Y al natural...
Y lleg¨® Jos¨¦ Tom¨¢s. Y tore¨® al natural. Y hubo un alboroto de entusiasmo en la plaza. Y la fiesta parec¨ªa otra.
Qu¨¦ cosas pasan en la fiesta de los toros: se hace presente un torero que lleva la torer¨ªa en el alma, la vuelca en su personal concepci¨®n del arte, se ci?e a los c¨¢nones cl¨¢sicos que han venido definiendo las suertes durante siglos, y le da al toreo unos aires de frescura y de juventud.
Toreo antiguo, decimos. Y resulta que ese toreo anta?¨®n, doblemente secular, se renueva en su propio fundamento. Cada vez que un torero para, templa y manda est¨¢ produciendo el renacimiento milagroso del arte de torear.
Parar, templar y mandar... con naturalidad: eso trajo Jos¨¦ Tom¨¢s en la recreaci¨®n del arte. Parar, templar y mandar... "cargando la suerte", advert¨ªa siempre Domingo Ortega, el maestro de Borox. Y por supuesto que Jos¨¦ Tom¨¢s carg¨® la suerte.
Torrealta / Ponce, Rivera, Tom¨¢s
Gilberto Gil (voz y guitarra), Sergio Chiavazolli (guitarra), Ra¨²l Mascarenhas (saxo), Claudio Andrade (teclado), Arthur Maia (bajo), Jorginho Gomes (bater¨ªa) y Leonardo Reis y Gustavo de Dalva (percusi¨®n).Conde Duque. Madrid, 13 de julio
Cinco toros de Torrealta, gordos, varios sospechosos de pitones, muy flojos excepto 5¡ã, manejables
De Jos¨¦ Ben¨ªtez Cubero: 6¡ã y primer sobrero devueltos al corral por inv¨¢lidos, segundo sobrero tambi¨¦n inv¨¢lido, los tres sin trap¨ªo, anovillados.
Enrique Ponce: estocada (petici¨®n, ovaci¨®n y salida al tercio); estocada baja (palmas)
Rivera Ord¨®?ez: estocada ca¨ªda y rueda insistente de peones (aplausos y saludos); pinchazo hondo, pinchazo bajo y descabello (silencio). Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada desprendida (dos orejas); pinchazo en la suerte de recibir, otro a un tiempo -aviso- y estocada (ovaci¨®n y salida al tercio); sali¨® por la puerta grande.
Plaza de Pamplona, 14 de julio
10¡ã y ¨²ltima corrida de feria. Lleno.
Ocurri¨® en su primer toro, que sac¨® un temperamento sosegado y una nobleza excepcional. Primero le dio unos derechazos que, francamente, hab¨ªan valido bien poco. Mas se ech¨® la muleta a la izquierda y vino entonces el toreo reunido y ligado; la suavidad en los muletazos y sus engarces; el dominio sobre el toro sin cederle terreno nunca, que esa es otra regla del arte de torear.
Hubo una ¨²ltima serie, puro adorno, que alcanz¨® caracteres de excepcionalidad. A¨²n con la muleta en la izquierda, juntas las zapatillas, ci?¨® y lig¨® Jos¨¦ Tom¨¢s tres naturales de ensue?o, y el pase de pecho final, que pusieron la plaza boca abajo y el arte en la cumbre. Vinieron finalmente las manoletinas. Le sobraban al toreo y al torero las manoletinas, que es truco de charlores, invento bufo. La estocada marcando los tiempos del volapi¨¦ devolvi¨® el toreo a su grandeza, rod¨® fulminado el toro y le fueron concedidos los m¨¢ximos trofeos en medio de un delirante clamor.
Jos¨¦ Tom¨¢s hab¨ªa marcado tan hondas las diferencias con sus compa?eros de terna que no merec¨ªa la pena ni comentarlo. La evidencia no necesita explicaciones. Antes sali¨® Enrique Ponce y practic¨® el toreo de la facilidad del que dicen es su m¨¢s acendrado especialista. Puede ser. Consiste la facilidad en torear aliviado, con exquisita composici¨®n de posturas mientras pega el pase, y apenas lo remata, escapar del toro -que ya vuelve- mediante fren¨¦tico zapatilleo. El siguiente pase ya ser¨¢ de distinta tanda y en otro lugar.
La sabidur¨ªa popular t¨¢urica a esas suertes aisladas las llam¨® el unipase. Generaciones anteriores, a los toreros que utilizaban semejantes modos los llamaban ratoneros. La modernidad, en cambio, los tiene elevados a la categor¨ªa de figuras. Los cambios que se han producido en la fiesta alcanzan tales proporciones que si los toreros antiguos levantaran la cabeza ni la reconocer¨ªan.
Mat¨® de certera estocada Enrique Ponce, le pidieron la oreja y la negativa del presidente a concederla enfureci¨® a gran parte del p¨²blico, que no entend¨ªa la raz¨®n. Claro que a¨²n no hab¨ªa llegado Jos¨¦ Tom¨¢s. Ponce estuvo superficial y quiz¨¢ tambi¨¦n desanimado con el cuarto toro, al que no lograba sacar partido. Rivera Ord¨®?ez mulete¨® con enorme vulgaridad, siempre fuera de cacho, destemplado y adelantando el pico.
El reencuentro con el toreo verdadero hab¨ªa de traerlo Jos¨¦ Tom¨¢s, o esa era la esperanza. Sin embargo en el ¨²ltimo turno empezaron a salir toros impresentables, anovillados e inv¨¢lidos, lo mismo el titular que los dos sobreros. Y Jos¨¦ Tom¨¢s se esmer¨® en la recreaci¨®n de las suertes, pero ya no era lo mismo. Las pe?as cantaban su repertorio completo para despedirse de San Ferm¨ªn, atronaban las charangas, chorros de vino y nubes de harina volaban por sobre el mocer¨ªo, los pamploneses viv¨ªan conmovidos la emoci¨®n de los ¨²ltimos minutos. ?Viva San Ferm¨ªn!, era el grito. Y tras salir Jos¨¦ Tom¨¢s a hombros, y quedar la plaza convertida durante un rato en gran fiesta, se acab¨®. Hasta el a?o que viene.
Babelia
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