S¨¢bato y Roa Bastos, contra viento y marea
El escritor argentino y el paraguayo, viejos amigos y compa?eros de combate, se encuentran en Asunci¨®n y hablan
Ernesto S¨¢bato y Augusto Roa Bastos son dos de los escritores latinoamericanos m¨¢s importantes del siglo. Reunidos en Asunci¨®n buscaron obsesiones compartidas: el poder, la literatura, las mujeres. Se asomaron, perplejos, a las tripas de Internet. Y hasta opinaron sobre el futbolista Chilavert. En las calles de Asunci¨®n, el aire del invierno sabe a primavera. El aroma de los ¨¢rboles es visible y el ruido de las calles se agarra. Paraguay tiene historia tempestuosa y clima apacible. Si no fuera as¨ª, Roa no hubiera escrito Yo, el Supremo, libro lleno de las pesadumbres del poder. Pero es un libro amigo de otro libro, Sobre h¨¦roes y tumbas, que destila vendavales de locura y esperanza. Sus autores toman su herramienta, la palabra, y hablan contra viento y marea.
Con 87 a?os, S¨¢bato vol¨® a Asunci¨®n por primera vez en su vida. Y fue feliz cuando vio llegar a la cita a su amigo, a quien conoci¨® en Buenos Aires, durante alguno de los 22 a?os que ¨¦ste pas¨® en esa ciudad a causa de su larga huida del ex dictador Alfredo Stroessner, quien durante d¨¦cadas llen¨® Paraguay de oscuridades. Despu¨¦s de casi tres a?os de no verse, los dos ganadores, en la d¨¦cada de los ochenta, del Premio Cervantes -el m¨¢s importante para los escritores de habla hispana-, escritores p¨²blicos y de combate, hablaron de esas luchas que los hicieron famosos, y de ideas, y de pasiones.Roa. Me une a S¨¢bato, el inter¨¦s por la condici¨®n humana, sus misterios, su comprensi¨®n. Es lo me gusta de sus libros, de ¨¦l.
S¨¢bato. Yo me siento de la misma raza que Roa, preocupado por su pueblo y su historia. Parece que tambi¨¦n los une la costumbre de quemar muchos de sus escritos.
S¨¢bato. Yo soy un gran piroman¨ªaco. Me encanta el fuego. Un escritor tiene que quemar gran parte de su obra. Las cosas que no quem¨¦ fue porque mi mujer me fren¨®, y lo que publiqu¨¦ tambi¨¦n fue por amor a ella.
Roa. El fuego es purificador. No s¨¦ por qu¨¦ un escritor quema sus escritos, pero yo lo he hecho.. ?C¨®mo ven el momento hist¨®rico de sus paises?
Roa. Es un momento de transici¨®n. Por eso, a pesar de estar ingresando lentamente a la era moderna, todav¨ªa somos pa¨ªses primitivos. Las estad¨ªsticas hablan de nuestra relaci¨®n con los centros de poder mundial, donde el gran poderoso, Estados Unidos, empuja hacia un determinado lugar. Tal es el caso de Inglaterra en el pasado, el pa¨ªs que propuls¨® la guerra de la Triple Alianza -donde intervinieron la Argentina y el Paraguay-. Esa guerra fue producto del imperialismo ingl¨¦s y, a ese imperialismo, los pueblos latinoamericanos deber¨ªamos contestar con humanismo. Ese poder fue la fuerza que empuj¨® la opresi¨®n y el atraso de nuestro pueblo.
Mientras hablan gesticulan como si tuvieran 20 a?os, abren grandes los ojos, se elogian. No se ocultan el afecto. Roa Bastos se acerca a abrazar a su amigo. "Ernesto representa la dignidad de la inteligencia y de la conducta humana, y eso, en nuestros pa¨ªses, que han sido oprimidos por reg¨ªmenes fuertes, es algo muy dif¨ªcil", dice el paraguayo, que muy pocas veces resisti¨® la tentaci¨®n de quedarse callado.
S¨¢bato. Luch¨¦ por los trabajadores, por la gente que est¨¢ mal, por la pobre gente. Fui y soy un reaccionario, un reaccionario de izquierda, porque siempre defend¨ª la justicia social.
