La luna sobre la bailarina
La pieza emblem¨¢tica del ballet de todos los tiempos sufre de vez en cuando cambios significativos y puntuales, lo que en cierto sentido es factor determinante para garantizarle esa eternidad inherente a todo cl¨¢sico. Ben van Cauwenbergh vuelve a lo que pudi¨¦ramos llamar su estilo de compendio, donde aglutina su saber y experiencia a la vez que con mano discreta aporta lo suyo propio.
Giselle nos refuerza la idea de que morir por amor no es lo peor que le puede pasar a alguien, si bien, esto es sobre todo una de esas verdades que vive sobre todo en la m¨¦dula del arte, y se sabe, que otra cosa es la vida. Precisamente, la vida de Giselle es un r¨¢pido ascenso al cielo del perd¨®n y al infierno del amor. La compa?¨ªa alemana mostr¨® un buen nivel con evidentes fallos en la recreaci¨®n estil¨ªstica del canon rom¨¢ntico. No hay excusa para esto pero poco a poco al ojo del ballet¨®mano enterado se le va haciendo habitual que los bailarines confundan registros est¨¦ticos y desarrollen las lecturas de pasos con una imparcialidad justiciera que perjudica el fondo medular y temporal de la obra que bailan.
Ballet de la ?pera de Wiesbaden
The Manhattan Transfer. Tim Hauser, Janis Siegel, Alan Paul y Cherry Bentyne, voces. Yaron Gerhovsky, pianista y director del sexteto instrumental. Palau de la M¨²sica. Valencia, 4 de julio.
Giselle
Coreografia: Ben van Cauwenbergh sobre la original de Coralli/ Perrot /Petip¨¢. M¨²sica: Adam. Escenografia: Wolf Waninger. Vestuario: Alexander Vasiliev. Festival de M¨²sica y Danza de Granada. Jardines del Generalife, 3 de julio.
Hab¨ªa luna en cuarto creciente en el Generalife, y parece que eso ayuda (inolvidable aquella luna llena que protegi¨® a Trinidad Sevillano en su Giselle hace a?os). La bailarina Irena Veterova hizo un primer acto inseguro; ella tiene una buena estampa cl¨¢sica, pero a veces tambi¨¦n se confunde de ballet, y se apura en demas¨ªa: la ansiedad es el peor enemigo del virtuosismo sobre las puntas, y la artista vino a ganar la partida desde la salida de la tumba en el segundo acto, ella fue todo concentraci¨®n y con justicia hay que decir que comenz¨® un tipo de virtuosismo controlado hasta la famosa pose en reverencia y perfil del personaje. Hay momentos claves en los ballets cl¨¢sicos donde la pose est¨¢tica tiene la misma elocuencia e importancia que el movimiento. Aunque la bater¨ªa de Veterova no fue brillante, tanto antes como despu¨¦s de este momento crucial mostr¨® sentido del adaggio y del estilo. Le acompa?¨® Alexander Monachov en el papel del seductor Duque Albrecht, que result¨® ser de tr¨¢mite y solamente aceptable, no as¨ª el Hilari¨®n interpretado por Aurelian Scannella, que simplemente comete ese com¨²n error de creer que la sobreactuaci¨®n cobra sentido trat¨¢ndose de una tragedia rom¨¢ntica. Volvi¨® a ser brillante el trabajo de escenograf¨ªa y vestuario, as¨ª como el control esc¨¦nico que el experto Cauwenbergh es capaz de desplegar sobre el conjunto que dirige.
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