Henze y Maderna estrenan dos versiones esc¨¦nicas y musicales de Garc¨ªa Lorca
La serie de dedicaciones a Federico Garc¨ªa Lorca en el centenario de su nacimiento alcanzaron el s¨¢bado un punto de especial significaci¨®n con el estreno en Espa?a de El rey de Harlem, 1980, de Hans Werner Henze, y Don Perlimpl¨ªn, 1961, de Bruno Maderna, en una coproducci¨®n del festival granadino, el Teatro de La Fenice de Venecia y el de la Zarzuela de Madrid. Las piezas en que comparten escenario m¨²sicos y actores forman parte del proyecto Lorca en escena, con Jos¨¦ Ram¨®n Encinar como director musical, Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n en la direcci¨®n esc¨¦nica y Gerardo Vera como escen¨®grafo.
Como es bien sabido, El rey de Harlem es una oda que tiene tanto de expresi¨®n surrealista ("los escarabajos borrachos de an¨ªs olvidaban el musgo de las aldeas") cuanto de crispaci¨®n social ("sangre furiosa por debajo de las pieles"). Werner Henze, compositor dram¨¢tico por instinto y por pasi¨®n, extrae de las estrofas imaginativas y tremendas del poeta granadino todo cuanto musicalmente sugieren y permiten desde esa doble v¨ªa. En cierto modo, la pieza podr¨ªa situarse cerca de El Cimarr¨®n, aunque en el caso de Harlem me parece m¨¢s completa y acusada la transfiguraci¨®n musical que en el de la obra sobre Cuba.Una sola voz, que ahora es la de la magn¨ªfica contraalto y actriz habanera Linda Miraval, asume el protagonismo del texto, envuelto, apoyado o indivisiblemente identificado con el conjunto instrumental.
Muy distinto es el caso de Amor de don Perlimpl¨ªn con Belisa en su jard¨ªn, que Garc¨ªa Lorca denomina "Aleluya", presentada en 1933 y enraizada en el teatro de mu?ecos con ascendencia italiana y en el sentimiento y vuelo popular de Andaluc¨ªa. Pero tras estos personajes y tras la poes¨ªa leve, ingenua, sin ret¨®rica, habita siquiera sea de un modo esquem¨¢tico, todo un drama. Y un compositor de tan feliz imaginaci¨®n como Bruno Maderna hizo de la balada amorosa de Lorca una pieza radiof¨®nica f¨¢cilmente transportable a la escena y, no pocas veces, a la musical.
Independientemente de las caracter¨ªsticas de cada obra y de los procedimientos utilizados por Henze o Maderna -en la onda del serialismo o la electr¨®nica- en ambos casos se recita o se canta con gran humanidad e incluso lirismo. Y ha sido acierto del director esc¨¦nico, Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, y del escen¨®grafo y figurinista Gerardo Vera, conseguir una buena dosis de coherencia y unidad entre las dos creaciones: pl¨¢sticamente queda ordenada por un gran marco que en Harlem encuadra la oscuridad o se torna espect¨¢culo de sombras y en Perlimpl¨ªn apunta gustos de tradici¨®n granadina. De igual modo, como sucede en Lorca, el color como algo sustantivo en su poes¨ªa o en su teatro, matiza tanto la imaginaci¨®n surreal y real¨ªsima del barrio neoyorquino o las enso?aciones apasionadas de Belisa y Marcola excelentemente interpretadas por la gracia l¨ªrica de Beatriz Lanza y el magisterio dram¨¢tico de Aurora Bautista. Don Perlimpl¨ªn es s¨®lo m¨²sica en el sonar de una flauta que hizo las delicias del int¨¦rprete del estreno, mientras un narrador (Manuel Galiana) contaba la alegor¨ªa o nueva f¨¢bula con sobriedad.
Excelente en todo y por todo el director musical Jos¨¦ Ram¨®n Encinar, que ha sabido escarbar todos los rincones de las dos piezas as¨ª como conjuntar con tino y sutileza los elementos musicales: el grupo Proyecto Gerhard y el Sax-Ensamble. La buena ac¨²stica del auditorio Falla permiti¨® una escucha detallada y una definici¨®n vocal e instrumental precisa y la audiencia aplaudi¨® con calor a todos.
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