se?uelo de incorporar a HB al Parlamento vasco, y fiado, como Von Papen, de que en un frente nacionalista puede desempe?ar el papel hegem¨®nico, el PNV ha dado un paso de gigante hacia la derrota de la democracia: los nacional-socialistas ya est¨¢n en las instituciones y a¨²n siguen mandando en la calle; ya votan leyes y a¨²n siguen matando al adversario pol¨ªtico.
ETA no tiene todav¨ªa todo el poder en Euskadi, pero el matonismo de los secuestradores de Ortega Lara no revela ¨²nicamente cierta catadura moral; revela, sobre todo, una moral de victoria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.