Otra guapa gente zorruna
Es m¨¢s que probable que la decena larga de Zorros que registran los entendidos y los coleccionistas de viejas series televisivas y pel¨ªculas baratas de relleno de lotes del viejo Hollywood, fueran todos gente guapa. Tal condici¨®n se les exig¨ªa en el contrato. Pero es tambi¨¦n m¨¢s que probable que ninguno de ellos alcanzara la sobredosis de glamour que los fabricantes de dioses enchufaron a las tres puntas del tri¨¢ngulo, quien sabe si ahora convertido en cuadr¨¢ngulo por Antonio Banderas, que fij¨® la leyenda de este arist¨®crata matarife de la California todav¨ªa colonia espa?ola.Ocupan esas puntas nada menos que el gran Douglas Fairbanks, que en 1920 abri¨® la saga con La marca del Zorro, dirigido por el rudimentario y eficac¨ªsimo Fred Niblo; Tyrone Power, que en 1940 la llev¨® a la cumbre en El signo del Zorro , dirigido por el inmenso y refinado Rouben Mamoulian; y Alain Delon, que la cerr¨® (provisionalmente, hasta Hopkins y Banderas) en El Zorro, dirigido por el tosco Duccio Tessari.
Nada que decir de esta ¨²ltima pel¨ªcula, salvo que fue (mal) rodada en Espa?a y nada a?adi¨® (salvo una dent¨ªdrica sonrisa esc¨¦ptica, achulada hacia el lado izquierdo, el de macho ir¨®nico, en que Delon era un virtuoso) al mito. Este naci¨® medio siglo antes, y por todo lo alto, en un libro (abuelo de esa hueca mercanc¨ªa hoy llamada best seller) titulado Bajo el signo de Capistrano, que se vendi¨® a mansalva en todas las horter¨ªas de primeros de siglo. De ah¨ª sac¨® carburante Niblo para poner en el l¨ªmite del estallido la caldera que alimentaba la maquinaria gimn¨¢stica del gran Doug. Y este bord¨® un Zorro con veloces transiciones desde la socarroner¨ªa al tajo de la esgrima de su sable sonriente. Fue una delicia no exquisita, aquella trepidante zorrer¨ªa. Fairkans danz¨® su maravilloso y grandilocuente Zorro y alegr¨® a un mundo hundido en una sucia guerra.
La cumbre
La cumbre fue escalada dos d¨¦cadas despu¨¦s, en medio de otra a¨²n m¨¢s abominable guerra mundial, en 1940, por un elegante director de teatro, fugado de aquella zorra Europa, un georgiano de Tiflis llamado Rouben Mamoulian, que despu¨¦s de dar lecciones de luz a Broadway, abri¨® a Hollywood las puertas de Aplauso, Las calles de la ciudad, Dr. Jekyll y Mr Hyde, La reina Cristina de Suecia y Sue?o dorado , antes de emprender otra gozosa maravilla titulada El signo del zorro , una de las m¨¢s trepidantes y refinadas obras del cine de aventura.En su Zorro , Tyrone Power demostr¨® ser mucho m¨¢s que un guapo de turno, y su ajuste de cuentas final con Basil Rathbone es un milagro de econom¨ªa y exactitud en el juego del duelo danzado a lo Scaramouche , pero yendo m¨¢s lejos con muchos menos medios.
Babelia
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