Claves del abandono
Es dif¨ªcil llegar a saber hasta qu¨¦ punto han sido sinceras las palabras de Nicol¨¢s Redondo Terreros cuando, al dar cuenta de la decisi¨®n de su ejecutiva de abandonar el Gobierno vasco, ha afirmado haberse visto obligado a adoptarla. A primera vista, no lo parecen. Por dos veces, una al sacar adelante el requisito de acatar la Constituci¨®n, y sobre todo al lanzar a sus socios de Gobierno el ¨®rdago de abandonarlo si no cambiaban el sentido de su voto, han sido su partido y ¨¦l mismo quienes han elegido un camino que llevaba, casi forzosamente, a esta conclusi¨®n. Por tanto, de obligado, nada. C¨¢lculo consciente, o farol que se le haya podido ir de las manos, el resultado es el mismo. Y la motivaci¨®n tambi¨¦n: electoralismo a corto plazo. El PSE se va del Gobierno porque considera que eso favorece sus expectativas de voto. Tampoco es tan grave, la estabilidad no resulta demasiado quebrantada, el Gobierno no va a caer por falta de apoyos parlamentarios y de hecho la legislatura ha terminado. El de Redondo es casi un gesto de desprendimiento: pedir¨¢ el voto con las manos libres, sin nada m¨¢s en sus alforjas que las propuestas de su programa. Nada de coches oficiales, nada de consejeros apareciendo en inauguraciones en televisi¨®n, todo muy franciscano. El problema es para qu¨¦ va a pedir el voto. ?Para volver a formar gobierno con los mismos? ?Para hacer un nuevo gobierno con otros? ?Con qui¨¦nes? Dicen que la pol¨ªtica hace extra?os compa?eros de cama, pero tambi¨¦n produce otros fen¨®menos curiosos: por ejemplo, el de aquellos partidos que, sin la menor posibilidad de resultar triunfadores, se ven obligados a hacer campa?a como si la victoria estuviera al alcance de la mano, comportamiento s¨®lo explicable en claves de sonambulismo. Despu¨¦s, tras la noche electoral, se despiertan, y buscan y encuentran su sitio, bien en el gobierno, bien en la oposici¨®n. El abandono del Gobierno vasco protagonizado por Nicol¨¢s Redondo se basa en unos cuantos sobreentendidos. Algunos tienen que ver con la est¨¦tica agresiva que se le supone a un presunto triunfador; otros provienen de ciertos aires que corren profusamente y que se sintetizan en un eslogan: "Hay que plantar cara al nacionalismo". No hay duda de que tales aires circulan y de que existe bastante gente que los comparte, pero el problema lo tienen en su propia evanescencia. Plantar cara al nacionalismo, ?para qu¨¦? Para hacer un pa¨ªs m¨¢s progresista, ?con qui¨¦n? Para hacer un pa¨ªs m¨¢s pac¨ªfico, ?c¨®mo y por qu¨¦ camino? Algunos han avanzado m¨¢s en sus propuestas: para dejar al nacionalismo fuera del gobierno, si no cambia. Pudiera suceder incluso que tal alternativa fuese posible en pura aritm¨¦tica parlamentaria, pero tal Gobierno, que no ser¨ªa frentista sino un aut¨¦ntico gobierno de salvaci¨®n nacional (espa?ola por supuesto), ?servir¨ªa para algo de lo anterior? Queda para el final la excusa. Hay quien ¨²ltimamente descubre s¨ªmiles inquisitoriales por todas las esquinas, pero el bandolerismo -y en su versi¨®n moderna, el terrorismo- es una cosa, y la Santa Inquisici¨®n otra. Pretender que los nacionalistas vascos, que acatan la Constituci¨®n como una ley, juren o prometan fidelidad a un s¨ªmbolo que no comparten -porque aqu¨ª la Constituci¨®n funciona como un s¨ªmbolo- es como pretender que abjuren de sus creencias. Y eso s¨ª entronca con viejos h¨¢bitos de poder y de sometimiento del rebelde, el hereje y el pagano, que uno cre¨ªa definitivamente abandonados. La coincidencia del PNV y EA con HB desde luego no es casual, fue conscientemente buscada por quienes plantearon y forzaron esa votaci¨®n. Por lo dem¨¢s, determinadas actitudes ante la progresiva incorporaci¨®n de HB a la din¨¢mica parlamentaria revelan una bien poco disimulada hipocres¨ªa. ?Se considera positivo o no el hecho de que HB vaya al Parlamento? Y cuando van, ?qu¨¦ es lo pol¨ªticamente correcto: que ellos no voten o que los dem¨¢s cambien el sentido de su voto para no coincidir con ellos? Con tantos envites y ¨®rdagos se descubren todos los d¨ªas paralelismos entre la pol¨ªtica vasca y el mus. Pero, con ser muy vasco este juego, los avatares de la pol¨ªtica son m¨¢s parecidos a las estrategias del ajedrez, especialmente en un aspecto: en la previsi¨®n de las consecuencias futuras de los propios movimientos. La estrategia que ha puesto en marcha el PNV de dialogar con HB, es arriesgada, particularmente a corto plazo. Pero aqu¨ª parece que casi nadie quiere darse cuenta de que otras estrategias no consisten sino en poner todos los huevos, electorales, simb¨®licos y medi¨¢ticos, en un ¨²nico cesto; un cesto que s¨®lo funciona y funcionar¨¢ mientras las cosas sigan como est¨¢n
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