A Roa Bastos no le gustan las fotos, y, aunque pacientemente soporta el relampagueo de los flashes, no deja de se?alar el hecho de que algo lo incomoda cuando las lentes capturan su mirada: "Debe ser por mi ascendencia ind¨ªgena, que siento que me roban el alma". El fot¨®grafo pide un abrazo entre ellos y S¨¢bato avisa: "Che, aclaro que nos gustan las mujeres". R¨ªen. Parecen dos compa?eros de colegio.
"La memoria no recuerda el miedo", escribi¨® Roa en Yo, el Supremo. "Se ha transformado en miedo ella misma". Publicada en 1974, la novela recrea -entre ficciones y detalles hist¨®ricos rigurosos- la figura del doctor Gaspar de Francia, tambi¨¦n conocido como "supremo dictador perpetuo del Paraguay". La memoria es el miedo, y el miedo es memoria. Pero la memoria es tambi¨¦n una ventana, una apertura al saber.
Horas antes de su encuentro con Roa Bastos, S¨¢bato se someti¨® a una conferencia de prensa en la que brind¨® una muestra exacta de su car¨¢cter. Enfrent¨® las preguntas con zarpas en la lengua. Un periodista insist¨ªa en las virtudes de la modernidad y la tecnolog¨ªa. La r¨¦plica fue un cl¨¢sico sabatiano: "?C¨®mo voy a propiciar esa tecnolog¨ªa, que est¨¢ imbecilizando a las tres cuartas partes del mundo?", contest¨® visiblemente fastidiado. "Yo me rebelo contra eso. La tecnolog¨ªa da riqueza y poder a los que manejan el mundo y tienen grandes autos y yates. Yo he luchado siempre por la gente com¨²n, para que las pobres gentes sean consideradas seres humanos".
Cuenta la leyenda que una vez "los de una editorial le mandaron una computadora de regalo y ¨¦l lo mand¨® de vuelta. "Yo soy a la antigua", sentencia S¨¢bato, y contin¨²a: "La ciencia trajo grandes calamidades. ?s una horrible filosof¨ªa que sit¨²a a la t¨¦cnica sobre la humanidad. Pero, ojo, lo digo con autoridad y no porque sea un resentido de las ciencias: he ense?ado F¨ªsica y Matem¨¢ticas y si las abandon¨¦ es porque no valoran al hombre de carne y hueso, son peligrosas".
S¨¢bato no se anda con formalismos. "Como todos sabr¨¢n", insisti¨® en la conferencia de prensa, "yo no tolero dictaduras, ni de derecha ni de izquierda, porque todas son malas". Luego se explay¨® sobre las bondades de la democracia: "A la democracia hay que cuidarla para que se fortalezca porque es el mejor r¨¦gimen. Creo que no me equivoqu¨¦ al venir al Paraguay, escucho a la gente y compruebo que las cosas est¨¢n cambiando".
Entre declaraciones, homenajes y recuerdos conjuntos con Roa Bastos, S¨¢bato se hizo tiempo para pasear. Elvira, su asistente, le recuerda que son las doce y que el d¨ªa anterior se quej¨® por haber comido tarde. Una mujer muy bajita, que camina junto al escritor, dice que S¨¢bato es su "abuelo adoptivo", que lo adopt¨® "anoche", casualmente. Dice S¨¢bato: "Es simp¨¢tica, como todos los enanos".
?Le gusta Asunci¨®n?
S¨¢bato. Es una ciudad hermosa, pero, ?sabe qu¨¦ es lo que me parece terrible? Que est¨¦n haciendo edificios tan enormes. Deber¨ªan echar a los arquitectos que los hacen y buscar muchachos j¨®venes que pongan bombas para que los vuelen y los hagan chiquititos. Algunos de los presentes se r¨ªen, pero ninguno sabe descifrar si est¨¢ bromeando nuevamente o si habla en serio. Coherente con sus cr¨ªticas a la tecnolog¨ªa, S¨¢bato comenta: "?C¨®mo se llama eso, Roa? Inter...; eso, Internet. Eso que est¨¢ alejando a los chicos de la lectura".
