Pir¨®manos en el Ulster
LOS ATAQUES incendiarios contra 10 iglesias cat¨®licas, tan s¨®lo un d¨ªa despu¨¦s de constituirse la Asamblea del Ulster, son actos que retratan muy bien a quienes no tienen otro proyecto pol¨ªtico que cultivar el odio para dinamitar el proceso de paz en Irlanda del Norte. Despu¨¦s de que una amplia mayor¨ªa de los ciudadanos del Ulster votara a los candidatos de los partidos que defienden el proceso de paz, los derrotados recurren de nuevo a los ¨²nicos m¨¦todos que les quedan. Tratan de hacer rebrotar los enfrentamientos y la hostilidad para ahogar la esperanza de que las dos comunidades del Ulster puedan tener un futuro com¨²n. El primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, reaccion¨® con rapidez inusual y acudi¨® al Ulster a condenar all¨ª mismo estos atentados.Pero los incendiarios no son s¨®lo aquellos que quemaron las iglesias cat¨®licas y quienes respondieron un d¨ªa despu¨¦s con ataques similares contra edificios religiosos de la comunidad protestante. Un sectarismo con ra¨ªces tan profundas como el existente en Irlanda del Norte s¨®lo puede ser vencido con las grandes dosis de visi¨®n pol¨ªtica y generosidad que han demostrado todos los implicados en favor del proceso de paz desde sus comienzos. Pero es necesaria, adem¨¢s, una firme actitud contra quienes se aferran a las tradiciones del odio. S¨®lo as¨ª podr¨¢ germinar una cultura de paz y comprensi¨®n mutua inexistente entre ambas comunidades desde hace siglos.
El exponente m¨¢s claro de esta cultura del enfrentamiento son las marchas conmemorativas en las que cada comunidad festeja un hecho hist¨®rico que humilla a la otra. La unionista Orden de Orange tiene previsto realizar ma?ana una de esas marchas a trav¨¦s de Portadown. Su insistencia en cruzar un barrio cat¨®lico es una provocaci¨®n m¨¢s y equivale a un llamamiento al conflicto sectario. Con el pretexto del culto a la tradici¨®n cultivan lo peor del pasado y quieren, adem¨¢s, imponer su perpetuaci¨®n. El nuevo Gobierno de David Trimble tiene legitimidad suficiente para hacer frente a quienes, incapaces de liquidar el proceso de paz en las urnas, quieren hacerlo mediante atentados y apelaciones a los peores instintos de un sectarismo que s¨®lo ha tra¨ªdo desgracias para ambas comunidades
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