As¨ª me convert¨ª en un rebelde
El cantante argelino Matub relata en sus memorias la lucha de los bereberes, una causa que defendi¨® hasta la muerte
Mis ¨²nicos buenos recuerdos del colegio son de los profesores de aquella ¨¦poca. Eran franceses y conocidos por el nombre de Padres Blancos, sin duda porque siempre estaban vestidos de blanco. Eran religiosos, misioneros cat¨®licos, pero su ense?anza era laica. El programa era el de la Rep¨²blica (Francesa), el que por entonces se daba en los colegios franceses. Evidentemente, nos hablaban de la historia de Francia -Vercinget¨®rix, la Galia-, pero tambi¨¦n de las conquistas relacionadas con nuestra propia historia. Los Padres Blancos nos hac¨ªan leer libros. En uno de ellos se hablaba de Yugurta, encadenado y conducido a Roma a la fuerza. Yugurta era nuestra historia, la de nuestro pueblo, que nos cont¨¢bamos por la noche durante horas al amor de la lumbre. Era nuestra mitolog¨ªa, conoc¨ªamos sus aventuras de memoria. Yugurta era ese rey bereber que os¨® desafiar la autoridad y la opresi¨®n de Roma. Durante varios a?os combati¨® heroicamente antes de ser traicionado por Bocus, su suegro. Entonces fue capturado por los romanos. En el libro que contaba esta historia de valent¨ªa y rebeld¨ªa hab¨ªa muchos dibujos y grabados. Recuerdo perfectamente en uno de ellos una ilustraci¨®n de Yugurta encadenado en su jaula. Ese dibujo supuso para m¨ª una especie de revelaci¨®n. ?Por qu¨¦ este rey bereber, del que descendemos, pudo ser humillado de ese modo? En ese momento sent¨ª una profunda sensaci¨®n de injusticia, una herida casi personal.Esas emociones, esos interrogantes se los debo, hay que recalcarlo, a los Padres Blancos. Hoy estoy convencido de que desempe?aron un papel activo en la toma de conciencia de mi identidad. No s¨®lo la m¨ªa, sino tambi¨¦n la de muchos ni?os de mi generaci¨®n, aquellos que tuvieron la posibilidad de recibir su ense?anza. Sin duda, gracias a ellos tom¨¦ conciencia de la profundidad de mis ra¨ªces cabile?as. A su manera, contribuyeron al rechazo de toda nuestra sociedad a la amnesia. Sin duda a causa de ello, en numerosas ocasiones el poder argelino ha intentado vincular la cuesti¨®n bereber a la presencia de los Padres Blancos. A menudo se ha afirmado que "el bereber es una creaci¨®n del colonialismo". Es falso hist¨®ricamente y muy injusto hacia esos religiosos que jam¨¢s intentaron imponernos el m¨¢s m¨ªnimo adoctrinamiento. Nos hablaban de valores morales, ten¨ªamos clases de educaci¨®n c¨ªvica, pero nunca religiosa. Su ense?anza me abri¨® el esp¨ªritu profundamente, no lo extravi¨® o anexion¨®. Tampoco hay que olvidar que fueron ellos, los Padres Blancos y las Hermanas Blancas, quienes nos permitieron preservar una parte de nuestra memoria. Tras la independencia, algunos se quedaron en la Kabilia. La identidad bereber sigui¨® siendo negada por el poder argelino. Todo aquello que pod¨ªa representar lo bereber era sospechoso. Nuestra tradici¨®n, nuestra cultura, consideradas subversivas, eran fundamentalmente orales y no se hac¨ªa nada por garantizar su transmisi¨®n y su supervivencia. Fueron los Padres Blancos quienes permitieron las primeras publicaciones de diccionarios. La sociedad cabile?a en su conjunto les debe mucho. Cre¨ªamos que las atrocidades de la guerra se hab¨ªan acabado con la independencia. Por desgracia, no fue as¨ª. Un a?o despu¨¦s, la violencia se reanud¨® en la Kabilia. A partir de 1963, los oficiales de la Wilaya 3 se opusieron a Ben Bella, por aquel entonces jefe de Estado. Los enfrentamientos fueron muy duros. Algunos pueblos sufrieron entonces m¨¢s brutalidades que durante la guerra de liberaci¨®n. Hubo m¨¢s de cuatrocientos muertos en la Kabilia. Todo termin¨® muy mal. Los maquis depusieron las armas en unas condiciones turbias. Los muertos fueron un tanto olvidados, pero esa forma de rendirse, tan poco conforme a nuestras tradiciones guerreras, traumatiz¨® a los cabile?os durante mucho tiempo. Despu¨¦s de eso, resultaba muy dif¨ªcil pronunciar una palabra en bereber en un autob¨²s de la capital. ?ramos sistem¨¢ticamente sospechosos y nuestra lengua estaba prohibida. Hubo que esperar a la generaci¨®n de la independencia para rehabilitar a la Kabilia, sobre todo mediante la lucha por la identidad que seguimos llevando a cabo. Para m¨ª, como para muchos cabile?os, el episodio de 1963-1964 sigue siendo un desgarro que desencaden¨® en nosotros un verdadero rechazo de todo lo que era ¨¢rabe. Sufrir una ejecuci¨®n moral es seguramente tan duro como sufrir atrocidades f¨ªsicas. As¨ª es al menos como vimos las cosas. A partir de 1963, puedo decir que mi despertar respecto a la identidad fue en aumento. Los cabile?os eran considerados como inexistentes y la injusticia de esa negaci¨®n me indignaba. As¨ª es como vi y viv¨ª esos acontecimientos de mi infancia. A partir de ese momento, todo se aceler¨®. Empec¨¦ a mostrar abiertamente mi rechazo del ¨¢rabe, prefiriendo el franc¨¦s que aprend¨ª en la escuela. El bereber, nuestra lengua materna, estaba prohibido. Necesit¨¢bamos una lengua que lo sustituyese.