Roa lo mira con simpat¨ªa
Roa. Es una cosa maravillosa. Tiene que ser un aparato superior a la televisi¨®n y todos esos grandes artefactos m¨¢gicos de la civilizaci¨®n actual.
S¨¢bato. (Interrumpe confundido). Perd¨®name, pero si es eso debe ser algo funesto.
Roa. Nooo. Creo que se inaugur¨® hace algunos a?os. Yo me puse a indagar en la etimolog¨ªa.
S¨¢bato. ?Por qu¨¦ Internet? ( e imposta la voz z, burl¨¢ndose del t¨¦rmino).
Roa. Despu¨¦s de mi investigaci¨®n sobre la palabra se me ocurri¨® contar un cuento sobre la comunicaci¨®n.
S¨¢bato. (Vuelve a interrumpir). ?Che, no ser¨¢ un cuento lo de la Internet?
Roa. Yo creo que s¨ª.
S¨¢bato. (Pensativo). No, par¨¢, puede ser algo serio.
Roa. Depende del uso. Es un aparataje incre¨ªble de la comunicaci¨®n... Creo que hay un mecanismo dentro del aparato de la Internet que conecta con otros centros que pueden ser de las ant¨ªpodas... ?Y se puede dialogar con esa gente! Me parece que se le toma con m¨¢s naturalidad que a la televisi¨®n...
S¨¢bato. Que es el opio de los pueblos, como dijo Groucho, un tipo muy divertido.
Roa. Me parece que entonces los humanos somos gen¨¦ticamente drogadictos, porque tambi¨¦n de la literatura se dec¨ªa lo mismo.
?Y el Mundial, lo siguieron?
Roa. No, yo no tengo oportunidad porque en mis tiempos libres trabajo con chicos a los que les ense?o a escribir historias.
?Le gusta el f¨²tbol?
Roa. Me parece incre¨ªble el dominio de la mente sobre los pies, para que ¨¦stos dirijan ese m¨®vil llamado pelota y producir estrategias casi guerreras. Tiene astucia, se simula una jugada. Cuando viv¨ªa en la Argentina, segu¨ªa el f¨²tbol de all¨ª.
?Y usted, S¨¢bato?
S¨¢bato. ?Que si me gusta? ?Claro! Pero ahora me molesta y no lo sigo porque todo est¨¢ completamente comercializado. Ya no hay pasi¨®n y s¨®lo se trata de comprar y vender. ?Es terrible! ?D¨®nde se ha visto! El otro d¨ªa,un jugador dec¨ªa: "Me compr¨® tal equipo". ?Es un horror! Desgraciadamente, jugar por amor al f¨²tbol es cosa de antes. Yo era de Estudiantes de La Plata y me he llegado a agarrar a trompadas por la pasi¨®n del f¨²tbol.
?Usted?, ?a trompadas?
S¨¢bato. ?C¨®mo no me imagina? Yo le rompo el alma a patadas a un tipo que dice atrocidades sobre valores supremos.
En Argentina, los clubes negocian sumas siderales para comprar al portero Chilavert, paraguayo...
S¨¢bato. (Ofuscado). Claro, porque la Argentina est¨¢ al d¨ªa en ese horror...
Roa. S¨ª, es terrible que todo se maneje en comercio. Pero Chilavert es buen arquero. Le acusan de arrogante.
Roa. No s¨¦, a m¨ª me regal¨® una camisieta suya. Me hace dudar de que sea paraguayo. ?Por qu¨¦?
Roa. Por la manera de patear.
S¨¢bato. Mir¨¢ la palabra que sac¨®: "Patear". De pata...
Roa, tiene 81 a?os, la presi¨®n sangu¨ªnea muy alta, y una econom¨ªa no demasiado acorde con su ¨¦xito literario. Dedic¨® muchas horas diarias a la confecci¨®n de un compendio enciclop¨¦dico con los 100 textos fundamentales del Paraguay. "Es el primer trabajo de estas caracter¨ªsticas que se realiza en mi pa¨ªs, y no es extra?o, porque los reg¨ªmenes dictatoriales que nos gobernaron durante tantos a?os han oprimido especialmente la cultura y la educaci¨®n".
