Arrebatador V¨ªctor Puerto
V¨ªctor Puerto obtuvo un triunfo arrebatador. El hombre, que al parecer hab¨ªa venido a luchar contra los elementos, les plant¨® cara al sino y al destino, se li¨® la manta a la cabeza, atropell¨® la raz¨®n y le cort¨® las dos orejas a un toro condeso que era un burro. El p¨²blico pamplon¨¦s ni se lo pod¨ªa creer. El p¨²blico pamplon¨¦s, se entusiasm¨® con los desbordantes arrebatos, los alardes temerarios le pusieron al borde del delirio y cuando el heroico matador cobraba el estoconazo fulminante, entr¨® en ¨¦xtasis.
Muchas veces se ha dicho que con toreros buenos no hay toros malos. Los toros podr¨¢n sacar cuantas dificultades les de la gana pero si delante tienen un torero verdadero y est¨¢ en vena, acabar¨¢n dominados, humillados y estoqueados por el hoyo de las agujas.
Corte / Ortega, Caballero, Puerto
EE UU, 1991 (89 m.). Director: Gilbert Cates. Int¨¦rpretes: Henry Winkler, Karl Malden.
Cuatro toros del Conde de la Corte; dos de impresionante trap¨ªo, y 4? de Mar¨ªa Olea
Todos serios y cornalones -aunque varios sospechosos de pitones-, descastados y broncos.
Ortega Cano: estocada corta baja a paso banderillas y rueda de peones (bronca); dos pinchazos y media descaradamente baja (silencio)
Manuel Caballero: estocada y cinco descabellos (silencio); estocada atravesada, rueda de peones -aviso- y cuatro descabellos (palmas y saludos). V¨ªctor Puerto: estocada baja y dos descabellos (silencio); estocada (dos orejas); sali¨® a hombros por la puerta grande.
Plaza de Pamplona, 8 de julio
4¡ã corrida de feria. Lleno.
Los toros del Conde de la Corte, eran de aquellos. Toros grandotes y cornalones; toros sin rasgo alguno de su noble estirpe y en cambio exhibiendo groseramente los vicios propios del ganado moruch¨®n. Antes que de los predios condesos parec¨ªan venidos del corral del T¨ªo Picard¨ªas.
A Ortega Cano le sacaron en primer lugar un torazo de enorme cornamenta, por a?adidura resabiado y duro, al que el veterano diestro machete¨® con prudencia no exenta de torer¨ªa. O quiz¨¢ deber¨ªa decirse al rev¨¦s. Sin embargo el p¨²blico debi¨® tomar por burla las l¨®gicas precauciones de Ortega Cano y defendi¨® sus derechos grit¨¢ndole toda clase de improperios.
Minutos m¨¢s tarde pudo tomar conciencia de la injusticia. Porque los dos espadas, se ve¨ªan obligados a adoptar medidas similares a las que emple¨® el director de lidia. Los toros del Conde de la Corte sal¨ªan ya pegando arrancadas inciertas, manifestaban descaradamente su mansedumbre en la prueba de varas, esperaban reservones a los banderilleros, en la muleta primero probaban, luego amagaban y se negaban a embestir.
Manuel Caballero intent¨® el derechazo y el natural y ante el negro panorama, machete¨® presto. V¨ªctor Puerto salud¨® a su manso con ver¨®nicas de rodillas, lo que tambi¨¦n son ganas, y de pie se vio obligado a resolver mediante regates los capotazos, las chicuelinas y la revolera, para acabar desarmado y perseguido hasta el catre. El toro ya no embisti¨® m¨¢s. A cada muletazo que pretendi¨® darle V¨ªctor Puerto, correspond¨ªa par¨¢ndose y pegando una cabezada.
A partir del cuarto toro cambi¨® el panorama. No es que mejorara el comportamiento de la moruchada sino que los diestros sacaron lo m¨¢s granado de su ciencia y su verg¨¹enza torera, dijeron aqu¨ª estoy yo, y dominaron a los moruchos respectivos, cada cual seg¨²n su personalidad y su concepci¨®n del arte de torear.
Empez¨® Ortega Cano y dio una lecci¨®n magistral. ?Que el toro no embest¨ªa? Pues se dedic¨® a encelarlo y lo hizo por el procedimiento de darle la distancia precisa, consentir y mandar con templanza, ligar los pases. Y cada vez que los ligaba recrec¨ªa en el toro su celo embestidor. Derechazos y naturales instrument¨® Ortega con esta t¨¦cnica, y si no se le lleg¨® a entregar la plaza debi¨® de ser porque muchos a¨²n no le hab¨ªan perdonado su actuaci¨®n anterior.
Manuel Caballero tambi¨¦n estuvo hecho un maestro. Citando de lejos provocaba las arrancadas y, al recibirlas, embeb¨ªa con mando la topona acometida, obligando a humillar. Magn¨ªfico corte poseyeron los derechazos, los pases de pecho, naturales y trincherillas. El error de Manuel Caballero fue prolongar la faena, seguir pegando pases hasta agotar la paciencia del p¨²blico y del propio cunero al que acababa de dominar.
Y vino la estruendosa irrupci¨®n de V¨ªctor Puerto, el espect¨¢culo y el desmadre, la valent¨ªa pura y el dislocado tremendismo. Un cambio por la espalda en el platillo y, con las mismas, derechazos de rodillas, luego de pie, molinetes, vuelta a los rodillazos, pases mirando al tendido, aguante, desplantes... Y el estoconazo. Y el triunfo, con la plaza arrebatada y los mozos de las pe?as entonando el "O¨¦, o¨¦, o¨¦", que vale lo mismo para el f¨²tbol que para los toros; para un roto que para un descosido.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.