"Wildear"
No s¨¦ si alguien, en ingl¨¦s o en espa?ol, habr¨¢ acu?ado ya el vocablo wildear. De todas formas, andan por ah¨ª desde siempre en el habla com¨²n expresiones referidas a nombres propios verbalizados significando que quien "hace" lo que el verbo sugiere "se las da" de lo que el poseedor del nombre es. Wildear puede venir a ser entonces algo as¨ª como d¨¢rselas de Oscar Wilde -creerse en lo ingenioso como el famoso irland¨¦s- y presumir de ello. Admitido el verbo as¨ª, procede aceptar tambi¨¦n el hecho de que en derredor de uno se wildea bastante. Todo debe de venir de lo que de vulgar y mediocre tiene el hombre com¨²n, que es bastante tambi¨¦n. El ingenio de muy pocos en este mundo admira a muchos que, a impulsos ingenuos de su mediocridad, pretenden imitar al ingenioso, con lo que, sin darse cuenta, wildean.En tiempos de Oscar Wilde ya se wildeaba. Desconcertaba el ingenio de Wilde. Con ¨¦l unos se re¨ªan y otros se irritaban. Los que se re¨ªan intentaban wildear; los que se irritaban -porque se ve¨ªan retratados en la ingeniosa iron¨ªa del irland¨¦s- trataban de da?arle. Pero el intento de wildear es de siempre. La intenci¨®n de imitar al ingenioso, de parec¨¦rsele, de hacerse pasar por ¨¦l, no se somete a tiempo alguno.
Hoy se ve con frecuencia a gente que wildea; es gente en general del mundo de las letras, profesionales o aficionados que lo sean de verdad, porque no cabe personaje rid¨ªculo mayor que el que se cree literato y no pasa de escasa mediocridad en ese oficio. El que wildea en el mundo de las letras pretende ser Oscar Wilde. Alguien tiene ¨¦xito y llega a consagrarse como ingenioso. Otros se ponen a s¨ª mismos en constante rid¨ªculo. Y es acaso porque el ingenio es una de las menos distribuidas entre los hombres por los dioses de las facultades del alma. ?Es en realidad el ingenio facultad del alma? ?Es una cuarta facultad junto a la memoria, al entendimiento y a la voluntad, o es algo que participa de las tres sin ser ninguna de ellas pero siendo todas? Bien que en el ingenio a lo Wilde se integre la memoria -para animarlo, facilitarlo y dispararlo-, pero ?c¨®mo puede venir la voluntad a participar en algo tan alegre, ligero, alado y brillante en colores como el ingenio es? Tal vez sea porque el verdadero ingenio es eso en su apariencia, pero en el fondo es realmente "algo serio". Y adem¨¢s es algo a lo que yo califiqu¨¦, hace tiempo ya, de "atributo de la raz¨®n", por lo que arraiga de alg¨²n modo en el entendimiento, y el entendimiento recibe la influencia de la voluntad mediante lo que entendemos por ense?anza y por did¨¢ctica tambi¨¦n.
El ingenio es susceptible de ser educado, cultivado. Es m¨¢s: al ingenio hay que cultivarlo y educarlo. Para tener ingenio hay que estudiar. Wilde estudi¨® mucho; trabaj¨® mucho con la voluntad y el entendimiento; tambi¨¦n ten¨ªa gran memoria. Lo que le ocurr¨ªa de seguro, como a todos los inteligentes, si son ingeniosos, es que no se le notaba. Lo "ingenioso", lo eficaz del ingenio adquirido con memoria y voluntad, es que parezca natural. Y eso es muy dif¨ªcil. Porque el wildear resulta al fin ser una imitaci¨®n. Saber imitar: he ah¨ª una facultad dif¨ªcil y complicada. Si se imita bien, lo hecho se confunde con el original; si se imita mal se ve en ello la torpeza del remedo. Wildear es imitar a Wilde pasando por ¨¦l, hacerse pasar por ¨¦l, ser como ¨¦l en mucho, pero sin que se note.