?Hay cambios posibles?
Roa. El cambio es gradual. Reci¨¦n ahora estamos tomando conciencia. Sabemos que debemos entrar en la modernidad, porque si no corremos el riesgo de desaparecer. Y, en ese aspecto, Paraguay siempre estuvo enfrentado a su propia extinci¨®n, oscilando entre la construcci¨®n y la destrucci¨®n permanentes. Todo eso fue remachado desde el autoritarismo del Gobierno dictatorial y repercuti¨®, obviamente, en la salud, en la educaci¨®n, en todos los aspectos cercanos al bienestar de la gente.
?Cu¨¢l es el problema central de la educaci¨®n en el Paraguay?
Roa. Como todos los pa¨ªses de escasos recursos, tiene problemas en su sistema educativo porque este requiere una fuerte inversi¨®n. Ahora se est¨¢ planteando una reforma educativa que, a mi parecer, es enormemente perjudicial. S¨¢bato le interrumpe muy interesado: "?S¨ª? ?En que consiste? La educaci¨®n es decisiva...".
Roa. El problema principal es que se le da primac¨ªa al sentido utilitario de la cultura.
S¨¢bato. ?Y claro, eso es una porquer¨ªa!
Roa. Eso crea valores falsos con respecto al ¨¦xito. No se toma en cuenta la calidad de los conocimientos adquiridos. En el Paraguay hay una gran necesidad de hacer algo por la cultura porque, por ejemplo, los libros son muy caros. Nuestro sistema educativo es bastante arcaico y, como aqu¨ª hay dos lenguas (el espa?ol y el guaran¨ª), se hace m¨¢s complejo sostener ciertos valores para que la cultura no se pierda.
S¨¢bato retoma el buen humor y, a la vez, siempre est¨¢ cargado de curiosidad: "Yo aprend¨ª una frase guaran¨ª", recuerda, "que, aunque no s¨¦ bien qu¨¦ quiere decir, me interes¨® porque habla de mujeres".
?C¨®mo es esa frase que aprendi¨®?
S¨¢bato. "Cu?ata¨ª por¨¢".
Roa. ?Ah! Eso significa algo as¨ª como "mujer hermosa".
?Usted le ha dicho "cu?ata¨ª por¨¢" a muchas mujeres?
Roa. Bueno, no s¨¦ si soy un piropeador, pero siempre estoy dispuesto a decir algo bonito. En ese sentido, el guaran¨ª cuenta con la ventaja de que todas las frases relacionadas con el cortejo son de una enorme inocencia. Cuando el piropo deja de ser galante se transforma en la expresi¨®n de un complejo de inferioridad del que lo dice. Por ejemplo, es muy com¨²n que el hombre paraguayo sea muy dictador, despreciativo y autoritario con la mujer, especialmente en la campi?a. S¨¢bato. Eso es terrible. A la mujer hay que respetarla y admirarla. Eso es lo que siento yo, ella es la que se queda cuando el hombre se va, la que resguarda a los hijos, la que mantiene la especie. La mujer da tranquilidad. Si hubiese sido por la mujer de Col¨®n, ¨¦ste se quedaba en Espa?a con la seguridad de su puestito en la Casa de Contrataci¨®n. Estoy seguro de que no lo hubiese dejado abandonar el puerto... Claro, que entonces no hab¨ªa psicoan¨¢lisis y, por lo visto, sola no lo pudo convencer.
?Y usted, Ernesto, es un piropeador?
S¨¢bato. Mucho no, pero mal no me fue.
