Seis grandes zurdos
1) El enorme cabreo por la eliminaci¨®n del equipo nacional no nacionalista ha impedido apreciar o se?alar algunos de los mejores detalles de su actuaci¨®n, no s¨®lo pertenecientes al juego, sino tambi¨¦n a los gestos, cada vez m¨¢s importantes en la medida en que m¨¢s se ven. Al terminar el encuentro, Zubizarreta, que no volver¨¢ a jugar, se fundi¨® en un abrazo lento y sentido con Hierro, lo bastante veterano ya para ser sensible a las despedidas. Ver abrazarse a los jugadores es tan frecuente que para los espectadores menos acostumbrados resulta hasta obsceno. Hoy, adem¨¢s, las efusiones se han convertido a menudo en un aplastamiento del goleador (por eso muchos huyen hacia la banda so pretexto de dedicar la haza?a a un amigo suplente o al del agua, quit¨¢ndose a manotazos a los compa?eros que lo van a apalear). As¨ª que el abrazo entre Zubizarreta y Hierro fue de lo m¨¢s ins¨®lito: en ¨¦l no hab¨ªa euforia sino gran tristeza, por la derrota y por el adi¨®s de uno de ellos; hab¨ªa tambi¨¦n una serena b¨²squeda del consuelo mutuo, y algo de definitivo armisticio, pues el portero y el defensa han militado siempre en equipos rivales. El f¨²tbol es tan cinematogr¨¢fico que me vino a la memoria Los Duelistas, aquella pel¨ªcula basada en un relato de Conrad en que dos oficiales napole¨®nicos se bat¨ªan interminablemente a lo largo de los a?os, para comprender -bastante antes del final- que la muerte o la retirada o la rendici¨®n de uno ser¨ªa a buen seguro la derrota de los dos. Ambos, el uno al otro, se habr¨ªan defendido ante un tercer rival, con el que jam¨¢s ninguno se habr¨ªa aliado ni habr¨ªa hecho causa com¨²n. A los enemigos antiguos hay que cuidarlos casi tanto como a los amigos. Bueno, s¨®lo a los que lucharon de frente, sin esbirros ni sicarios. Pocos quedan hoy as¨ª. 2) Uno de los mejores goles del Mundial paso inadvertido y fue el menos festejado de todos: el sexto de Espa?a a Bulgaria, marcado por Kiko con tanta frialdad e indiferencia que result¨® de una elegancia genial. Tampoco estuvo mal su inmediato gesto, como si se negara a celebrar lo superfluo, ni siquiera a t¨ªtulo personal.3) A trav¨¦s de los gestos no se conoce a un jugador, pero s¨ª a un personaje. Luis Enrique se exaspera y se crispa con su mal perder. Owen, tras marcar su penalti contra Argentina, pese a no resolver a¨²n nada y ser el momento de m¨¢xima tensi¨®n, sali¨® corriendo tan contento como si ya hubieran vencido: tiene a¨²n inocencia e ilusi¨®n por el menor logro o detalle. El futbolista m¨¢s desagradable parece Dugarry, que por suerte chupa banquillo: se comport¨® como un mamarracho al conseguir su gol, sacando la lengua y haciendo h¨¦lices con los brazos; me acord¨¦ de otro rasgo intolerable suyo: salt¨® al campo, con el Bar?a, que perd¨ªa tres a cero, ri¨¦ndose sarc¨¢sticamente, como si aquello no fuera con ¨¦l; de haber sido yo cul¨¦, habr¨ªa exigido su expulsi¨®n del club. El jugador que no entiende o asume la carga simb¨®lica de su profesi¨®n no merece estar en ella. Con un tres-cero en contra nadie debe jam¨¢s re¨ªr.
4) Lo de las expulsiones clama al cielo. El Inglaterra-Argentina fue tan emotivo en su primera mitad que parec¨ªa salido de otro Mundial, alegre, desaforado, arriesgado, como todos los partidos habr¨ªan de ser. El siervo de Blatter no pod¨ªa permitir tales lujos, que dejaban en evidencia a los otros cincuenta y cinco encuentros celebrados. As¨ª que aprovech¨® una tonter¨ªa de Beckham para dejar a Inglaterra con diez y convertir segundo tiempo y pr¨®rroga en algo propio -¨¢spero y denodado- de este Mundial. ?Deber¨ªa no haberlo echado, si vio c¨®mo Beckham le acariciaba la pantorrilla al duro Simeone? En efecto, creo que no deber¨ªa haberlo expulsado, como tambi¨¦n debi¨® seguir en el campo el holand¨¦s Kluivert, en su primera aparici¨®n, que tuvo un simple mal gesto hacia un rival. A cualquier cosa la llaman hoy "agresi¨®n" los que hablan de f¨²tbol sin haber jugado jam¨¢s a ¨¦l.
5) Qu¨¦ poco se habla de la nueva mano argentina, que otra vez trajo la eliminaci¨®n de Inglaterra. Chamot, creo, despej¨® con el pu?o en el ¨¢rea, y el siervo de Blatter se hizo el loco. Se estaba en la pr¨®rroga. Gracias a eso nos quedamos con un equipo cori¨¢ceo y trompicado y perdemos a una Inglaterra que, por primera vez en mucho tiempo, alineaba a cuatro juegadores que vale la pena ver: Anderton, Owen, Scholes y el tonto de Beckham, que tendr¨¢ por eso muy dif¨ªcil nuestro perd¨®n.
6) Un ¨²ltimo gesto: el seleccionador Passarella revolc¨¢ndose por el c¨¦sped al acabar el partido ganado in extremis. Con su chaqueta y su corbata. No puede permitirse eso quien ha rechazado a Redondo por llevar el pelo largo. Conf¨ªo en que Argentina no gane m¨¢s, sobre todo por no tener que contemplar de nuevo los revolcones hist¨¦ricos (ped¨ªa a gritos un exorcista) de quien se pretende hombre de hierro. Menudo flan.
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