Francia hace historia
Zidane conduce a los franceses a una victoria aplastante sobre Brasil y a su primer t¨ªtulo mundial
Encabezada por el heroico Zidane, Francia no dej¨® escapar un detalle en una final que coron¨® su esforzada trayectoria por el Mundial, el ¨²ltimo de este siglo, el primero que conquistan los franceses. El menos laborioso de sus partidos lleg¨® de forma inopinada frente a Brasil, un equipo reprochable en todos los aspectos. Si Francia fue un compendio de energ¨ªa, voluntad, rigor, decisi¨®n y hasta de buen f¨²tbol, Brasil traicion¨® a su historia con una actuaci¨®n vergonzosa. Fue v¨ªctima de todos los s¨ªntomas que hab¨ªan permanecido latentes durante toda la Copa del Mundo. En la final se manifestaron con toda su crudeza: un equipo desorganizado, perezoso, poco trabajado, pendiente de un jugador que no estuvo a la altura de su prestigio. Un Ronaldo mermado por las lesiones dio la espalda al partido, con una timidez impropia del futbolista que est¨¢ proclamado como el mejor del mundo.La autoridad de Francia fue indiscutible. Ni tan siquiera manifest¨® su cacareada debilidad ante el gol. Durante el primer tiempo gener¨® varias ocasiones ante la indiferencia de la defensa brasile?a, que actu¨® con una incompetencia de primer grado. A Roberto Carlos se le vio demasiado el cart¨®n, desarmado de forma lastimosa por su incapacidad para interpretar el papel de lateral con todas sus consecuencias. Brasil le necesitaba como defensa en la final, pero Roberto Carlos no se enter¨®. Junior Baiano fue un caso parecido, el t¨ªpico central con grandes condiciones y con una cabeza mal amueblada. Sus distracciones estuvieron a punto de mejorar el prestigio de Guivarc"h, un delantero limitad¨ªsimo se mire por donde se mire. Aldair mantuvo su tono discreto con tanto inter¨¦s que nadie le vio en Saint Denis. Y as¨ª uno por uno: Dunga, Sampaio, Leonardo, Rivaldo, Bebeto, Ronaldo. Tambi¨¦n Ronaldo, en un partido en el que se jugaba un puesto en el Olimpo. S¨®lo Caf¨² act¨²o con categor¨ªa. Demasiado poco para un Brasil que ha estafado al f¨²tbol. Vend¨ªa algo que nunca se propuso realizar. Sus mejores partidos los jug¨® en el descanso para la televisi¨®n y para Nike. El partido se resolvi¨® en el primer tiempo, con Zidane como h¨¦roe. A veces hay justicia en el f¨²tbol. Zidane tuvo el protagonismo que se espera de los grandes jugadores. Si sus goles se produjeron de forma imprevista -dos saques de c¨®rner, dos cabezazos-, lo importante es que este jugador ha acabado con un t¨®pico insensato que le ha perseguido en los ¨²ltimos meses. Se dec¨ªa de Zidane que no era jugador para los grandes momentos. Lleg¨® el partido m¨¢s grande del f¨²tbol y Zidane fue el primero en resolverlo.
Zidane alcanz¨® la condici¨®n heroica que merece por su calidad, por su compromiso con una forma armoniosa de entender el f¨²tbol, por su inteligencia, por todas las cualidades, en fin, que le convierten en uno de los grandes jugadores del mundo. Nadie como ¨¦l representa la mejor tradici¨®n del f¨²tbol franc¨¦s, siempre generoso con la clase. Otra cosa diferente es el car¨¢cter de esta selecci¨®n, poco conectada con el viejo sentido franc¨¦s del juego. Jacquet ha armado un equipo funcional, integrado por jugadores espl¨¦ndidos, muchos de ellos sometidos a un riguroso ejercicio t¨¢ctico. En ocasiones, el plan ha generado tensiones evidentes. Francia ha tenido poco gol porque el equipo estaba decididamente comprometido con el equilibrio defensivo, favorecido por Pasa a la p¨¢gina siguiente
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la extraordinaria categor¨ªa de varios de sus especialistas, con Thuram y Desailly a la cabeza.
Con todas las cuestiones que se quieran abrir sobre el modelo franc¨¦s, algunas muy razonables, el caso es que hubo una distancia sideral con Brasil. En lo t¨¢ctico los brasile?os no tuvieron ninguna respuesta para desactivar el poderoso montaje defensivo franc¨¦s, apoyado por el incombustible despliegue de Deschamps, siempre inteligente y laborioso. Un jugador crucial para Francia por lo que es -un centrocampista que articula perfectamente a sus equipos- como por lo que representa: el car¨¢cter de los futbolistas que generan respeto a su alrededor. Un gran capit¨¢n, sin duda.
La estrepitosa derrota de Brasil no se puede explicar de forma simplista. Los dos cabezazos de Zinedine Zidane fueron la consagraci¨®n de la autoridad de un equipo frente a otro que no existi¨®, ni pretendi¨® hacerlo. Colapsado Ronaldo, que tampoco tuvo inter¨¦s alguno en salir del colapso, Brasil fue el equipo m¨¢s predecible del mundo, un herej¨ªa cuando se trata de una selecci¨®n que ha hecho fortuna con lo inesperado. Los brasile?os tocaron la misma tecla durante todo el partido: buscaron a Caf¨² y Roberto Carlos, con la in¨²til esperanza de sorprender a una defensa que se sab¨ªa la pel¨ªcula de memoria.
Los goles de Zidane simplemente autorizaron la superioridad de Francia, que protagoniz¨® media docena de ocasiones en el primer tiempo -la mayor¨ªa malogradas por Guivarc?h, mientras Trezeguet por voluntad expresa de Jacquet miraba todo desde el banquillo-. Brasil, ninguna.
El segundo tiempo fue manipulado por Francia sin ning¨²n problema. Con dos goles como colch¨®n de seguridad, resultaba muy dif¨ªcil pensar en un desplome. Su defensa garantiza por principio una seguridad m¨¢xima. Ning¨²n equipo ha estado m¨¢s armado en este aspecto que los franceses. De hecho, no es una casualidad que s¨®lo haya encajado dos goles durante el campeonato, uno de ellos de penalti.
Si a esta consideraci¨®n se a?ade la sorprendente incompetencia de los brasile?os, el partido se dio como acabado en el descanso. Brasil no iba a darle vuelta al partido. Ni siquiera cuando se qued¨® en superioridad por la expulsi¨®n de Desailly, todav¨ªa con 20 minutos por delante, el equipo de Zagalo dio sensaci¨®n de poder con la remontada.
Todo lo que sucedi¨® en la segunda parte fue a beneficio de inventario. Ronaldo fue el peor Ronaldo posible, es decir no fue Ronaldo, y el resto interpret¨® el partido como una pandilla de barrio, con una desconsideraci¨®n escandalosa con la historia de un pa¨ªs m¨ªtico en el f¨²tbol. Los s¨ªntomas se hab¨ªan apreciado mucho antes, pero nadie se atrev¨ªa a alzar la voz contra un equipo mal dirigido, mal construido y muy confundido. La confusi¨®n que surge de aquellos que piensan que el f¨²tbol es un anuncio de 30 segundos durante el descanso de los partidos. Pero la selecci¨®n brasile?a ha vivido instalada en esta falacia durante los ¨²ltimos meses. Francia tuvo el detalle de desmontar una mentira. Lo hizo con orden, voluntad y decisi¨®n. Y con Zidane, el h¨¦roe de Francia.
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