La charla va llegando a su fin. El m¨¦dico le recuerda al escritor paraguayo que tiene que tomar una medicaci¨®n y tiene que descansar porque, por la noche, acompa?ar¨¢ a S¨¢bato a ver La tierra sin mal, una obra de teatro de ¨¦l sobre las misiones guaran¨ªticas, que actualmente est¨¢ en cartel. Hace dos a?os, regres¨® de un exilio de casi medio siglo. ?Por qu¨¦ cree que volvi¨®? Roa. Para integrarme a esta lucha. Una sola persona puede hacer muy poco, pero si integra su fuerza a los dem¨¢s luchadores, puede hacer algunas cosas. En Paraguay, el recurso humano es una materia muy rica en cuanto a sentimientos y resistencia, no solamente f¨ªsica, sino tambi¨¦n espiritual; s¨®lo hay que esperar que la pol¨ªtica, en democracia, los contemple.
Sin embargo, la pol¨ªtica parece ser una mala palabra.
Roa. Y lo seguir¨¢ siendo hasta que estas necesidades fundamentales para la reconstrucci¨®n de un pa¨ªs sean tomadas en cuenta.
?Existe la justicia independiente del poder pol¨ªtico en los pa¨ªses latinoamericanos?
Roa. Creo que actualmente el sentido de la justicia es inexistente. Y la prueba mayor es la de un pueblo de Am¨¦rica Latina que es reh¨¦n...
S¨¢bato. ?Cual?
Roa. Estoy hablando de Cuba. Nuestros Gobiernos democr¨¢ticos nunca han hecho un esfuerzo por liberar a ese pueblo..., y no hablo de la revoluci¨®n cubana, ni de sus l¨ªderes. S¨¢bato. Ah, claro. Yo, cuando me fui a vivir a C¨®rdoba con Matilde, tuve la oportunidad de conocer al Ch¨¦ y hablar con ¨¦l. Y , como Castro, era un muchacho idealista.
?Pero la situaci¨®n actual de Cuba no est¨¢ algo alejada de los ideales de la revoluci¨®n?
S¨¢bato. La revoluci¨®n cubana fue maravillosa, pero lamentablemente ha sido tal la presi¨®n de Estados Unidos, que la oblig¨® a convertirse en un acorazado. Fue la estupidez y la estrechez norteamericana la que, como siempre, forz¨® la situaci¨®n. Porque yo s¨¦ que no ten¨ªa ni el menor deseo de transformarse en una dictadura y, por atrincherarse contra Estados Unidos, se convirti¨® en eso. Volviendo al tema de la justicia, creo que la falta de justicia es algo universal. ?Entonces, qu¨¦ nos queda?
S¨¢bato. Confiar en que algunos hombres sigan luchando.
Roa. S¨ª, y que esa lucha no se abandone. De un perseguido a un perseguidor. El aire espeso que se respiraba en Paraguay en el a?o 1947, con el dictador Higinio Mori?igo en el poder, fue el puntapi¨¦ inicial para que Augusto Roa Bastos tomase la dolorosa decisi¨®n de abandonar su pa¨ªs. Exiliado, primero en la Argentina (hasta 1976, a?o en que este pa¨ªs tambi¨¦n cay¨® en manos de la dictadura), y m¨¢s tarde en Francia y Espa?a, Roa Bastos pas¨® casi cincuenta a?os fuera de su tierra. Y mientras desde lejos ¨¦l observaba y escrib¨ªa sobre esa tiran¨ªa, Paraguay segu¨ªa cayendo en manos desp¨®ticas. El ¨²ltimo de los grandes tiranos, el general Alfredo Stroessner -quien dur¨® en el poder entre 1954 y 1988-, actualmente est¨¢ exiliado en Brasilia, en la Rep¨²blica del Brasil.
"Tengo inter¨¦s de entrevistar a Stroessner para un medio paraguayo", cont¨® una vez el escritor. "Ser¨ªa una charla de perseguido a perseguidor. ?l nunca hizo declaraciones acerca de su r¨¦gimen y me gustar¨ªa que confesara los m¨®viles que lo llevaron a la posesi¨®n del poder".