Para nosotros no hab¨ªa soluci¨®n, salvo el franc¨¦s. Y cuando, durante mis a?os de instituto, la arabizaci¨®n nos fue impuesta por Bumedi¨¢n, nos sentimos heridos. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, afirmo que esta arabizaci¨®n forzada me rompi¨® intelectualmente. No s¨®lo a m¨ª, sino a muchos estudiantes de instituto de mi edad. Esa decisi¨®n autoritaria de 1968 del ministro de Educaci¨®n, Ahmed Taled, fue uno de los mayores errores de Bumedi¨¢n. Considero, aun a riesgo de chocar contra m¨¢s de uno, que el descenso a los infiernos de Argelia empez¨® en aquel momento. Hoy cosechamos lo que empez¨® a sembrarse en 1968. Mi generaci¨®n, la de la posguerra, se anunciaba prometedora. Esta arabizaci¨®n quebr¨® nuestro ¨ªmpetu. Hoy tenemos el resultado: el FIS. El Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n naci¨® de all¨ª, se desarroll¨® en la escuela con plena legalidad. Le extendieron una alfombra roja. ?Por qu¨¦ no habr¨ªa de aprovecharse?
Nunca sent¨ª el ¨¢rabe como mi lengua. Y como quer¨ªan impon¨¦rmela, lo rechac¨¦ de inmediato. Fui criado en las monta?as de la Kabilia, el cabile?o siempre ha sido mi lengua habitual y el franc¨¦s un instrumento de trabajo. De repente, quisieron quitarnos algo que hab¨ªa sido esencial en nuestra cultura. Ten¨ªamos que renegar del bereber y rechazar el franc¨¦s. Dije no. Hice novillos en todas las clases de ¨¢rabe.Cada clase a la que faltaba era una acci¨®n de resistencia, un trozo de libertad conquistado. Mi rechazo era voluntario y asumido. Esa lengua nunca quiso entrar dentro de m¨ª. Hasta hoy, no s¨¦ nada o casi nada de ¨¢rabe. S¨¦ escribir mi apellido y mi nombre, eso es todo. Ser¨ªa incapaz de escribir mi fecha de nacimiento. ?Supone una desventaja para m¨ª en mi pa¨ªs? No. Por otro lado, asumo totalmente este rechazo.
El hecho de imponer el ¨¢rabe correspond¨ªa a una voluntad pol¨ªtica evidente de aplastamiento y negaci¨®n, pero ten¨ªa tambi¨¦n como objetivo borrar la doble herencia hist¨®rica que representaban el bereber y el franc¨¦s. La escuela franc¨®fona produjo en Argelia una ¨¦lite intelectual y, sin duda, fue esa ¨¦lite a la que quisieron silenciar. El franc¨¦s supuso una oportunidad para m¨ª. Me abri¨® el esp¨ªritu, me aport¨® un saber, cierto rigor intelectual. Conoc¨ª a autores y textos fabulosos que nunca habr¨ªa descubierto si no hubiese tenido acceso a la lengua francesa: Descartes, Zola, Hugo, el teatro de Racine o la poes¨ªa de Baudelaire. Ese aprendizaje fue beneficioso, constructivo. Tengo la sensaci¨®n de poseer algo importante y precioso. El ¨¢rabe, lamento decirlo, no ha producido una ¨¦lite digna de este nombre en Argelia. Ha reprimido, ahogado y engendrado lo que se puede ver hoy: una sociedad que no sabe ad¨®nde va, que pierde su identidad.
El bereber, mi idioma, est¨¢ prohibido. Esta lengua tan bella en la que aprend¨ª a hablar, que utilizo en mis textos, que me permite realizar mi profesi¨®n de cantante, sigue siendo indeseable en Argelia, donde no es reconocida. No se ense?a. Una paradoja: para el Ministerio de Educaci¨®n Nacional, no existe, aunque la hablamos varios millones. As¨ª pues, cada vez que hablo en mi idioma es como un acto de resistencia. Existimos gracias a nuestra lengua. Esta lengua transmitida por mi madre es mi alma. Gracias a ella me he hecho a m¨ª mismo, he so?ado escuchando canciones o cuentos.
?EL PA?S/Le Nouevel Observateur
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