Hooligan
Recaredo Argull¨®. Ciertos eventos deportivos adquieren tal magnitud y audiencia en los medios de comunicaci¨®n que algunos ven como l¨®gico pensar en su utilizaci¨®n en provecho propio. La celebraci¨®n de unos Juegos Ol¨ªmpicos o unos Campeonatos del Mundo de F¨²tbol concitan tan alto inter¨¦s que no es de extra?ar que las ciudades o pa¨ªses que acogen estas competiciones sean utilizadas por todos aquellos que quieren proclamar sus ideas, darse a conocer o simplemente llamar la atenci¨®n. En ocasiones han ocurrido enormes desgracias en torno a estas pruebas y no por causa de aquellos que reclamaban una mayor justicia social ni mucho menos. En 1968 se celebraron en M¨¦xico los Juegos Ol¨ªmpicos y tres d¨ªas antes la polic¨ªa mexicana disolvi¨® una manifestaci¨®n de estudiantes que ped¨ªan las libertades m¨ªnimas de un pa¨ªs democr¨¢tico con el saldo de m¨¢s de 200 muertos. Los Juegos se celebraron y ning¨²n pa¨ªs decidi¨® no acudir en se?al de protesta. Desde los a?os setenta en los estadios de f¨²tbol han aparecido unos aficionados cuyo objetivo es demostrar su apoyo incondicional a su equipo, incluso si para ello tienen que recurrir a la fuerza. Apoyo que va acompa?ado en ocasiones con el destrozo de todo aquello que encuentran a su paso. Tales aficionados reciben el nombre de hooligan, palabra inglesa con la que se designa a la persona que comete actos vand¨¢licos en la calle. Al parecer la etimolog¨ªa de este vocablo vendr¨ªa de Hooley"s gang, una banda de j¨®venes que a finales del siglo XIX se dedicaba a cometer atrocidades. Estos actos vand¨¢licos se han convertido en el pan nuestro de algunos seguidores de los equipos ingleses en primer lugar, y luego por mimetismo de hinchas de otros pa¨ªses. De las tristes acciones que han cometido estos hooligans pocos aficionados habr¨¢n olvidado los lamentables sucesos acaecidos en el estadio belga de Haysel entre italianos e ingleses, con el terrible saldo de m¨¢s de un centenar de v¨ªctimas, la mayor¨ªa de ellas italianas. Ahora con ocasi¨®n de los Mundiales de Francia estos grupos han vuelto a actuar y en esta ocasi¨®n la v¨ªctima ha sido un gendarme que en estos momentos se debate entre la vida y la muerte. Los hooligans no han salido por generaci¨®n espont¨¢nea, son el fruto de una sociedad en la que existen miles de personas frustradas cuya ¨²nica cultura es la violencia y cuya ¨²nica lectura es la cr¨®nica deportiva de su peri¨®dico local. Gente a la que es f¨¢cil enganchar bajo el pretexto de defender unos colores o una identidad. Detr¨¢s de ellos hay partidos pol¨ªticos, empresas y hombres con nombre propio. Sin ir muy lejos en Valencia el se?or Roig cuando estaba en la oposici¨®n pag¨® a una serie de personas para que en Mestalla se abroncara domingo tras domingo a Arturo Tuz¨®n, a la saz¨®n presidente, y recurri¨® a profesionales de la prensa, uno de ellos trabaja ahora en la televisi¨®n valenciana, que desde diarios y emisoras lincharon a su adversario. Otro tanto podemos decir de otros presidentes actuales de la Liga espa?ola de f¨²tbol. Por todo ello los hooligans que en cada pa¨ªs suelen recibir un apelativo diferente constituyen un problema real. La lucha contra estos fascistas y nazis disfrazados de aficionados al f¨²tbol requiere de un gran esfuerzo colectivo en el que junto a las medidas policiales existan aquellas otras que eviten el caldo de cultivo donde nace la incultura, el culto por la violencia y el desprecio del otro. Valores como tolerancia, el respeto a la diversidad, la solidaridad o el sacrificio deben ser practicados por los gobiernos, difundidos por los medios de comunicaci¨®n, y ense?ados en las escuelas e institutos. Para ello hace falta creer en la utop¨ªa.
Recaredo Agull¨® es socioling¨¹ista.
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