Paraguay carga con una historia de opresi¨®n y tiran¨ªas que se remonta a principios del siglo pasado, cuando, en 1810, el proceso independentista propici¨® el liderazgo absolutista de Gaspar de Francia, a quien Roa Bastos retrat¨® en su libro Yo, el Supremo. "Es muy dif¨ªcil que un dictador acepte a su r¨¦gimen como un acto de culpabilidad, porque ellos creen que se trata de un acto de bien nacional, de orden y de tranquilidad para la poblaci¨®n. Por supuesto, estos argumentos son completamente falsos porque el poder dictatorial es siempre destructivo y negativo. Es un mal que, como todos, nunca puede hacer el bien". ?Le gustar¨ªa que Stroessner fuese encarcelado?
Roa. Me reservo el derecho de transformar la pregunta y de contestarle que me gustar¨ªa que Paraguay tuviese una presidenta. Soy un gran partidario de la igualdad y creo que la pol¨ªtica ganar¨ªa mucho con una mujer en el mando. La respuesta a la otra pregunta me har¨ªa entrar en un terreno movedizo que le pertenece a la justicia. ?Y, en el caso de Stroessner, se har¨¢ justicia?
Roa. Eso ser¨ªa hacer predicci¨®n pol¨ªtica y ¨¦se no es mi fuerte. Creo que la justicia no ha ocupado, a¨²n, su papel, que es el de investigar y sancionar los hechos impunes. El problema es que est¨¢ presa de la corrupci¨®n y la corrupci¨®n genera impunidad.
Es un c¨ªrculo vicioso. Roa retorn¨® a su patria hace dos a?os, cuando la democracia reci¨¦en despuntaba.
La justicia, tan deseada. Dice Ernesto S¨¢bato: "Me pareci¨® excelente que Videla haya sido enviado a prisi¨®n, ¨¦se es el lugar al que pertenece...". Con la exactitud y la contundencia que lo caracterizan, as¨ª se refiri¨® el escritor argentino al ex dictador.
S¨¢bato no califica con medias tintas a los responsables del ¨²ltimo proceso militar. Durante el primer Gobierno democr¨¢tico que sigui¨® al proceso, presidi¨® la Comisi¨®n Nacional sobre la Desaparici¨®n de Personas -creada por el Gobierno del entonces presidente Ra¨²l Alfons¨ªn para investigar esos cr¨ªmenes-. El resultado de varios a?os de trabajo e investigaci¨®n, que detall¨® el drama de la desaparici¨®n de miles de personas, fue el libro Nunca m¨¢s -tambi¨¦n conocido como Informe S¨¢bato- que el escritor entreg¨® en mano al presidente Alfons¨ªn, a quien ¨¦l considera "un gran dem¨®crata". Y a?ade:
S¨¢bato. Yo objet¨¦ mucho el indulto, porque, despu¨¦s de ese gran trabajo que hicimos con la Comisi¨®n, era como quedar en la nada. Los militares ya estaban condenados, con condenas grandes, y Alfons¨ªn me dijo: "Ernesto, no se puede hacer otra cosa. Hay que elegir entre dejar esto en el aire o abandonar todo y exponernos a consecuencas peores". Que ahora hayan encarcelado por fin a Videla, y que se hable del posible encarcelamiento de otros, me hizo sentir que la justicia no est¨¢ tan perdida como uno cree. Videla no s¨®lo fue un dictador, sino que, adem¨¢s, ha robado ni?os y ha cometido muchos actos terribles. Las dictaduras simulan que son reg¨ªmenes para limpiar un pa¨ªs. Pero con esa clave de limpieza donde los que limpian tienen, adem¨¢s, los bolsillos llenos. ?Dios m¨ªo!"
Y el autor de Sobre h¨¦roes y tumbas, subitamente, se esconde en el silencio, y calla.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Dictadura argentina
- Declaraciones prensa
- Ernesto Sabato
- Augusto Roa Bastos
- Argentina
- Novela
- Personas desaparecidas
- Nuevas tecnolog¨ªas
- Casos sin resolver
- Dictadura militar
- Derechos humanos
- Narrativa
- Literatura
- Casos judiciales
- Dictadura
- Historia contempor¨¢nea
- Sudam¨¦rica
- Gobierno
- Latinoam¨¦rica
- Gente
- Cultura
- Administraci¨®n Estado
- Historia
- Am¨¦rica
- Tecnolog¨ªa