La calle y los despachos
El recalentamiento que sufre estos d¨ªas el clima del Pa¨ªs Vasco aconseja opinar con prudencia y a partir del supuesto de que nadie tiene respuestas claras al problema vasco. Pero era evidente que el rechazo autom¨¢tico, sin casi discusi¨®n ni debate, del plan de paz del lehendakari Ardanza har¨ªa de ¨¦l s¨ªmbolo de polarizaci¨®n de espa?olistas frente a nacionalistas. En mi opini¨®n, hubiera sido mucho m¨¢s inteligente entrar a discutir el plan siempre que, efectivamente, y como en ¨¦l se se?ala, ETA declarara una tregua ilimitada, devolviendo as¨ª la pelota al otro lado y enfrentando a ETA y su entorno a la propuesta del lehendakari. Pero no, se rechaz¨® casi un¨¢nimemente y sin dar tiempo a que madurara la opini¨®n p¨²blica. Cre¨ªa entonces ,y sigo creyendo, que fue un error. Pues no era menos evidente que el Plan iba a contar con el apoyo de la mayor¨ªa de los vascos. La encuesta del Gobierno vasco de que daba cuenta este peri¨®dico el s¨¢bado muestra que nada menos que el 66% de los electores vascos lo apoyan expresamente y el 60% es partidario de iniciar un dialogo entre todos los partidos, incluido HB, siempre que ETA declare previamente una tregua ilimitada. Y ello porque nada menos que el 94% creen que el conflicto s¨®lo puede tener un final dialogado y el 73% apoyar¨ªa un proceso similar al de Irlanda. Estos datos suponen un considerable ¨¦xito de Ardanza, que parece haber ganado ampliamente el apoyo de la opini¨®n p¨²blica por lo que cabe esperar que, a partir de esta encuesta, el plan ser¨¢ parte central del programa electoral del PNV, v¨ªa de comunicaci¨®n entre ¨¦ste y HB y, en breve, bander¨ªn de enganche y emblema del nacionalismo vasco. Una vez m¨¢s, podr¨¢n decir, Madrid y Espa?a no nos entienden.Pero que se abra un dialogo con el PNV que pueda ampliarse a HB tan pronto ETA deje de matar, es decir, que se abran las puertas de los despachos a la diplomacia, no puede significar ni abandonar los principios ni menos aun perder la calle. Lo primero, los principios, puede parecer anecd¨®tico pero el conflicto vasco es, todo el, un conflicto de s¨ªmbolos. Y que los parlamentarios vascos se nieguen a acatar la Constituci¨®n es, ciertamente, una actitud que, ni el PSOE, ni menos a¨²n el PP, deben permitir. Que el PNV considere inmoral (Ibarretxe dixit) acatar la Constituci¨®n en Euskadi, pero s¨ª la acate en Madrid, como si Pancorvo transformara vicios en virtudes; que no acaten pero pidan a diario que los dem¨¢s la cumplan hasta la ¨²ltima coma; o que, finalmente, pidan obediencia a sus propias decisiones, obediencia que s¨®lo tiene legitimidad desde la Constituci¨®n que rechazan, todo ello es una serie de disparates que justifican sobradamente la posici¨®n del PSE y que colocan en el rid¨ªculo la irritada acusaci¨®n del PP de electoralismo, justo cuando, tras doce a?os de electoralismo, parece que el PSE entra en raz¨®n.
Pero m¨¢s grave aun es la p¨¦rdida del control de la calle pues la violencia se prestigia por su propia brutal eficacia. Quien no puede acabar con su enemigo no tiene m¨¢s remedio que pactar con ¨¦l. El acoso a los concejales del PP no puede permitirse y Mayor Oreja debe obtener todo el apoyo -y no descalificaciones- de su Gobierno para poder acabar con esa situaci¨®n, presionando al PNV. Tiene raz¨®n -ahora s¨ª- el Presidente cuando se?ala que en las condiciones actuales el ejercicio de la opini¨®n p¨²blica en el Pa¨ªs Vasco est¨¢ seriamente hipotecado. ?Re¨²ne Euskadi condiciones para unas elecciones democr¨¢ticas? La pregunta es terrible pues muestra que estamos cruzando la frontera en que el Estado se desmorona. Pero m¨¢s terrible es que eso lo constate el Presidente, como si ¨¦l fuera un simple observador de lo que acaece. Pues si el Presidente no dispone hoy y ahora de instrumentos para garantizar el orden p¨²blico electoral, debe acudir urgentemente al Parlamento para que se le otorguen.
Pactar todo con el PNV menos las v¨ªas de pacificaci¨®n de Euskadi es lo contrario de lo que debe hacerse y el PNV deber¨ªa saber que no obtendr¨¢ nada si no recobra el control de la calle. Igualmente, rechazar la negociaci¨®n en los despachos al tiempo que se deja abandonada la calle es lo contrario de lo que debe hacerse: restablecer el orden p¨²blico democr¨¢tico a cualquier esfuerzo y abrir v¨ªas de negociaci¨®n con el PNV y el nacionalismo moderado. Lo l¨®gico es ser blandos, tolerantes y abiertos con las opiniones, pero duros, exigentes e incluso intransigentes, con el fascismo etarra. Hay que ganar la calle y abrir los despachos; no cerrar estos y perder aquella.
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