Declan Donnellan monta 'Le Cid' para reflexionar sobre la desobediencia
La obra de Corneille llega al festival de Almagro antes que al de Avi?¨®n
A los grandes nombres de la escena europea de esta segunda mitad de siglo como Giorgio Strehler, Peter Brook, Ingmar Bergman, Tadeusz Kantor, o Peter Stein, unos ya desaparecidos y otros con una edad avanzada, les salen claros herederos. Uno de ellos , el irland¨¦s Declan Donnellan, fundador de la compa?¨ªa Cheek By Jowl y director del Royal National Theater, ha elegido el Festival de Teatro Cl¨¢sico de Almagro para presentar Le Cid, de Pierre Corneille, una reflexi¨®n sobre la desobediencia y uno de los espect¨¢culos m¨¢s esperados del Festival de Avignon 1998 donde se estrenar¨¢ el d¨ªa 11.
El p¨²blico de esta ciudad manchega de menos de 10.000 habitantes ha tenido el privilegio de ver, antes que nadie, la ¨²ltima creaci¨®n de un hombre que en varias ocasiones ha demostrado su inclinaci¨®n por textos cl¨¢sicos espa?oles o, como en esta ocasi¨®n, por una tem¨¢tica enraizada en lo m¨¢s profundo de la cultura de nuestro pa¨ªs. Una debilidad de la que Donnellan habla abiertamente: "Me gustan mucho los grandes escritores del siglo XVII, sobre todo de Inglaterra y Espa?a, me siento pr¨®ximo a las obsesiones de estos autores, me gustan las preguntas que se hacen a trav¨¦s de su teatro ¨¦pico y po¨¦tico sobre la pol¨ªtica, lo sobrenatural y las grandes dudas entre individuo y Estado", afirma.El director, que en 1990 recibi¨® a los 36 a?os el premio Laurence Olivier, por el conjunto de su obra, galard¨®n considerado como el Nobel de teatro, opina que es muy peligroso pensar que la poes¨ªa es s¨®lo bella: "Tambi¨¦n es fea y cuando se manejan los dos conceptos, cuando con un ojo vemos la belleza de la poes¨ªa y con el otro la fealdad, tenemos algo que est¨¢ muy cerca de la verdad", y a?ade, "el teatro cl¨¢sico utiliza la poes¨ªa para escapar y huir, para mostrar todo con una gran dureza, porque el teatro como la poes¨ªa necesita que la belleza y la fealdad se mantengan en equilibrio..., no podemos amar a alguien sin conocer sus faltas", dice este hombre que ha visitado Espa?a en siete ocasiones siempre cosechando importantes ¨¦xitos, al igual que en otros numerosos pa¨ªses.
Las ¨²nicas dos representaciones de Le Cid vistas en Espa?a, han tenido car¨¢cter de ensayo general para que sea el Festival de Avignon, productor de este montaje, quien estrene oficialmente el espect¨¢culo la pr¨®xima semana. Tanto en Avignon como en Almagro el grupo trabaja en el Teatro Municipal. En la ciudad manchega se recibi¨® calurosamente este montaje en el que se sit¨²a la acci¨®n en un espacio opresivo, claustrof¨®bico, donde los personajes se envuelven en una atm¨®sfera con formas externas, tanto en la conducta como en el vestuario, cercanas a los ambientes militaristas de la II Guerra Mundial europea.
A la salida del espect¨¢culo se habl¨® mucho de las simbolog¨ªas del montaje. De lo que pod¨ªa significar que Donnellan hubiera dado el papel del rey Fernando de Castilla y de Rodrigo D¨ªaz de Vivar a dos actores negros. Del hecho de que do?a Elvira y don Diego (la figura materna de Gimena y el padre de Rodrigo, respectivamente) llevaran muletas y cada uno una pierna escayolada. Del hallazgo esc¨¦nico que supon¨ªa que en los combates las espadas fueran objetos imaginarios. Hubo todo tipo de an¨¢lisis que Donnellan tir¨® por tierra de un plumazo. Los actores eran negros porque eran los mejores que encontr¨® para esos papeles, sin ning¨²n otro motivo; los actores escayolados sufrieron accidentes durante los ensayos y las espadas eran imaginarias porque se hab¨ªan roto las que ten¨ªan que utilizar esa noche y las de repuesto no llegaron. Donnellan no pudo evitar la carcajada, algo normal en ¨¦l dado su excelente humor, cuando se enter¨® de la reacci¨®n que estos fortuitos hechos hab¨ªan provocado.
El director en este montaje, en el que con trazos simples nos habla de las relaciones ed¨ªpicas entre padres e hijas o de la debilidad autoaceptada de El Cid ( "¨¦l sabe que es la puta de su padre y de su pa¨ªs", dice del personaje) de lo que s¨ª quiere hablar es de la desobediencia: "Es indispensable para vivir, hay que aprender a desobedecer., hay algo maravilloso ver en El Cid y en Fuenteovejuna y es que se ve claramente c¨®mo estamos preparados para ser los esclavos del Estado, algo que hemos aprendido a trav¨¦s de nuestros padres que nos han hecho esclavos previamente".
Para el director, los personajes de la funci¨®n son muy modernos: "Est¨¢n sumergidos en una especie de locura, porque est¨¢n civilizados, y no hay que olvidar que la civilizaci¨®n est¨¢ muy bien pero cuesta muy cara, porque para ello debemos reprimir, oprimir y dejar de ver muchas cosas, si no no es posible vivir en comunidad, no hay m¨¢s que ver toda la violencia contenida que hay en todos los pa¨ªses civilizados, en los que todas las ma?anas tenemos que administrarnos anestesia para vivir como seres civilizados y no matar a los agentes de polic¨ªa que llevamos dentro de nuestro cerebro, unos polic¨ªas que se ven en el teatro porque all¨ª nos muestran situaciones extremas", se?al¨®.
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