Xarxa Teatre
Hasta ahora ese grupo teatral que naci¨® entre Vila-real y Castell¨® de la Plana fabricaba sus propios decorados para espect¨¢culos tan magn¨ªficos como Ibers, El Foc del Mar, La Nit M¨¤gica o Veles i Vents haciendo s¨®lo peque?as concesiones a la utilizaci¨®n de andr¨®minas ubicadas in situ en aquellos lugares donde represent¨® sus complejos montajes de acci¨®n, m¨²sica, pirotecnia y luces artificiales que le habr¨ªan consagrado como uno de los dise?adores de teatro al aire libre y nocturno m¨¢s apreciados de Europa. En alguna ocasi¨®n echaron mano por ejemplo de una gr¨²a para el desarrollo de una obra pero fue excepcionalmente. El s¨¢bado, cuando estrenaban un montaje como colof¨®n y cierre de las fiestas dedicadas por el Grau a Sant Pere en los muelles del Port de Castell¨®, una parte de sus componentes celebraban ya antes del inicio que fuera la primera vez que pod¨ªan ver un espect¨¢culo de Xarxa Teatre en directo, pues reci¨¦n llegados de Alemania, donde acababan de escenificar Veles i Vents, iban a asistir aqu¨ª al Sant Pere per sempre; porque Xarxa Teatre, desde hace algunos a?os, puede ofrecer varias obras simult¨¢neamente en lugares tan distantes como Berl¨ªn y Caracas. Nelo Vilanova y Leandre Escamilla, l¨ªderes del grupo, que me hab¨ªan hecho llegar su expreso deseo de amigos de contar con mi presencia, argumentaban que el montaje era como una concesi¨®n populista a hechos e identidades muy del Grau de Castell¨®. Pero visto lo visto no hac¨ªa falta ninguna apostilla. El espect¨¢culo hubiese valido, o funcionado, como dicen ellos, para la Mar Vella de Barcelona, para los pescadores de G¨¦nova, el Cabanyal valenciano, los puertos de Alacant y Santa Pola, y, por supuesto, all¨ª donde pescadores, puerto, veraneantes, mar, barcos de pesca y sabor mediterr¨¢neo se diesen cita; es decir, en todas partes. Ubicados los actores en lo alto de una impresionante estiba de contenedores, escoltados por cuatro gigantescas gr¨²as manejadas por sus conductores habituales, Xarxa pas¨® revista a estampas pasadas y presentes de la vida del Grau y bord¨® la subasta del pescado, el ir y venir de las barcas, los bailes tradicionales del lugar (las marineries), emiti¨® emotivos ecos de habaneras, recre¨® cl¨¢sicos de nuestra m¨²sica popular, incluso de la distante occitana con unos pocos instrumentos (dol?aina, acorde¨®n, tabalet, piano y percusi¨®n) sabiamente utilizados en la partitura de Jaume Gosalvez, un descubrimiento; en fin, la fiesta ritual del bou embolat y el sabor de una playa a?eja que emerg¨ªa del remate de aquel impresionante escenario donde el feismo de los armatostes contempor¨¢neos que ocupan los muelles se mezclaba con una pirotecnia espectacular, bien administrada, colorista, compitiendo con luces prodigiosas, a veces s¨®lo sugerente, despu¨¦s contundente y, en algunos momentos, combinada con m¨²sicas que surgen indudablemente del alma valenciana que late en Xarxa Teatre conducentes directamente al nudo en la garganta previo a la l¨¢grima tierna sobre el c¨¦sped de lo nuestro. Fue impresionante, como corresponde al estilo de nuestros embajadores m¨¢s productivos en la aventura del espect¨¢culo total que es este tipo de teatro que salt¨® de las salas primero a las plazas y luego a los espacios abiertos. Si llega a aparecer La Panderola, el m¨ªtico trenet de la infancia de casi todos nosotros, como quer¨ªan, seguro que lloro a moco tendido de emoci¨®n.
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