Queda flotando en el aire la sugerencia de que el wildear es actividad o intento mucho m¨¢s difundido y s¨®lito de lo que por lo general se supone. Normalmente todos wildeamos. Pocos dejan de ser presuntuosos en esa cuesti¨®n del wildear, de imitar a Wilde, pero la mayor¨ªa de la gente no s¨®lo no sabe citar a Wilde, sino que no conoce de ¨¦l, si acaso, nada m¨¢s que "lo malo". En ese sentido es dif¨ªcil no pasar por ingenioso, aunque la mayor¨ªa cae en el rid¨ªculo y queda en ¨¦l, mas ¨²nicamente se percatan de ello los que son conscientes de wildear bien; pero son poqu¨ªsimos.
Oscar Wilde, sin duda, "wildeaba" muy bien; pero ?es verdaderamente original el wildear del propio Wilde? Todo tiene sus matices, porque nada en el mundo es absolutamente nuevo, original. En todo hay precedentes, aunque para verlos se requiera erudici¨®n exagerada. El que hace o dice algo "copia" de alguna manera, por m¨¢s que tal repetir sea indeliberado, al poder ser eco no sentido de memorias acalladas o subconscientes activados ayer, si bien pueden darse en la copia aqu¨¦lla grados peculiares que aten¨²an y minimizan la repetici¨®n hasta extremos que hagan parecer que no hay copia alguna en verdad. En eso reside la clave del ¨¦xito de todo wildear, de ser ingenioso y exteriorizarlo. Pero todo buen wildear tiene su riesgo, como lo tiene el ¨¦xito en s¨ª. El propio Wilde dijo que "todo se perdona menos el ¨¦xito". El ¨¦xito de uno irrita a los dem¨¢s. A Wilde no le perdon¨® la sociedad inglesa el ¨¦xito que le proporcion¨® su ingenio, su genuino wildear. Cierto que el irland¨¦s fustig¨® a esa alta sociedad que, como toda aristocracia, carec¨ªa del sentido del humor. Wilde se re¨ªa de todo; incluso de s¨ª mismo. Pero, aunque el ¨¦xito no se perdone en ninguna parte, sigue siendo el primer objetivo de los hombres. Se persigue el ¨¦xito en la vida; la mayor parte de los perseguidores fracasa -fracasamos- en el empe?o, pero alguien en efecto lo consigue. Todo el mundo lo desea aunque sepa que no se le va a perdonar. Lo curioso es que el mediocre llega a convencerse de que ha triunfado en lo suyo y de que su ¨¦xito se ha debido a haber wildeado bien, a haber sabido wildear. En el fondo, todo ser humano se considera ingenioso. Ese ingenio que todos creemos tener nos autoriza a wildear con frecuencia exagerada. Menos mal que no nos percatamos f¨¢cilmente de nuestro propio rid¨ªculo. La naturaleza es muy sabia y da al hombre la ceguera conveniente para que se crea inteligente e ingenioso y poder ser as¨ª feliz de alg¨²n modo. El hombre verdaderamente inteligente ha de ser desgraciado y desesperanzado tambi¨¦n; desesperado al fin. Y acaso haya de ser as¨ª porque el inteligente no puede wildear. "Wilde" es ¨¦l en ese caso, y no cabe sandez m¨¢s meridiana que la de imitarse uno a s¨ª mismo. El que se imita de verdad a s¨ª mismo, o es Dios o est¨¢ loco.
Si es verdad que todo el mundo wildea o intenta wildear -que todos wildeamos o intentamos wildear-, bueno ser¨¢ repasar a Oscar Wilde. Sus obras -las de teatro sobre todas-, sus frases pensadas para ser ingenioso y mostrar ingenio, pueden ense?ar mucho. Hay que releerlas a menudo. Lo malo es que no lo solemos hacer con esa frecuencia. Si las supi¨¦ramos de verdad, tras haberlas estudiado y repasado, no tendr¨ªamos necesidad de wildear hacia afuera, porque nos satisfar¨ªa inmensamente repensarlas en nuestro fuero interno.
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